Mario Alarcón es un rosarino de pura cepa: se crió en el barrio Azcuénaga, es hincha de Ñuls, como admirador de Lisandro de la Torre su idea era estudiar Derecho y dedicarse a la política, pero una clase de Literatura en la escuela secundaria le despertó interés por el teatro y derivó en su primera actuación.
Comenzó en el radioteatro en LT2 de Rosario y desde 1968 reside en Buenos Aires, desde donde construyó una prolífica carrera. Alarcón demuestra su oficio tanto para el drama como para la comedia. Sus premisas siempre fueron simples: “cumplir los horarios y tener bien aprendida la letra”. El actor, que tuvo una destacada interpretación como el juez Fortuna Lacalle en la película ganadora del Oscar “El secreto de sus ojos”, fue designado Artista Distinguido de la Ciudad por el Concejo municipal, en un proyecto del edil Carlos Cardozo.
En ese contexto, y apelando a su impecable memoria, dialogó con Sociedad y compartió anécdotas vinculadas con su historia artística en cine, teatro y televisión, por la que recibió premios destacados como el ACE de Oro (2022), el Konex de platino (2021) y el Premio Podestá a la trayectoria (2010). En esta entrevista cuenta cómo fue su paso de vendedor de zapatos a formar parte de los elencos de los teatros Cervantes y San Martín. Y también el momento en que Alfredo Alcón, con quien había trabajado en teatro haciendo “Hamlet”, lo recomendó para hacer un coprotagónico en el “El agujero en la pared”, que fue su debut en la pantalla grande.
—Estaba en tercer año en el Superior de Comercio y ya tenía decidido estudiar abogacía. En 5º año, un día la profesora de Literatura, señora de Giacossa, quería hacer un entremés de Cervantes y lo hice yo. La profesora me dijo “pero Alarcón, usted lo hizo como si fuera un actor profesional” y ahí se despertó todo. A partir de ahí empecé a trabajar haciendo radioteatro en la LT2 y cuando volví del servicio militar empecé en Aquelarre, el teatro independiente que dirigía Héctor Barreiros. Ahí decidí venirme a Buenos Aires porque todo el trabajo estaba acá y vivir de la profesión no se podía, aún hoy es difícil en el interior. Así fue que en el 68 me radiqué en Capital.
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En el Concejo, después de la distinción, con amigos, ex compañeros de la secundaria, el director Nene Molina y el edil Carlos Cardozo.
—¿Cómo fue esa época suya en el radioteatro y en el teatro independiente de Rosario?
—El radioteatro era muy importante porque la televisión recién estaba naciendo, o sea que los pueblos del interior escuchaban radio. Se trabajaba muy bien en los pueblos porque tenía mucho alcance la radio rosarina. El radioteatro me dio oficio, de radio y de teatro. Tengo muy lindo recuerdo porque la gente te esperaba, llegabas con la camioneta tocando bocina, eran momentos tan nuestros, tan argentinos. Para el pueblo era una fiesta, porque llegaba la compañía a hacer la obra que estaba haciendo por radio. La imaginación y la magia que tiene la radio, ver en vivo después a los actores y actrices, aunque a veces también se defrauda, porque cada oyente se hace una imagen del personaje y del actor (risas) y a veces condice y a veces no. Imaginate que yo tenía una voz bastante grave en ese momento, entonces se imaginaban una cosa y bajaba yo que pesaba cincuenta kilos.
—¿Qué importancia tuvo Mario Lozano cuando le prometió llevarlo al grupo de teatro de River? Usted habrá pensado que era para ponerse la camiseta 9 del club, pero no, era para otra cosa.
—(Risas). La historia fue así: Lozano tenía una fábrica de zapatos y venía a Rosario con las muestras a Calzados Vincenti, donde mi tío estaba de gerente y donde yo en las vacaciones de verano del secundario trabajaba, porque había que laburar sí o sí. Le dije a mi tío sobre mi intención de venirme a Buenos Aires y entonces me presentó a Lozano, que me consiguió trabajo de vendedor de zapatos. Al tiempo me dijo: “Mirá, yo estoy dirigiendo el grupo vocacional de Ríver Plate, es para socios, pero si vos querés yo hablo”. Le dije que sí y así empecé, en ese grupo del club.
—¿Y cómo influyó Alfredo Alcón para que se dé su debut en el cine?
—Estaba haciendo con él “Hamlet” en teatro cuando me llaman para esa película. Debuté en cine haciendo un co-protagónico con Alfredo Alcón, para mí fue extraordinario. Lo poquito que sé de actuar en cine me lo enseñó David Kohon, el director de esa película, al que siempre estaré agradecido. La película fue un fracaso, comercialmente hablando, pero a mí me sirvió muchísimo, tal es así que estuve ternado en un premio. Tengo un gran recuerdo de Alcón, como compañero y como profesional, me enteré mucho después de que él me había recomendado, trabajábamos todas las noches juntos en “Hamlet” y nunca me dijo nada. Mi mayor respeto para él, como actor obviamente y, como compañero y persona, de una ética inflexible.
—¿Qué importancia tenía para un actor joven que recién comienza rápidamente formar parte de los elencos del Cervantes y del San Martín?
—Muchísima. Fue una vidriera estar en esos elencos porque ahí te iban viendo los productores y los directores, no como hoy que podés mandar currículum o escenas por computación, al canal de televisión uno iba a buscar trabajo llevando fotos. Cuando cambió el gobierno (1973), salí del Cervantes. Son las reglas de juego de los teatros oficiales en este país, cambia el gobierno y cambia todo, creo que cambia hasta el portero. Me di el gusto de hacer ahí algo que no se hace más, teatro clásico español en verso, me encantaba hacerlo. De todas maneras debo decir algo: siempre he vuelto a trabajar en esos teatros, independientemente de los gobiernos de turno. Me siento bien porque, como yo no milito en ningún partido político, me valoran como actor.
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Alarcón en el rol del juez Fortuna Lacalle, junto a Ricardo Darín (de espaldas), Guillermo Francella y Soledad Villamil.
—¿”El secreto de sus ojos” le potenció la popularidad?
—Sí sí, fue fundamental. Por la repercusión que tuvo esa película, aún hoy me para gente en la calle. Lo que pasa es que el cine es masivo, pueden dar mi película en Añatuya y me conocen. Hacer teatro acá en Buenos Aires es más reducido todo, la potencia del cine es muy importante, incluso internacionalmente hablando.
—¿Según su experiencia, se puede trasladar al cine lo que se aprende en el teatro?
—Sí, se puede, si tenés oficio te adaptás, lo importante es saber actuar, pero son dos técnicas diferentes. Me acuerdo siempre que David Kohon en una indicación me dijo: “Escuchá, olvidate del teatro, esto es cine, vos confiá que la cámara te ve el pensamiento”. Eso me marcó a fuego y para mí es una lección que aprendí a rajatablas.
—¿Le ha pasado que su personaje tenga que decir cosas con las que usted no estaba de acuerdo?
—Sí, me ha pasado. Yo soy actor, cuando acepto un trabajo no hago críticas sobre mi personaje, mi responsabilidad fundamental es hacerlo lo mejor posible y seguir las indicaciones del director. No cuestiono, no critico, no me pongo en espectador, hago mi trabajo. No hago críticas subjetivas sobre mi personaje ni nada por el estilo, me encanta actuar.
—¿Siente que estos reconocimientos, como el ACE o la distinción del Concejo de Rosario, le llegan en un momento justo?
—Al ACE lo sentí como un reconocimiento de los compañeros, de los actores argentinos. A ese premio lo sentí especialmente porque indica que no estoy equivocado con mi forma de comportarme como persona y como profesional. La distinción de Rosario es también reconocer una trayectoria y una forma de trabajar como profesional, es una caricia muy importante, sobre todo para mí que soy rosarino. Es como decir “en mi tierra soy profeta”, sin ánimo de ser grandilocuente.
—¿Cuáles son las premisas que usted ha sostenido desde el inicio a la hora de realizar el trabajo?
—Siempre digo que acá hay que luchar mucho con el ego, cada uno lo maneja a su manera, a veces pienso que el ego es un enemigo disfrazado de amigo. Hay que entender que cuando uno va a un rodaje todos estamos trabajando. Si bien el actor pone la cara, hay un montón de gente trabajando para que yo ponga la cara. Mi premisa más básica es ser respetuoso con el trabajo de los demás: si te dicen a las 8 es a las 8, y hay que estudiarse las escenas de memoria. La base es el respeto por el trabajo de los demás.