Jueves 04 de Marzo de 2021
En lugar de balaceras, una pelota. Esta podría ser la carta de presentación del nuevo club que nació en barrio Itatí, de la mano de un padre que perdió hace tres años a su hijo, cuando estaba mirando un partido de futbol. Antonio Silva creó el club PMS (las letras aluden a su hijo Pablo Maximiliano Silva). Con flamante camiseta verde y amarilla, el PMS jugará en la categoría C de la Liga Rosarina de Fútbol y será solo una parte de la Asociación Civil Sportivo Pablo M. Silva, un espacio que buscará impulsar la vida deportiva en los y las jóvenes del barrio y que ya sueña con sacar algún jugador profesional.
"Una vez más el barrio Itatí llora una muerte", comenzaba la crónica publicada por La Capital el 23 de noviembre de 2018. Daba cuenta del asesinato de Pablo, un jovencito de 14 años, jugador de la 8ª división de fútbol del club Juan XXIII, quien fue a mirar cómo jugaban sus hermanos un partido en una canchita de Garibaldi y Pueyrredón y se convirtió en víctima de una de las tantas balaceras narco en la ciudad. Tres años, después su papá crea un club que ya tiene a 150 chicos y chicas desde los 3 a los 25 años.
"En marzo del año pasado comenzamos con la idea del club, pero luego se cortó todo por la pandemia. Empecé con tres pibes en el playón del sudoeste y ahora tengo 150 chicos y chicas, más profesores y preparadores físicos y voluntarios, solo nos falta un espacio propio: por ahora compartimos canchitas en Solís y Seguí ", dice Silva, padre quien fue acompañado en este proceso por la Dirección de Asistencia y Empoderamiento de las Víctimas, dependiente de la Secretaría de Género y Derechos Humanos de la Municipalidad.
En agosto -cuando la ciudad comenzó la etapa de distanciamiento- se reanudaron las prácticas y también se inició el trámite para obtener la personería jurídica de la asociación, que empezó a tener forma de club, con comisión directiva y camiseta. Los colores hay que asociarlos a los padres de Antonio y a los abuelos de Pablo, que eran un brasileño y una uruguaya. Por eso la indumentaria luce verde y amarillo, tanto como celeste y blanco.
“Ojalá que de nuestro espacio llegue a salir un jugador profesional, aunque nosotros en realidad queremos que los chicos sigan estudiando, que sean buenas personas, el fútbol es una excusa”, dijo Silva.
Las prácticas son los días martes, miércoles y jueves, de 17 a 20 y bajo estricto protocolo en el marco de la pandemia.
Entre los objetivos a largo plazo, además de contar con una sede propia, están el poder desarrollar una estrategia descentralizada que aglutine a chicos y chicas de todos los barrios en distintos deportes y trabajar con los Centros Municipales de Distrito.
Al frente de la Dirección de Asistencia y Empoderamiento de las Víctimas (DAEV), Gonzalo Bonifaci remarcó cuál fue el eje de este proyecto. "A partir de un hecho trágico como el que vivió Antonio se empezó a construir un proyecto colectivo con sentido de pertenencia y nosotros como funcionarios del municipio escuchamos y acompañamos, dando lugar a una política pública activa, de proximidad no solo de vecinos y vecinas del barrio, sino también de quienes se interesan por el proyecto".
Apenas fueron definidos los colores del club, se diseñaron los conjuntos para las distintas categorías de los grupos femenino y masculino. Con la venta de los conjuntos y la realización de un bono contribución se obtuvieron los primeros recursos económicos del proyecto que ya puso la pelota en la cancha.