Lo hicieron de nuevo, Con total impunidad, como siempre. Hace poco más de un año, a Juan Manuel Britos le pidieron que abandonara su casa en menos de 24 horas. No fue el único caso. Le pasó lo mismo a decenas de personas que lograron alzar su voz y resistieron, y otras a quienes les ganó la desesperanza y el justificado temor y en pocas horas debieron resolver cómo sería su nueva vida. Sí, su obligada nueva vida. Este jueves su vida terminó con más de 30 balazos en la puerta de su casa.
"Estoy desesperado. No tengo donde ir y nadie me ayuda. No sé qué hacer, sinceramente”, dijo entonces el hombre que manejaba un taxi para ganarse la vida. Quizás su caso se hizo más conocido porque el propio intendente Pablo Javkin llegó hasta su casa para brindarle su apoyo y solidaridad.
"No nos puede pasar esto, Juan somos todos nosotros, esto es lo que se tiene que terminar", dijo el intendente en su momento Javkin en un video que publicó en sus redes sociales. "Juan somos todos nosotros", todos somos uno...
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En una Rosario que sigue sangrando, el salvaje crimen de Juan no es uno más. Se animó a alzar su voz con el temor reflejado en cada palabra: "Estoy desesperado. No tengo dónde ir y nadie me ayuda. No sé qué hacer, sinceramente”, dijo entonces. Quizás su propia desesperación lo llevó a pedir auxilio de la manera que pudo. Y fue ventilar que el narco le pedía su casa de la manera que mejor desarrollaba: intimidando con la muerte baleándole la casa.
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Pasó un año, cambiaron los gobiernos, pero la cuestión de fondo no. Impensado, al menos en lapsos que podrían considerarse prudenciales. Pero Juan Manuel, el taxista de Felipe Moré al 2600, no la vio venir. Este jueves a la noche, cuando se encontraba en la vereda de su casa, limpiando su elemento de trabajo y disfrutando de esa felicidad que el abanico de buenos momentos brinda cuando se ve disfrutar a un hijo que juega sin problemas con amigos, dos jóvenes en moto -la típica- aparecieron y de manera despiadada descerrajaron más de 30 disparos sobre su humanidad.
Vanina, su mujer, contó este viernes aún nublada por la angustia que unos vecinos lo llevaron al hospital con un hilo de vida. No pudo ser. El hombre que había pedido ayuda a gritos y que había recibido custodia policial ya no podía pedir ni reclamar nada más.
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Su mujer pidió justicia y dijo que hay cámaras de seguridad a pocos metros de donde mataron a su compañero. Sus colegas taxistas también expresaron su preocupación a dolor por la muerte de un compañero.
Para las estadísticas será el crimen número x en lo que va del año. Para su familia, una pérdida irreparable. Para sus hijos, la imposibilidad de volver a regalarle pequeños y sutiles momentos de felicidad.