La Secretaría de Salud Pública de Rosario contrató a la cooperativa de cuidados La fuerza del oeste para que preste servicios en el hospital Víctor J. Vilela a chicos internados que atraviesan padecimientos subjetivos y no tienen posibilidad de un acompañamiento. Desde el punto de vista administrativo y de los dispositivos de salud mental se trata de un hecho inédito por lo que implica en cuanto a la atención de los pacientes y sus familias, en términos de valorización de las tareas de cuidado y como precedente para la futura incorporación de cooperativas del rubro a la red de salud. De hecho la experiencia aspira a ampliarse en otros efectores e incluso en centros de salud, señaló el titular de la repartición municipal, Leonardo Caruana.
Los cuidadores empezaron a trabajar la semana pasada en la llamada sala 5 del Vilela, inaugurada en 2021, donde hay niños, niñas y adolescentes hasta los 16 años que atraviesan una situación crítica. No realizan acompañamiento terapéutico, rol que tiene un perfil más técnico en el marco de indicaciones clínicas de un equipo tratante, sino asistencia personal cuerpo a cuerpo a chicos cuyas familias carecen de relevos para sostener un cuidado intensivo durante 24 horas.
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“La celebración de este convenio pone en valor nuestro oficio, que no está formalizado y generalmente ejercen mujeres; sienta un antecedente en cuanto a la construcción de políticas públicas con trabajadores de la economía social; nos garantiza un flujo laboral continuo”, resume Angie Carranza, secretaria de “la coope” que surgió hace dos años por impulso de las asociaciones civiles del distrito Oeste La Hormiga y La Trinchera y con el acompañamiento del programa Nueva Oportunidad.
Cuando desde esta área de intervención social, que depende de la Secretaría de Desarrollo Humano, comentaron que se estaba formando La fuerza del oeste, la directora de Salud Mental del municipio, Jesica Redondo, recogió el guante. “Lo primero que sugerimos es que el sistema público requería intensamente de cuidadores para las internaciones hospitalarias en torno a los padecimientos subjetivos de personas de todas las edades, por ejemplo crisis de angustia, depresiones graves, intentos de suicidio, consumos problemáticos. Los servicios de salud se están adecuando al nuevo paradigma de salud mental y el rol de cuidador atendiendo las necesidades básicas, la compañía minuto a minuto, es muy necesario, además de que brinda contención y alivio”, puntualiza la funcionaria sobre el cierre progresivo de los hospitales monovalentes (conocidos tradicionalmente como psiquiátricos) que se verifica en los últimos años.
La ley nacional en la materia había ubicado ese cierre en 2020 pero en plena pandemia no se pudo realizar; sin embargo las instituciones monovalentes de la ciudad y la región (el Agudo Ávila y la colonia de Oliveros) trabajan con el criterio de externar a los usuarios de los servicios. Los recursos humanos aparecen en el escenario como una “tecnología” para abordar las demandas que implica esta mirada integral del sufrimiento humano, más allá de sus presentaciones.
Los cuidadores de La fuerza del oeste, que el año pasado habían sido contratados por la Municipalidad para eventos puntuales y a su vez tienen clientes particulares, debutaron con población infantil en la sala 5 del Vilela. Allí hay dos camas, una sala de juegos, un espacio para padres. Los chicos con padecimiento subjetivo ingresan a cualquier sala del hospital pero en momentos de mayor criticidad pasan a ésta, explica Jesica Redondo.
“Nuestra intención es que también podamos utilizar los recursos humanos de las cooperativas en otros hospitales como el Carrasco, el Alberdi, el Roque Sáenz Peña, la Maternidad Martin, el Heca. Y un poquito más adelante pensarlos en prácticas más ambulatorias o en centros de salud”, agrega la funcionaria en línea con lo declarado por Caruana el jueves pasado, cuando se celebró el acto formal a propósito de este contrato inédito en el auditorio del Cemar.
Sobre los primeros días en la sala 5, Angie Carranza los califica como “un desafío por la complejidad de las prácticas”, que asumen con el compromiso de seguir capacitándose como hicieron desde los momentos más duros de la pandemia. “Las tareas de cuidado son un conocimiento popular que está en los barrios y nosotras ya entrábamos a hospitales y sanatorios. Constituir la cooperativa fue un paso y que ahora nos contrate el Estado es otro, porque tenemos un marco institucional y un norte en términos de políticas públicas”, afirma la mujer de 32 años, parte de un movimiento que busca revertir desde la economía social la precariedad del rubro, generando puestos de trabajo y un trato digno y respetuoso a los pacientes.
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El rol del programa Nuevo Oportunidad
El director del programa Nueva Oportunidad, Luciano Vigoni, celebró esta instancia de sinergia entre una entidad de la economía social y el Estado “porque es un encuentro que aporta a la discusión sobre la generación de empleo; no solo la transferencia de recursos sino el acompañamiento del Estado, su vínculo y diálogo con las organizaciones en cómo generamos ese trabajo o esa formación”.
El funcionario observó que durante la pandemia quedaron más expuestas y se profundizaron las desigualdades al abordar la complejidad sanitaria en barrios vulnerables. “Desde Nueva Oportunidad trabajamos con la mirada del cuidado comunitario, potenciando a los jóvenes como protagonistas para desarrollar estas tareas”, expresó. Las capacitaciones y acciones de prevención tuvieron que ver con covid 19 y dengue, además de cuidados de adultos mayores, violencia de género y diversidad, derechos humanos, infancias y crianza respetuosa. “El ciclo para Promotores de Cuidados sistematiza estos módulos con el objetivo de que los jóvenes certifiquen los conocimientos adquiridos, sumen una herramienta a su experiencia laboral y accionen en su comunidad. La formación disparó la conformación de dos cooperativas de cuidados integradas por jóvenes de estos grupos, quienes ahora ofrecen sus servicios”, resumió Vigoni.
Si bien el programa Nueva Oportunidad nunca se planteó como una salida laboral sino que fue pensado para contribuir a bajar los niveles de violencia, “es importante pensar colectivamente en una salida económica, en incorporarnos al mercado con la mirada de la construcción del conocimiento”. Por último, comentó que “estamos haciendo lo mismo con otros espacios de prestación de bienes y servicios, por eso implica salir del rol clásico del Estado de acompañar a alguien para que tenga un trabajo. El Estado debe pensar otras formas de generar empleo sobre todo en lugares donde hay un 40 por ciento de pobreza”.