Marcos Mundstock, figura clave del grupo humorístico y musical Les Luthiers, murió hoy a los 77 años en su casa de Buenos Aires luego de una larga enfermedad, anunció el grupo a través de un comunicado.
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Marcos Mundstock en Rosario, fue durante la presentación del show "Les Luthiers Gran Reserva", al cumplir 50 años de trayectoria en el teatro Fundación Astengo.
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Marcos Mundstock en Rosario, fue durante la presentación del show "Les Luthiers Gran Reserva", al cumplir 50 años de trayectoria en el teatro Fundación Astengo.
Marcos Mundstock, figura clave del grupo humorístico y musical Les Luthiers, murió hoy a los 77 años en su casa de Buenos Aires luego de una larga enfermedad, anunció el grupo a través de un comunicado.
"Después de más de un año de lidiar con un problema de salud que se tornó irreversible, Marcos, nuestro compañero y amigo, finalmente partió. De ahora en más, cada uno de nosotros deberá empezar a transitar el doloroso camino de aprender a convivir con su ausencia", dice el texto entregado a la prensa. Y añade: "Pensar hoy en partidas o ausencias nos resulta demasiado triste. Hoy preferimos evocar todo lo que Marcos nos brindó y conservaremos con nosotros para siempre".
Finalmente, destaca: "Nos quedará el recuerdo de su voz, única e inconfundible. Y de su presencia sobre el escenario, con su carpeta roja y frente al micrófono, que cautivaba al público antes de decir una sola palabra".
En enero pasado se había anunciado que se mantendría alejado de los escenarios a lo largo de todo el año ya que su prioridad era guardar reposo por unos meses para seguir adelante con su tratamiento y realizar, posteriormente, el debido proceso de rehabilitación.
Si bien su voz de bajo fue marca registrada del grupo con el cual dejó una huella imborrable, Mundstock actuó en cine y en televisión, pero en ningún otro lugar fue más feliz que en el escenario que con sus compinches de toda la vida.
Una familia que se formó en Rosario
La historia de los Mundstock es una de las tantas historias de esos inmigrantes que terminaron de configurar la Argentina durante el período de entreguerras. Su padre, de origen judío asquenazi y de oficio de relojero, llegó en 1930 al puerto de Rosario procedente de Rava Ruska, una ciudad ucraniana en aquel entonces bajo órbita polaca. Unos años antes había venido su mamá, quien se instaló en Santa Fe. Un conocido los puso en contacto y se casaron en Rosario, donde nació su hermana. Años después volvieron a Santa Fe, y allí nació Marcos, un 25 de mayo del año 1942.
Fue a orillas del Paraná donde el pequeño Marcos hizo su primer chiste. Por la calle pasaba un camión que trasladaba cueros, y le comentó a su hermana: “Ahí llevan a los cueros para fabricar vacas”. La frase encerraba la picardía que lo acompañaría toda su vida.
La búsqueda de un horizonte mejor llevó en 1949 a los Mundstock a Buenos Aires, en un departamento en el barrio de Once. Mientras Marcos estudiaba se dio cuenta que tenía un don especial para hacer reír a sus compañeros. Y esa chispa lo acompañaría para siempre.
Claro que Marcos luego confiaría que no era su meta ser humorista. “Quise ser abogado, ingeniero, aviador, cowboy, benefactor de la humanidad, tenor de ópera, Tarzán, amante latino, futbolista y otras cosas más”, enumeraba.
Pero el destino lo ubicó en un coro en el que encontró a Gerardo Masana, Jorge Maronna, Daniel Rabinovich y Carlos Núñez Cortés, todos cursando diferentes carreras universitarias. Y de allí nació Les Luthiers, un ícono para el humor y la música, atravesado por la inteligencia, el ingenio y el profesionalismo.
Mundstock también incursionó en el cine. Fue la voz en off de Quebracho y Metegol, y puso el cuerpo tanto en dramas como Cama adentro y Roma, y comedias como No sos vos, soy yo y Mi primera boda, donde en la piel de un cura se lució en un diálogo lleno de guiños lutherianos con el rabino interpretado por su amigo Daniel Rabinovich.
En televisión, trabajó en La Argentina de Tato y Sorpresa y Media, y lo último que hizo fue la presentación de Pasado de copas.
También quedó grabada en la memoria colectiva cuando interrumpió una ponencia en el Congreso Internacional de la Lengua con esta reflexión: “La expresión ‘me importa un bledo’ no tiene igual. ¿Alguien sabe lo que es un bledo? Algún día un ejército de bledos se lanzará sobre los hispanohablantes para vengarse de tantos siglos de ninguneo” (ver video).
Y propuso formas más directas y cambiar expresiones como “donde manda capitán no manda marinero por el más explícito donde manda capitán hay que ir”, o que en vez de “una golondrina no hace verano usar expresiones más vulgares como una golondrina no hace un carajo. Eso sí, con perdón de Gustavo Adolfo Bécquer”, afirmó.