“Con todas las cosas que pasan en esta zona no puede ser que no haya una sola cámara de video vigilancia. Este es un barrio duro. En el que pasan muchas cosas. Pero si miran en la zona no hay una sola cámara”, reflexionó un joven vecino de Necochea al 3500, entre el pasaje Villar y bulevar Seguí. En esa cuadra, el martes por la noche, un incendio en un monoambiente de pasillo, lindero al Club Atlético Necochea (CAN), sobresaltó al vecindario. El incendio fue en el departamento en el que residía desde hacía poco más de un año Eduardo Marcelo Oviedo, de 61 años y enfermero jubilado. Pero lo que en principio pareció ser "un hombre que se quedó dormido con el cigarrillo en la cama y se le incendió el departamento”, como refirieron vecinos en un primer momento, pasó a ser un homicidio a partir de la revisión que el médico policial realizó sobre el cadáver, que detectó en el cuerpo de la víctima varias puñaladas en el cuello y el tórax. Esas heridas fueron confirmadas por el preinforme de autopsia ordenada por el fiscal Alejandro Ferlazzo, quien quedó a cargo de la investigación.
“Perdón, ¿dónde fue el incendió de anoche en el que hubo un muerto?”, preguntó el cronista a un vecino. “Fue en aquella cuadra”, respondió el residente señalando la calle Necochea entre pasaje Villar y Seguí. “¿Hay algún punto de venta en esa cuadra?”, repreguntó el periodista sólo para conocer dónde estaba pisando. “Justo en esa cuadra no. Pero si querés te cuento”, dijo el vecino con una sonrisa, entre amable y socarrona. En esa cuadra a Oviedo se lo reconocía por su nombre de pila, Eduardo, aunque para los más jóvenes en las inmediaciones de la escena del crimen era “el viejo de atrás”. Vivía en uno de los doce monoambientes de pasillo ocultos detrás de un portón blanco con huellas de impactos de bala cubiertos con masilla.
“Esas marcas son de una balacera de abril pasado. Hace poco volvieron a balear, pero no sabemos para quién fue”, explicó un residente haciendo alusión al ataque a balazos ocurrido la noche del último lunes 26 de abril. Alrededor de las 19.30 dos personas en moto, una de ellas llevaba un bebé según algunos testimonios, dispararon a mansalva contra el portón. Los atacantes no escatimaron plomo. Los peritos levantaron de la escena 11 vainas calibre 40 y otras 20 nueve milímetros. Por aquellos días los investigadores indicaron que en el pasillo vivía una familiar con lazo sanguíneo con Alan y Lautaro Lamparita Funes.
“El portón siempre está cerrado. Para entrar alguno de los que viven acá te tiene que abrir. Pero acá vive cada uno. El viejo (por Oviedo) se la pasaba en pedo y merqueado. Perdió cualquier cantidad de juegos de llaves. Nadie puede asegurar si la puerta al que lo mató se la abrió Eduardo o si es alguno que tiene una copia de la llave del portón. La idea es que siempre esté cerrado y que el que pase sea un conocido de los que viven, pero puede fallar”, dijo un residente.
Viviendo gratis
Sobre Oviedo sus vecinos contaron que tenía severos problemas de adicciones, las que se fueron consolidando a partir de un trato nulo con su familia. La vida de un errante en un territorio complicado. “El viejo te contaba que estaba gratis. Que hace como diez años le habían puesto un marcapasos y que desde ahí vivía gratis. Creo que por eso se jubiló como enfermero. Era un tipo que a las diez de la mañana arrancaba tomando una cerveza. Por ahí venía y preguntaba: «¿Sabés dónde puedo comprar merca?». Y nosotros le decíamos: «Te decimos pero anda a comprar vos. Nosotros no le vamos a comprar merca a nadie»”, relató un joven de la zona. Oviedo vivía solo en el último departamento de la planta baja, frente a un parrillero. “Por ahí hacíamos un fuego (para un asado) y el viejo venía y se ponía a hablar”, relató otro residente.
>>Leer más: Fue a comprar droga y lo mataron en "La U" de Tablada, donde hay crímenes desde hace más de 15 años
Según se pudo precisar del diálogo con los pocos vecinos que aceptaron hablar con la prensa, nadie escuchó ruidos que llamaran la atención hasta que el olor a cable quemado los alertó sobre el fuego en la casa de Oviedo. “Muchos corrimos hacia nuestras casas porque pensamos que se quemaba la nuestra. Pero no. Era la de Oviedo”, explicó una vecina. Al menos dos residentes ganaron el interior de la vivienda pateando la puerta e intentaron rescatar al inquilino, quien ya estaba muerto, aunque se le practicaron maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP).
Al observar la situación, una dotación de Gendarmería que patrullaba las inmediaciones se topó con el incendio, dos vecinos intoxicados por el monóxido de carbono y el cuerpo de Oviedo con heridas en el cuello. “Los gendarmes batieron cualquiera. Primero dijeron que se había quemado. Después que se había matado. Y por último que lo habían matado”, relató una joven de la cuadra.
Efectivos de bomberos lograron sofocar el incendio y evitaron que se propagara a las casas linderas. Se constató que en el interior de la vivienda había un colchón que había sido consumido por el fuego. Al llegar el médico policial y revisar el cadáver de Oviedo constató heridas de arma blanca en el cuello y en el pecho. Estas heridas fueron confirmadas con la autopsia realizada en el Instituto Medico Legal. Mientras los bomberos trabajaban en la escena al lugar llegó uno de los hijos de Oviedo, quien lo reconoció y dio detalles de quien era la persona fallecida. El fiscal Ferlazzo comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran recabando testimonios que permitan reconstruir los últimos minutos de la víctima.