Esos adolescentes y jóvenes que hace unos diez años iban a contracorriente de la mayoría eran el estereotipo perseguido en un colegio y sólo podían tener amigos virtuales porque no sabían con quién juntarse. “Tal vez se sentían incomprendidos y no tenían un grupo de pertenencia pero no porque no existieran otras personas iguales a ellos sino porque estaban incomunicados sin saber de la existencia del otro o la otra”, sintetiza.
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Rosarinos que participaron de la convención comic Crack, Bang, Boom. Uno de los grupos es: Unión Go, fanáticos del anime, los comics y los zombis.
Foto: Matías Sarlo / La Capital
Entre 2002 y 2015 el punto de reunión de los otakus en la ciudad fue la Asociación Japonesa (Iriondo 1035), en ese momento el único espacio donde estudiar japonés. Hoy además de cursos de idioma, danzas y gastronomía nipona, también se dan talleres de manga, la historieta oriental que suma cada vez más adeptos.
Para Desiré esta movida oriental es algo más que una tribu urbana. A diferencia de los floguers o los emos, furor por el año 2007, el otakismo es toda una cultura hecha de raíces más profundas. “Hoy no es tan raro ser otaku. En vez de desaparecer como pasó con los demás todo va en ascenso”, dice.
Las plazas San Martín y Pringles son punto de encuentro espontáneo de estos grupos. Y la franja de galpones de la costa central es sede de convenciones de manga y animé que una vez al mes reúnen al mundo otaku para compartir historietas, películas, series, música, merchandising, danza kpop (género musical popular de Corea del Sur) y cosplay.
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Otakus rosarinos compartiendo espacios. Juegos, animé y también alimentos importados.
Ni tristes, ni raros: otakus
Existen diversos modos de ser otaku. Una cosa es serlo en Japón y otra muy distinta es serlo en Argentina. La aclaración va en contra de la tendencia a homogeneizar las identidades socioculturales y le sirve de puntapié inicial al doctor en Ciencias Sociales y becario del Conicet, Federico Álvarez Gandolfi, para analizar el tema.
En su publicación Si haces esto eres otaku dice que el origen del término otaku se relaciona con un pronombre honorífico de segunda persona: una versión muy formal del “tú”. Aunque su sentido se impuso fuera del Japón para identificar al fan al que le gusta el manga, el animé, los videojuegos y la tecnología, o lo que podría ser una “japonofilia”, es decir, una idealización de Japón.
A partir de un artículo del periodista Akio Nakamori en 1983 el término se instauró con una carga despectiva ya que lo usó para definir a una persona con aficiones obsesivas.
Aunque los años pasaron en algunos ámbitos sigue existiendo la asociación de los otakus con perdedores, poco cool, nada atléticos y solitarios, imágenes que se cristalizaron aún más cuando el joven Tsutomu Miyazaki –en cuya habitación se encontró una amplia colección de manga y cintas de animé en VHS– asesinó a cuatro niñas pequeñas en Japón.
De ahí en adelante el término se popularizó para demonizar a los otakus fomentando la estigmatización.
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Convención Internacional de Historieta Crack Bang Boom en Rosario.
Foto: Guillermo Turín Bootelo / Municipalidad de Rosario, Archivo La Capital
De atrás para adelante
Las historietas orientales conocidas con el nombre de manga cuentan con más de un siglo de historia. Al país ingresaron a partir del año 2000 con el aumento de las comiquerías en la década del 90 y hoy se considera que es el género de historieta más vendido en el país. Incluso el boom se destaca del cómic norteamericano.
“Esta guerra Estados Unidos la está perdiendo. Japón le saca ventaja”, dice Ivana, mamá de Isabella que tiene 11 años.
La opinión de una madre que recorre comiquerías buscando novedades para la biblioteca de su hija no dista de un dato que se proyecta como una realidad: para el año 2050 se estima que las narraciones de la cultura japonesa reemplazarán a los arquetipos de las industrias del entretenimiento estadounidenses.
La principal diferencia de los mangas con las demás publicaciones es que la historia comienza en las últimas páginas y la lectura arranca de atrás hacia adelante. Es decir, al revés de un libro occidental.
En Rosario se consiguen en negocios emblemáticos y de capitales locales como Invasión Comic (Mitre 737) y Puro Comic (galería Calle del Sol, San Martín 843), o en cadenas que desembarcaron hace poco: Invictus (Santa Fe al 1700) y La Revistería (Córdoba y Paraguay). La cola en la puerta para llevarse ejemplares es una postal que se repite y los vendedores aseguran que los ejemplares se agotan ni bien son publicados en las redes sociales.
Morena, Lupe, Mateo tienen entre 11 y 12 años y se hicieron fanáticos del manga desde el confinamiento de 2020.
Una de las niñas se asume fanática del género terror y elige Death Not como uno de sus preferidos, mientras que los otros dos explican que “llegaron a ellos por los colores, el tipo de ilustraciones y la diversidad de tramas”.
El desarrollo de los personajes y las historias se centra muchas veces en temas universales y aunque hay zombis, protagonistas con poderes y mucha ficción, sobresalen temas cotidianos, relaciones entre amigas, amigos y familia y algunos valores y saberes que tienen que ver con cierta sabiduría oriental.
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Kioscos Otakus de Rosario.
Amor nipón
Alexis y Belén son pareja, lectores voraces de manga y coleccionistas de estas publicaciones orientales. En Instagram llevan adelante la cuenta Shinoa y Bells que suma más de doce mil seguidores y seguidoras.
Basadas en detalles minimalistas y colores vivos, las historietas japonesas con más de 120 años de vida atraen a sus lectores con tramas realistas y son un boom comercial entre el público infantil y juvenil de Argentina. El auge aumentó en medio de la pandemia a partir del crecimiento de contenidos en las plataformas digitales.
“La puerta de entrada al manga suele ser el animé, que casi siempre está basado en las historias antes llevadas al papel”, cuenta Alexis y suma: “Una de las particularidades que lo diferencia de las publicaciones occidentales es la forma en la que se cuentan las historias. Otra es el estilo de dibujo, que es muy diferente al que se ve en obras, por ejemplo, de Marvel o DC”.
Lo que más llama la atención de estas ediciones que nos llegan exportadas de la cultura oriental es la variedad de tramas: “Si bien se pueden encontrar cómics occidentales que traten temas similares, es increíble cómo podes dar con mangas que van desde el clásico Dragon Ball (donde vemos a los protagonistas vencer villanos que amenazan a la Tierra) a un manga como Somos Quintillizas (donde cinco hermanas gemelas se enamoran del mismo chico), otro sobre volley como Haikyuu, o incluso podemos encontrarnos con One Punch Man que es una parodia a cierto género de manga”.
En la cuenta que administran en conjunto hacen reseñas de manga pero también de algunos sitios dedicados a los consumos culturales orientales.
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Un manga y un cortado
Una chica camina por calle Entre Ríos a la altura de San Juan con una pollerita tableada color rosa con bordes negros. A su lado otra lleva una vincha con orejas de gato. Y otra más luce un remerón largo con la estampa de Naruto, uno de los personajes de animé del momento. Las tres se devoran unos bastoncitos bañados en chocolate. Se trata de una golosina japonesa llamada Pocky que hasta ahora sólo se veía en alguna serie nipona. Es el mediodía en el centro de la ciudad de Rosario pero la imagen de las amigas parece sacada de Akihabara, la zona comercial más importante de Tokio.
A metros de esta escena que cada vez es más común en la ciudad es posible toparse con el el primer Manga Café de Rosario donde se pueden conseguir algunas golosinas japonesas.
Los hermanos César y Mariel Campilongo, fanáticos del manga, son quienes desde abril están al frente de Kanpai.
En una pared del local hay un mural pintado de piso a techo de un árbol de cerezo (conocido como sakura en la cultura japonesa) y detrás del mostrador, apilados en varios estantes, hay distintos ejemplares de mangas.
Quien llega a Kanpai puede elegir una de esas publicaciones orientales, llevarla a su mesa y leerla el tiempo que pase en el lugar acompañado de snacks o golosinas japonesas, comidas típicas como el ramen o simplemente un café con torta.
El proyecto nació del deseo de generar un espacio familiar, que fuera cómodo para estas comunidades. “Grupos de amigos que van a convenciones, estudiantes que quieren leer o lectores que buscan su propio espacio”, dice César y resume: “Era necesaria la aparición de un lugar que hiciera accesible la lectura del manga”.
El ritmo de las actividades se rige a partir de las reservas, ya que desde que abrió sus puertas la demanda aumentó pero la capacidad del lugar sigue siendo limitada. “Una de las actividades que más se disfrutan es la de los juegos de mesa modernos como el Carcassone, o el tan debatido Catan. También es habitual ver chicos que se sientan a dibujar, por lo que tenemos en vista realizar un taller de dibujo”, cuenta.
Los fines de semana el programa fijo son las partidas de rol para principiantes y ya se hicieron eventos nocturnos como “La noche de ramen” a puertas cerradas.
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¿Por dónde empezar a leer y ver?
Clásicos del manga:
Dragon Ball, Naruto, Evangelion, One Piece, Sailor Moon, Sakura Card Captor
Para los nostálgicos que los veían por TV:
Samurai X, Caballeros del Zodiaco, Slam Dunk
Los más nuevos que son un boom:
Demon Slayer (Kimetsu no Yaiba) y Jujutsu Kaisen.
La popularidad de los mangas y anime de estas dos series son enormes y, como dato de color, sus películas fueron emitidas en los cines con varias funciones, algo que no era usual en Argentina.
Comer como un otaku de Pichincha al centro
Masaru Ramen: El primer restaurante rosarino especializado en ramen: sopa a base de fideos, vegetales y algunas proteínas (carne de vaca, cerdo, pollo o huevo). Hay platos servidos en bowls con vegetales, arroz y salsas típicas de Japón. (Brown 3024)
Tora Izakaya: Pariente de Masaru además de ramen y tempura; ofrece gyosas (pequeñas empanaditas de cerdo) y tortilla de repollo y algas. La decoración no escatima en detalles orientales desde la barra al baño lo que hace que sea un paseo ideal para postear en Instagram. (Tucumán y Riccheri)
Kanpai Café: El primer bar manga donde podes pedir una historieta para leer mientras te tomas un ramen instantáneo o un café con una galleta con forma de Kitty o una galleta de la fortuna con su esperada frase oracular, que hoy podría reemplazar al viejo horóscopo del chicle Bazooka de ayer. (Entre Ríos 1053)