Marcelo Gustavo Lares murió de un balazo en la nuca durante una persecución policial ocurrida hace tres años en Empalme Graneros. Si se trató de una respuesta policial legítima a una agresión previa o la ejecución de una persona desarmada, es el gran duelo de partes en el juicio al suboficial mayor Raúl Anzoategui. Este policía, imputado de homicidio calificado, ayer se declaró inocente de cualquier acción ilegal y afirmó que abrió fuego para replicar el disparo inicial efectuado por el joven de 20 años, pero que lo hizo en defensa propia.
El primer día del juicio la médica forense Silvia Cavallini había señalado que la bala que le extrajo a Gustavo en la autopsia no había entrado, a su criterio, de manera directa al craneo sino tras rebotar en algo muy duro, que es lo único que puede explicar la deformación del plomo. Eso reforzaría la idea de que quien tiró no lo hizo para matar.
"No hay una sola prueba que nos lleve a una intencionalidad homicida. Anzoategui se declaró inocente del homicidio calificado. Se hizo hincapié en una pericia de Gendarmería que señala que la bala examinada no salió ni de su arma ni de la del otro policía que admite haber disparado", dijo el abogado Sergio Casas, defensor del policía.
En efecto, en esta acción hubo otro efectivo sospechado, el cabo Claudio R., que ya resultó sobreseído. Este efectivo siempre dijo que disparó contra el piso. "Objetivamente no pudo establecerse quién hizo el disparo que produjo la muerte del joven. Y si la médica forense señala que el tiro rebotó contra algo duro no podemos descartar a ninguno de los dos policías dado que ambos aceptaron haber tirado", agregó Casas.
Toda esta línea argumental se basa en la legítima defensa de los policías. No obstante eso quedó en fuerte contradicción con lo que afirmaron dos testigos del hecho. Estos repitieron el martes ante los jueces lo que habían dicho en el inicio del trámite: que el joven baleado en la nuca y hundido en el arroyo Ludueña, no llevaba armas, lo que desacredita la existencia del balazo inicial como detonante de una réplica policial.
Esa duda se robusteció por el planteo del perito balístico de la Policía de Investigaciones (PDI), Gustavo Colombo, quien señaló en el juicio que el revólver que se encontró junto al cuerpo del muchacho no tenía aptitud para el disparo. Para el fiscal Luis Schiappa Pietra eso indica que a Lares le plantaron el arma.
Colombo también discute con la pericia de Gendarmería que señala que el balazo no provino de ninguna de las armas de los policías. Lo que dijo es que eso no puede saberse: el plomo estaba tan deformado que era imposible cotejarlo con el cañón de la pistola de ambos empleados.
Esto último, para el defensor de Anzoategui, corrobora que no hay evidencia contundente contra su cliente. "La única certeza es que no se sabe de qué arma salió el disparo. No se pudo comprobar eso, ni tampoco cuál fue la trayectoria que siguió la bala", sostuvo Casas.
El fiscal rechaza con énfasis esto último. El 6 de junio de 2013 llegó un patrullero para allanar la casa de Lares en busca de su hermano por orden del juzgado de Instrucción Nº 11. Algo impulsó a Gustavo a escurrirse de la casa y tres policías corrieron tras él. En la huida Lares intentó escabullirse de sus perseguidores tomando como escudo a un chico a metros del arroyo Ludueña. Pero dos familiares del pibe se lo impidieron y lo forzaron a huir.
Estos familiares son los dos testigos que aseguraron que Lares iba desarmado. Angel S. dijo anteayer que en la pelea rodó junto a Lares por la barranca del arroyo, que en esa acción le levantó toda la ropa y que si tenía un arma se le debió haber caído. Su hermano Abel S. remarcó que el joven no hizo ningún ademán de tener armas y que corría asustado delante de los policías.
De esto deduce el fiscal que el revólver Bersa calibre 22 largo a Lares se lo plantaron. Y que la ineptitud para el disparo de esa arma, que aduce el perito Colombo, tumba la coartada de que los policías actuaron en defensa legítima. El abogado de Anzoategui remarca que otro perito balístico policial manifestó que él pudo desarmar la Bersa 22 y que los mecanismos estaban en buen estado lo que implica que el disparo previo, que los testigos niegan, pudo existir. "El chico escapaba de la persecución policial por lo que mal habría legítima defensa; además no llevaba armas