PMS es el nombre de un club de fútbol que nació en barrio Itatí el año pasado en recuerdo de Pablo Maximiliano Silva, un chico de 14 años asesinado con un tiro en la espalda que no era para él mientras miraba jugar a sus hermanos en una canchita. Desde ese día de noviembre de 2018 su padre, Antonio, encaró varias luchas a la vez. La del club que nació enfrentando las balas, la batalla para sobrellevar “el día a día” y la pelea para que se encontrara al responsable. Ese es el capítulo que cerró este lunes con la condena a Juan Pablo Maidana a 13 años de prisión como autor del crimen.
Cuando Maidana, de 31 años, aceptó la pena que puso fin al trámite judicial, Antonio fue a visitar a su hijo al cementerio. Fue, dice hoy, una ceremonia para “agradecer” el apoyo de tanta gente —vecinos, amigos de su hijo, padres y madres de esos amigos— que lo acompaña en esas luchas: “Le transmití a mi hijo que ahora, casi cuatro años después, puede descansar en paz. Es algo que nos trajo mucho alivio a toda la familia. Saber que se hizo justicia y que esto no quedó impune como un caso más”.
La condena se dictó el lunes en un juicio abreviado. Un procedimiento en el que el acusado reconoce el delito y acepta la pena. El acuerdo fue propuesto por el fiscal Gastón Avila y los defensores Fausto Yrure y Agustín Ferrari, con el consentimiento del querellante Ezequiel Torres.
Un tribunal integrado por los jueces Patricia Bilotta, María Trinidad Chiabrera y Gonzalo López Quinta aceptó la propuesta. Maidana fue condenado como autor de un homicidio agravado y la portación ilegal de un arma de uso civil.
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“Fue muy duro no quedarnos sentados mientras estuvo más un año y medio prófugo. Era un muchacho que era conocido del barrio y tampoco tenia maldad, no sé qué le pasó en ese momento. Queríamos conocer su versión. El se hizo cargo, no negó lo que hizo y eso es lo que necesitábamos”, dice a este diario Antonio, que encontró “alivio” con la condena y no deja de agradecer a las personas que lo ayudaron a no bajar los brazos, entre ellos sus abogados.
En la canchita
Pablo era el menor de sus cuatro hijos. Al igual que dos hermanos varones jugaba al fútbol en el club Juan XXIII, donde su padre era coordinador de las inferiores. Había cumplido 14 años un mes antes del crimen. Iba a la escuela y era hincha de Newell’s. El 21 de noviembre de 2018 almorzó con su padre al volver de la escuela, durmió la siesta y salió a ver a sus amigos. A las 20 estaba en la canchita de Pueyrredón y Garibaldi, a cinco cuadras de su casa, para ver jugar a sus hermanos.
Una hora y media más tarde apareció en moto un joven armado y la gente se desbandó. Pablo intentó cubrirse pero fue herido por la espalda. El proyectil le lesionó la aorta y se le incrustó en la columna. “Cumpa, no siento las piernas”, le dijo a un vecino que salió de su casa al escuchar el disparo y vio perderse al tirador en una moto grande y oscura. Pablo murió en el Heca pasadas las 23.
Los vecinos dijeron que el autor había sido "Juampi" en su moto Honda Titán y que el ataque iba dirigido a dos hermanos: "Tonga" y Andrés. Dos testigos declararon bajo reserva de identidad. Uno dijo que estaba preparando la comida en su casa cuando pasó una moto por el frente y efectuó el disparo que hirió a Pablo. Dijo que conocía de vista a Juampi y dio su dirección.
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"Venía de días atrás andando por el barrio con la moto. Tenía problemas con Tonga y Andrés que se fueron para barrio Ludueña", aportó una mujer. Los hermanos fueron localizados y admitieron el incidente que originó la represalia fallida en la que Pablo perdió la vida.
Andrés contó que había baleado a Maidana luego de una pelea en esa misma canchita. Dijo que, al salir del hospital, Juampi pasaba seguido frente a la casa de su madre buscando venganza. Tonga también declaró: dijo que "una semana después ocurrió lo de Pablito" y que él estaba sentado cerca del chico cuando le dispararon: "El tiro era para mí", admitió.
Un año y medio después la Fiscalía difundió una foto de Juampi Maidana y el joven se entregó. Está preso desde entonces y participó de las audiencias judiciales conectado por pantalla.
“A Pablo lo conocían todos. Su lugar en el mundo era esa canchita de futbol donde iba a mirar a los chicos que jugaban”, lo evoca su papá. En ese lugar los vecinos de barrio Itatí —quienes participaron de marchas por el caso— pintaron un mural que lo recuerda.
El año pasado nació en el barrio el club PMS, de camisetas verdes y amarillas, que juega en la categoría C de la Liga Rosarina de Fútbol. Un espacio del que Antonio habla con gratitud y orgullo: “Es el lugar que me hace cada día más fuerte. Siento que mi hijo me dejó este aprendizaje para que pudiera continuar”.