Al pie de las Sierras Grandes, en el valle de Calamuchita se levanta Villa Yacanto, un refugio perfecto para la tranquilidad y el descanso en el que viven alrededor de 4 mil vecinos. En ese lugar, a 30 kilómetros de Santa Rosa de Calamuchita, se alojó con sus dos hijos pequeños Claudio “Morocho” Mansilla, el último recapturado de la fuga de ocho detenidos de la cárcel de Piñero hace un año. Este hombre, condenado a 25 años de prisión por el doble crimen de dos adolescentes, estuvo en las serranías cordobesas al menos un mes y medio, refugiado en la casa de una pariente política. Incluso, pensando que su libertad iba a ser para siempre, comenzó a construirse una modesta vivienda, de lugareño, que quedó a medio terminar. Cuentan que en medio del viaje hacia las sierras, el auto en el que circulaba fue parado por la policía cordobesa en inmediaciones de Villa María y le labraron una multa porque tenía una luz de posición rota. Pero como al volante iba una mujer, los uniformados nunca se percataron que en el asiento del acompañante viajaba el hombre más buscado en la provincia de Santa Fe.
El sábado 11 de junio pasado, Morocho Mansilla, prófugo de la Justicia por el que el gobierno provincial ofrecía una recompensa de un millón de pesos, armó su bolso, miró las Sierras Grandes por última vez y emprendió el retorno hacia Rosario. Quinientos kilómetros después se instaló en un dúplex de Héctor Palacios 4113 (Oncativo al 2400 ), en barrio Fontanarrosa, la ex Zona Cero, donde fue recapturado por efectivos de la flamante Unidad Especial de Investigación de Crimen Organizado de la policía santafesina el jueves 16 de junio. El resto de la estadía conocida de Mansilla en Rosario la pasó en una casa que era de su hermana en Blomberg al 3800, a unas seis cuadras de donde fue detenido.
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El domingo 27 de junio de 2021 Mansilla y otros siete presos se fugaron de la cárcel de Piñero en un golpe que osciló entre bochornoso y lo cinematográfico. A las 17.20 del desolador domingo 27 de junio de 2021, un grupo de maleantes armados con subfusiles ametralladoras FMK3, pistolas calibre 9 milímetros y 11.25 arremetieron contra el alambrado perimetral y la guardia extramuros. En un intercambio de disparos uno de ellos murió baleado: Walter Ezequiel Soraire, de 27 años, a quien previamente le habían pagado 27 mil pesos por cortar el alambrado perimetral con una amoladora. Los siete compañeros de fuga del Morocho fueron recapturados en menos de dos meses. A él le faltaron 11 días para permanecer un año prófugo.
25 años de condena
Cinco días antes de fugarse de Piñero, el 22 de junio de 2021, el tribunal compuesto por Hernán Postma, Nicolás Foppiani y Pablo Pinto comenzó a juzgar a Mansilla por el doble asesinato de Leonel “Ozuna” Bubacar, de 18 años y Kevin Neri, de 16, en septiembre de 2018 en la entrada a un pasillo de Lima al 2100, en Bella Vista Oeste. Una vez concretada la fuga el juicio continuó y el Morocho fue condenado a 25 años de prisión.
Desde el momento en que fue recapturado fue imputado por las fiscales Georgina Pairola y Marisol Fabbro, ambas de la Unidad de Homicidios, por la tenencia ilegal de dos pistolas calibre 9 milímetros _una Beretta modelo PX4 Storm con número de serie y otra pistola Bersa Thunder también con número de registro_ que tenía en una mochila. Al momento de ser detenido también tenía droga, municiones y dinero en efectivo. Aún debe recibir imputaciones por la fuga, investigación en manos del fiscal Franco Carbone, y el apodo de Mansilla se escuchó al menos en media docena de homicidios, entre ellos dos personas ejecutadas que aparecieron en un auto completamente calcinado hallado el 19 de abril pasado en inmediaciones de 27 de Febrero y Provincia de Misiones, territorio del Morocho.
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Además había montado un sistema de control y cobro de peaje para los transeros que trabajaban en su territorio compuesto fundamentalmente por las barriadas de Santa Lucía, Cabín 9, Fontanarrosa (ex Zona Cero) y zonas aledañas. Les cobraba entre 25 y 30 mil pesos semanales. El Morocho tenía una suerte de protocolo de seguridad por el cual antes de salir de sus refugios en Rosario, los sicarios que trabajaban para él hacían un rondín para asegurarse de que no hubiera vecinos o policías de encubierto en la zona. Desde que se evadió, Morocho llevaba consigo dos pistolas 9 milímetros, una Bersa y una Beretta, con cuatro cargadores, para sentirse seguro.
En Villa Yacanto
El domingo pasado una comisión de tres hombres de la Unidad Especial de Investigación de Crimen Organizado llegó hasta Villa Yacanto a la búsqueda de un casa de dos plantas de la que sólo tenían una foto que Morocho había colgado en Facebook. No debieron andar mucho por el pueblo hasta que dieron con la vivienda a unos 300 metros de la ruta provincial 228, que divide en dos a la villa. Localizada la vivienda pidieron apoyo a la policía cordobesa y el lunes a media mañana se presentaron ante la dueña de casa, una mujer conocida por el apodo de Martu. La mujer, de 44 años y oriunda de barrio Villa Urquiza de Rosario, se había afincado en Yacanto seis años atrás. Allí residía con sus dos hijos veinteañeros. Esta mujer tiene un lazo parental político con el Morocho y lo conoce desde que eran adolescentes.
La mujer les franqueó el ingreso a los policías para que realizaran una requisa. En la vivienda no encontraron armas pero si ropa del Morocho. También secuestraron otros elementos, entre ellos un celular que fue incautado para ser peritado. Según pudo saberse el lote donde está asentada la casa de Martu tiene una “cesión de terreno” de 2016. La construcción de la casa de dos plantas, a manera de dúplex, es típica del lugareño trabajador. En uno de los costados de la vivienda, a medio levantar, quedó una habitación de material que estaba siendo construida por el Morocho. Ambas viviendas estaban dentro del casco urbano y a la vista del resto del vecindario. En el lugar también encontraron un Fiat Siena color negro con un choque reciente, que habría sido utilizado por Mansilla en su estadía en las sierras.
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Entre el color de la vida del Morocho sobresale un día de mayo, que no pudo ser precisado, en el cual pudo haber sido detenido por la policía en tránsito sobre la autopista Rosario-Córdoba. Con Martu al volante y Mansilla en el asiento del acompañante, el auto en el que circulaban rumbo a Villa Yacanto fue parado en un control de rutina de la Policía Caminera cordobesa en jurisdicción de Villa María. Los policías revisaron los papeles del auto y de la conductora y le labraron una multa porque circulaba con una luz de posición rota. En ningún momento los policías sospecharon que el hombre que iba en la butaca derecha delantera era la persona más buscada en la provincia de Santa Fe y sobre el que pesaba una recompensa de un millón de pesos ofrecidos por el Ministerio de Seguridad del gobierno de Omar Perotti.
Fuentes de la investigación contaron que Mansilla camuflaba sus tatuajes en la cara colocándose base de maquillaje y una bufanda para cubrir su cuello. Y en la cabeza la capucha de un buzo o un gorro de lana. Estando en Rosario, el Morocho sólo salía de sus guaridas para realizar “trabajos” que podían estar vinculados con la narcocriminalidad o el sicariato. Trabajaba para él y con su propia banda. Se movía en un Peugeot 208 o un Volkswagen Fox. Ahora está alojado en la cárcel de Coronda, muy lejos del paisaje serrano.