“Fue Ale, el hermano de Ludmila”, alcanzó a decir Débora Natalia Fernández mientras la llevaban en un auto, gravemente herida a balazos, a un hospital. Minutos antes le habían disparado siete balazos en la puerta de su casa por una razón que la joven de 28 años tal vez no llegó a conocer: el día anterior un hermano suyo que estaba preso en Piñero había tenido problemas con Ariel Maximiliano Cantero, apodado “Chanchón” e hijo de Ariel “Viejo” Cantero, uno de los jefes de Los Monos. Casi un año después por el crimen este miércoles fue condenado a 18 años de cárcel otro hijo del Viejo Cantero: Alexis Claudio Schneider, conocido como “Tartita”.
Además de que la víctima lo reconoció como su ejecutor y varios vecinos vieron merodear su Volkswagen Gol Trend rojo por la escena del crimen, el propio joven de 21 años admitió la autoría del hecho mediante un procedimiento abreviado acordado entre el fiscal de Homicidios Alejandro Ferlazzo y la defensa de Schneider. El acuerdo fue homologado ayer por un tribunal conformado por los jueces Florentino Malaponte, Pablo Pinto y Valeria Pedrana.
Cerca de las 14.30 del martes 17 de marzo de 2020 un hombre bajó de un Gol Trend rojo y golpeó la puerta de una casa de Colombres al 3000, en barrio Godoy. En la casa había varias personas pero quien abrió la puerta fue Débora, quien recibió siete balazos en pecho y abdomen de parte de un joven que se subió al auto y huyó.
Débora quedó tendida en el piso mientras sus familiares, alertados por los disparos que acababan de escuchar se acercaban a ver qué había pasado. Ayudados por vecinos la subieron a un auto y la llevaron hasta el Policlínico San Martín; de allí la derivaron al Hospital Clemente Alvarez, donde murió. Como estaba consciente, alcanzó a decirle a uno de sus hermanos que quien le había disparado era “Ale, el hermano de Ludmila”, una prima de ellos por parte de su madre.
¿Por qué el hermano de una prima de Débora había ido a dispararle sin mediar palabra? La respuesta le dio entidad a un mensaje que la madre de la víctima había recibido momentos antes del hecho de parte de Darío Fernández, uno de sus hijos que estaba preso en Piñero. “Mami, me mandé una cagadita, ¿ustedes están bien?”, le había preguntado el muchacho apodado “Casquito” a su madre.
Con el correr de la investigación se corroboró que un día antes, en el pabellón 7 de Piñero, había habido un incidente entre Casquito y Chanchón. Sobre el incidente circularon más de una versión: algunos decían que Fernández le había pegado una puñalada a Cantero y otros que lo había echado el pabellón luego de pelearse porque Chanchón “le pegaba a los pibes” allí alojados y Darío había salido en su defensa.
Las versiones coincidían en que, como corolario del incidente, Chanchón se fue prometiendo venganza: “Esto no va a quedar así”, le habría dicho. Y al día siguiente fue asesinada la hermana de Fernández. Según coincidieron familiares de Débora, quien sindicó a Alexis, habían conocido al homicida en una fiesta de cumpleaños de una prima de la familia, una adolescente que a pesar de no tener el mismo apellido que Chanchón Cantero y Alexis Schneider comparten el mismo padre.
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Los testimonios de los vecinos de Débora tuvieron que ver con la caída de Tartita, detenido dos meses después. Varios vieron bajar a un joven de un Gol Trend rojo con vidrios oscuros que había estado dando vueltas por la zona en los minutos previos al crimen. Otros, tras escuchar los disparos, vieron al vehículo dejar la zona a gran velocidad. Otro lo había visto detenido en la esquina de Colombres y Giancaglia.
Entre las evidencias contra Schneider hay imágenes de cámaras de vigilancia que muestran el vehículo en la esquina de la escena del crimen, el informe de seguimiento del auto por distintas calles de la ciudad, fotos que el sospechoso se había sacado junto al auto y publicado en redes sociales.
El acuerdo por el cual fue condenado Tartita incluye otros delitos como la tenencia ilegal de un revólver calibre 38 y de gran cantidad de municiones que se encontraron en los allanamientos en los que fue apresado. Por eso, además de el homicidio agravado por el uso de arma de fuego, se lo sentención por la portación de esa arma y la del revólver.
La pena acordada tuvo en cuenta que los motivos que lo llevaron a “matar a una mujer ajena a sus conflictos funda un mayor reproche penal ya que fue una represalia por un conflicto mantenido por su hermano” en la cárcel. Según se estableció, la muerte de Débora fue cuestión de azar porque la agresión podría haber sido contra cualquier miembro de su familia.