
Dancing Mood regresa a Rosario para un show especial donde estará tocando todos sus clásicos de una vasta carrera discográfica. La ciudad se apresta a bailar fuerte de la mano de la big band número uno del país en un show que se realizará esta noche, a las 20.30, en el Centro Cultural Güemes (Ovidio Lagos y Güemes), con entradas anticipadas en Amadeus (Córdoba 1369) y www.entradaplay.com.
Dancing Mood se formó en Buenos Aires por iniciativa del trompetista Hugo Lobo, quien supo plasmar mejor que nadie las enseñanzas de los jamaiquinos The Skatalites, su grupo de cabecera, y combinar el reggae y el ska con las armonías y el humor del jazz de los años 40 o 50 en una Big Band liderada por vientos.
Nacido en cuna de músicos, desde los cinco años tocaba la batería, en el conservatorio estudio piano y a los 15 se decidió por la trompeta. Embelesado por la música que venia escuchando desde chico, paso de Quincy Jones a Henry Manzini, de Rubén Blades a Héctor Lavoe, The Specials a Madness, el ska, el reggae, el soul, la salsa el jazz, todo influenciaba a su atracción por los vientos.
Estudioso de los estilos pronto supo fusionar un Duke Ellington con un Delroy Wilson o un Burt Bucharach con un Count Basie o un Gillespie con un Parker y convertir así cada show en una celebración mas allá de los géneros y empuñar su trompeta y disparar standards, coreados y apogeados por multitudes.
La experiencia a pesar de su juventud de haber tocado y grabado en muchísimas bandas del circuito nacional (Viejas Locas, Callejeros, Satelite Kingston, Riddim, Turf, Ataque 77 , Mimi Maura, Todos tus Muertos, Intoxicados, Damas Gratis y un veintena mas) y de su amor por las big band lo llevó mas lejos y acopló una banda sinfónica.
Cada uno de los arreglos para la orquesta corre por cuenta de Hugo Lobo, bajo el complejo camino de lo instrumental cada pasaje refleja la algarabía del buen ska.
Esta noche, los fans de Hugo Logo y su troupe tienen una buena oportunidad para ver en vivo a una banda atípica dentro de la escena del rock argentino.



Por Javier Felcaro
