La decisión de los tres cortesanos le permite a Cristina recuperar centralidad en el escenario político y aplaca a sus críticos dentro del universo peronista (que cada vez son más), pero le quita la carta de la candidatura para disciplinar a los rebeldes.
Desde hace una década el liderazgo de Cristina viene reduciéndose. De presidenta a vice. De conductora nacional a líder bonaerense, primero, y a guardiana del conurbano, después.
Ahora Cristina intentará montar en Constitución su Puerta de Hierro. Al contrario que Juan Domingo Perón, la titular del PJ atravesará su exilio en Buenos Aires, en el corazón del poder, y no tendrá que mandar mensajes a la militancia, la dirigencia y el resto del sistema político con cartas o entrevistas filmadas, sólo tendrá que agarrar el celular.
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AP Photo/Natacha Pisarenko
Sin embargo, las diferencias más sustanciales son políticas: antes el movimiento estaba proscripto y ahora sólo ella está excluida, y el General tenía un horizonte biológico más extendido. Por eso, entre la sangre y el tiempo podía elegir el tiempo. No sólo por convicción, también por conveniencia.
La marcha que prepara el peronismo para el miércoles también está lejos de un 17 de octubre. En 1945 Perón era un líder en ascenso, empujado por una nueva fuerza social. Ochenta años después, Cristina está en declive, con una base reducida de fieles que la siguen por lo que hizo hace más de diez años. La movilización parece un último baño de masas, un ritual de despedida.
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Acorralada, Cristina no llamó a un levantamiento popular sino a salir a buscar a los heridos del modelo de Milei y a volver a presentar al peronismo como una alternativa electoral. Otra demostración de que el kirchnerismo es menos radicalizado de lo que sus seguidores y sus opositores más fanáticos creen.
La exclusión de Cristina y la disputa por la sucesión
En el corto plazo, la campaña por la liberación de Cristina le inyecta mística al PJ, pero los problemas siguen ahí. Perdió parte de su base, está balcanizado y repite las recetas del pasado. Para el peronismo la condena a Cristina es tanto un mazazo y una mancha como una oportunidad. Para rescatar el valor de la transparencia y renovar caras, métodos e ideas.
La foto de la gran familia peronista con la silla vacía de Cristina muestra una justicialismo en estado asambleario, donde conviven referentes que coquetean con el abstencionismo como Juan Grabois y dirigentes que plantean un gran frente opositor, como Sergio Massa. En el medio, gobernadores, intendentes, sindicalistas y legisladores con más dudas que certezas, mientras La Cámpora se reduce a un fandom de CFK.
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En algún momento, la espuma de la movilización permanente irá bajando y el peronismo abrirá paso a un nuevo liderazgo. Por primera vez desde 1983, el nuevo jefe no habrá refrendado su victoria interna en las urnas. Cafiero le ganó a los ortodoxos, Menem le ganó a Cafiero, Duhalde le ganó a Menem, y los Kirchner le ganaron a los Duhalde. Como Ramón Díaz, Cristina podrá hacer el gesto de “yo no”. En la liga del peronismo se retiró invicta.
Se verá si Rosatti sumerge al peronismo en una crisis más profunda o actúa como el plomero que destrabó la obstrucción de la renovación. Ironías de la historia: la puerta del poskirchnerismo la abrió un ministro de Néstor.
Milei y un festejo a media máquina
El fallo cae en una sociedad polarizada, con la narrativa de CFK en minoría. Según un informe de esta semana de la consultora Zuban Córdoba, 53 % cree que Cristina es culpable, 40,8 % considera que es inocente y 6,2 % no sabe; 52,3 % piensa que debe ir presa, 42,9 % plantea que no y 4,8 % no sabe.
El estudio muestra un dato todavía más preocupante para la fuerza que alguna vez fue fuerte en la juventud: entre las personas de entre 16 y 30 años el porcentaje de quienes creen que Cristina es culpable trepa al 70,9 %.
Así como la sentencia impacta en el peronismo también sacude a la vereda de enfrente.
El gobierno de Javier Milei festejó más como un gesto hacia su base antikirchnerista —tanto el viejo electorado del PRO que se tiñe de violeta como los jóvenes que ven a Cristina como una encarnación de la casta— que por convencimiento. El aparato comunicacional del gobierno funcionó a media máquina.
El gobierno quería a Cristina en cancha, para contrastar modelos. En un rapto de garantismo, los funcionarios deslizan que no quieren montar un show con la detención. La foto de CFK esposada y alojada en una dependencia federal es la fantasía del antiperonismo rabioso, pero plantea un problema al gobierno: ¿qué sucede si Cristina sufre algún incidente?
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Además de que la detención de la dos veces presidenta debilita el poder de chantaje del gobierno, que azuzaba el fantasma del regreso de Cristina para someter a sus aliados, el fallo pone la espada de Damocles sobre los cabellera de Milei. Si Comodoro Py y la Corte avanzaron hasta el final contra la dirigente política más influyente del siglo XXI, ¿por qué no habrán de hacerlo contra un presidente outsider, sin partido y que no se caracteriza por la prolijidad en el manejo del dinero?
El festejo de la justicia de hoy puede ser la denuncia de lawfare de mañana. El problema es que la politización de la Justicia y la judicialización de la política son como la pasta de dientes: una vez que sale del tubo, es imposible volverla a meter.
Flaco favor le hace a la confianza en las instituciones una causa tan relevante y con un trámite tan discutido. Si bien la relación entre los Kirchner y Lázaro Báez es opaca, una expresidenta fue condenada por supuestos desvíos de obra pública, pero no ni los jefes de Gabinete ni el ministro de Obras Públicas, en una causa en la que intervinieron jueces y fiscales que jugaban al fútbol con Mauricio Macri y participaron del famoso viaje al lago Escondido. ¿Qué hubiera pasado si jueces y fiscales a cargo de las investigaciones que tienen como protagonista al presidente del PRO hubieran ido a Olivos a maratonear Game of Thrones con Cristina?
Pullaro, Perotti y la era post Cristina
La noticia de la sentencia de Cristina también generó réplicas en Santa Fe. Tanto Maximiliano Pullaro como Pablo Javkin defendieron la condena, en la disputa con La Libertad Avanza por el electorado antikirchnerista.
El gobernador es seguido por el círculo rojo, que sondea opciones para 2027. Incluso les interesa escuchar a Axel Kicillof, que podría encarnar una versión de kirchnerismo honesto.
“Es una cancha en la que no me hallo, no conozco a los actores”, le dice Pullaro a los suyos. Aunque como buen político si ve la oportunidad no la dejará pasar.
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En un terreno que sí conoce como la Legislatura santafesina el gobernador consiguió el aval para tomar deuda por más de 1.000 millones de dólares para obra pública.
La mayoría de los bloques opositores adoptaron una posición más dura. Se vienen las elecciones locales, la Constituyente y las legislativas nacionales.
En ese río revuelto Omar Perotti vio una oportunidad para recuperar protagonismo. Después de la floja performance del 13 de abril de un PJ partido en tres y sin candidato puesto para 2027, el rafaelino puede encontrar en la etapa post Cristina un marco más amigable con su perfil.
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En Santa Fe se preguntan si la condena a Cristina afectará de alguna manera las elecciones locales.
En Unidos aparecen dos miradas. Entre los principales dirigentes de la alianza algunos creen que acentúa la polarización entre La Libertad Avanza y el peronismo. “Te tira para abajo en los lugares donde venís peleando con el PJ y no tenés un candidato con perfil anti K”, dicen.
Otros leen que la situación judicial de Cristina exacerba a los núcleos duros pero no moviliza al resto, menos a la gran masa silenciosa que no fue a votar. “En Rosario no hubo ni cacerolazos ni bocinazos”, resaltan.
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Por lo pronto, la confirmación de que Milei no vendrá a Rosario el 20 de junio es para Unidos un mal gesto institucional pero una buena noticia electoral. La presencia del presidente en el Monumento habría sido un espaldarazo extra para Juan Pedro Aleart y habría nacionalizado la campaña en la recta final.
“Podía generar movilizaciones a favor y en contra. Aspiramos a que esta semana se hable de Rosario y de la recuperación”, dicen en el Palacio de los Leones. El oficialismo necesita una agenda local, lejos de las tribulaciones de una Cristina menguante que tratará de conservar algo de influencia en la nueva etapa política que se abre con su condena.