De ese sistema cultural se destaca el cine. Los diarios y las revistas eran hegemónicos dentro de ese nuevo espacio público mediático, la radio ya había cedido su lugar de construcción de estrellas y la penetración de la televisión comenzaba a hacerse firme. El cine, por su parte, amalgamaba todo eso: espectacularidad, estrellas, salidas, consumo cultural y un mensaje. Y allí estaba el problema de los censores.
Condición necesaria
El cine argentino es una actividad subsidiada y es entonces condición sine qua non que exista el Estado para que exista el cine. Y su intervención, claro, no es gratuita. Siempre reguló un circuito comercial, oficial de producción, distribución y exhibición de películas nacionales y extranjeras en las que la industria cinematográfica pocas veces perdió.
La discusión sobre los contenidos es otra. Fiscalizadores hubo en todas las épocas y las ideologías de diferentes períodos políticos condicionarán esa impronta. La diferencia con el período señalado es la institucionalización de la censura previa y posterior como función del Estado (asaltado por militares y civiles amigos durante 14 de los 17 años observados), la autocensura como recurso de protección física e intelectual, el recrudecimiento de la violencia contra todos los sectores de la industria cinematográfica, la aparición de listas negras y la desaparición y muerte de artistas y otros hacedores.
El período llamado “entre dictaduras” comprende desde (1) la Revolución Argentina, cruzada cívico-militar ultracatólica que en 1966 nombró presidente de la Nación al dictador Juan Carlos Onganía, y que incluye a sus pares Roberto Levingston y Alejandro Lanusse hasta 1973; (2) el tercer gobierno peronista elegido en las urnas que irá hasta 1976 cuando asuman los militares genocidas del (3) Proceso de Reorganización Nacional y detenten el poder hasta 1983.
Principio y fin
El Ente de Calificación Cinematográfica fue creado por el Decreto-ley 18.019 firmado el 24 de diciembre de 1968 por el dictador Juan Carlos Onganía y publicado en el Boletín Oficial el 7 de enero de 1969. Revestía como parte de la Secretaría de Educación y Cultura de la Nación. Su primer director fue el profesor de Derecho e Historia Ramiro de la Fuente, quien repetía: “La censura es útil porque cumple una función social”.
A contrapelo de las dictaduras que asolaban a América latina, del 7 al 22 de noviembre de 1969 sesionó en Costa Rica la Conferencia Interamericana Especializada sobre Derechos Humanos, cuyo resultado fue la Convención Americana sobre Derechos Humanos, conocida como Pacto de San José de Costa Rica.
En su artículo 13 se consigna el “derecho a la libertad de pensamiento y de expresión, (...) de buscar recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole (...) ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística” de todos los ciudadanos. La Convención entró en vigor en 1978, cuando otras dictaduras seguían asolando a Latinoamérica.
Asumido el gobierno democrático en diciembre de 1983, el Congreso Nacional argentino abrogó o dejó sin efecto la ley de Onganía, disolvió el Ente Calificador y terminó con la censura el 22 de febrero de 1984 mediante el artículo 1 de la Ley 23.052 publicado en el Boletín Oficial el 21 de marzo de 1984.
El 1º de marzo ese mismo Parlamento aprobó a través de la Ley 23.054, publicada el 27 de marzo, la adhesión de Argentina al Pacto de San José de Costa Rica. En 1994 la incorporó a la reforma de su Constitución Nacional.
Censores al acecho
Los discursos sobre la censura en Argentina se remontan a la aparición de los nuevos espacios públicos inaugurados por los medios de comunicación, y ya en 1910 el cine es objeto de fiscalización, no vaya a ser que algunas cintas “sean ofensivas a la moral y las buenas costumbres”. En 1937 el Estado decide intervenir y las películas necesitan de su aprobación para ser exhibidas, en 1951 se crea la Comisión Nacional para la Calificación y Autorización de Espectáculos Públicos y en 1957 se reglamenta la acción de quienes deben decidir si los mayores de 18 años son aptos para ver tal o cual filme. Otras normas de 1961, 1963 y 1966 crean el clima necesario para la censura.
El marco legal para la censura previa y posterior, y prohibición de filmes nacionales y extranjeros de 1968 contendría la letra del ministro del Interior de Onganía, el abogado, juez y miembro de la Corte Suprema de Justicia Guillermo Borda.
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El dictador Juan Carlos Onganía toma juramento a Guillermo Borda como ministro del Interior de Revolución Argentina.
Archivo Diario La Capital
Borda dirá en la presentación de la ley en conferencia de prensa: “Este es el primer paso de una acción que se proyectará a la radio, la televisión, el teatro y las revistas, y no es propósito sofocar la creación artística pero sí atacar la audacia y la violencia. Desterrar la pornografía hace a la filosofía de la Revolución Argentina”.
Más papistas
Para ser más papista que el papa, toda ciudad que tuviese más de cien mil habitantes podía tener su propia junta de calificación y Rosario se congratuló de poder ejercer esa doble censura.
La Municipalidad de Rosario creó un organismo que “calificaba, cortaba y censuraba” películas que se irían a exhibir en la ciudad. La Comisión Municipal Calificadora de Espectáculos Públicos e Impresos Literarios estaba integrada por miembros de instituciones que se arrogaban el control moral de los rosarinos como la Liga de la Decencia, la Liga de Madres de Familia, la Policía de Santa Fe y el Juzgado de Menores. La censura local llegó a aplicar la prohibición de ingreso a las salas de cine a “menores de 22 años” que luego redujo a 21. Además, hasta los afiches de los filmes eran revisados y podían exponerse en los escaparates de los cines sólo si llevaban el sello de la Comisión Calificadora local.
Las funciones privadas de los censores rosarinos se realizaban comúnmente en el cine Imperial de Corrientes 425 y en el cine Palace de Córdoba 1384. Algunas fuentes refieren a proyecciones en el Cine Club Rosario, aunque ese dato debe leerse con explicaciones.
Alternativo y clandestino
La referencia es al llamado Cine Arte, en su mayoría producciones europeas de alta calidad. Para 1968 muchos de esos filmes eran exhibidos en circuitos cerrados, pagos (había que estar asociado, como en el Cine Club), y luego en funciones trasnoche incipientes en la época que, organizadas por el Grupo 65 Organización de Arte en el cine Imperial, "llegaron a ser multitudinarias y muy populares entre los estudiantes universitarios", recuerda Pascual Massarelli, integrante del colectivo organizador. Ese mismo Cine Arte fue una de las víctimas preferidas de los censores por sus propuestas estéticas e ideológicas problematizadoras de la realidad social.
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Entrada para la trasnoche del cine Imperial, organizada por el Grupo 65 en el marco del movimiento Tucumán Arde, en octubre de 1968.
International Center for the Arts of The Americas
Ante el cerco sobre las salas oficiales o del circuito comercial, diferentes colectivos y cinéfilos organizaron recorridos alternativos de proyección. Grupos políticos juveniles respondieron con reuniones clandestinas, comúnmente en facultades, donde se asistía a ver algún filme censurado o prohibido y en los que siempre al final había un debate. Y sino, la polémica seguía en los bares céntricos. Si eran descubiertos, les esperaban garrotes y la celda de una comisaría, de la que se podía salir con un forzado corte de cabello.
Massarelli remite al ejemplo, en 1970, del escándalo desatado por el posible estreno y censura de un filme que tenía en el reparto a quizás dos de los intérpretes más conocidos de la época. Sophia Loren y Marcello Mastroianni protagonizaron "La mujer del cura" que fue inmediatamente protestada por las autoridades esclesiásticas. El filme del director italiano Dino Risi pudo ser visto en Rosario en proyecciones clandestinas.
De finales de los años 50 es el llamado Tercer Cine, un movimiento latinoamericano adherente a la política internacional de la tercera posición que en Argentina y a la voz de “ni yanquis ni marxistas” tiene en “La hora de los hornos”, de 1968 dirigida por Pino Solanas y Octavio Getino, su producción más emblemática.
Las diferencias irremediables con Hollywood no son sólo estéticas o de contenido, los cineastas tercermundistas también intervienen en la distribución y exhibición de sus producciones. Así, las proyecciones se realizaban en sindicatos, escuelas y facultades, y no en salas convencionales de cine.
De todos modos, los expertos son taxativos: para los años 60 era muy difícil y costoso poseer un proyector de cine particular en Rosario. De allí que hubiese lugares específicos para hacer proyecciones, sean clandestinas o no.
De la neutralización al paroxismo
El 25 de mayo de 1973 Héctor Cámpora es instituido presidente de la Nación y nombró el 9 de agosto de 1973 a Octavio Getino como interventor del Ente de Calificación. El cineasta peronista intentó neutralizar al organismo, hizo estrenar “El Decamerón” de Pier Paolo Pasolini y “Último tango en París”. Fue denunciado públicamente y el filme dirigido por Bernardo Bertolucci duró 13 días en cartel. Getino renunció el 22 de noviembre al Ente y el mismo día se lo reemplazó por Manuel A. Padilla.
La distribuidora estadounidense CIC, representante de Universal Pictures, había anunciado para el 1º de enero de 1974 el estreno de “Jesucristo Superstar”, filme basado en una obra teatral que en mayo había provocado el incendio intencional del Teatro Argentino de Buenos Aires a manos de la Triple A. Las salas cinematográficas involucradas recibieron aviso de bombas y no hubo estreno. El Diario La Capital hace una pequeña mención al asunto con la suspensión del estreno en Mar del Plata.
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En enero de 1974 La Capital informa sobre la suspensión del estreno del filme "Jesucristo Superstar" en Mar del Plata.
Archivo Diario La Capital
Asumido el 12 de octubre de 1973, el presidente Juan Domingo Perón toma cartas en el asunto y el 11 de enero corre al Ente de Calificación del Ministerio de Educación hacia la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia. El subsecretario de esa área, Horacio E. Bordó, es nombrado interventor. Ya con Isabel Perón en la Casa Rosada, el 3 de agosto de 1974 es designado al frente del Ente el tristemente célebre periodista y crítico Miguel Paulino Tato. El periodista Jorge Miguel Couselo fue en 1984 quien liquidó el organismo.
Imagen de portada: "La mujer del cura" de Dino Risi con Sophia Loren y Marcello Mastroianni desató en 1971 una ola de críticas católicas. Compagnia Cinematografica Champion / Warner Bros.