Cuando mataron a puñaladas al jubilado Carlos Viu Gut en su casa del Fonavi Parque Oeste, los vecinos señalaron por el crimen a un joven con problemas de adicciones que había salido de prisión tres semanas antes. “Consume droga desde los 12 años, se cree impune y en mi familia tenemos miedo”, dijo su madre al entregarlo a la policía. La noche del asesinato y la tarde siguiente lo habían visto vendiendo electrodomésticos, pero con el correr de la investigación no pudo comprobarse que pertenecieran a la víctima. Despojado entonces de la acusación por robo, Ariel Taborda fue condenado a ocho años de prisión como autor de un homicidio simple; pena que aceptó en un juicio abreviado.
Esa condena fijó el viernes el juez José Luis Suárez para el joven de 23 años al convalidar una propuesta acordada entre los fiscales Luis Schiappa Pietra y Matías Edery y la defensora pública Eugenia Carbone. Con la admisión del propio imputado, la sentencia unificó esta condena con una anterior en 11 años de prisión. Tres semanas antes del crimen, el 6 de mayo de 2019, había sido condenado a 3 años de prisión condicional por un robo simple y un robo con escalamiento, causas en la que entonces obtuvo la libertad.
Discrepancias
Más de dos años después Taborda fue condenado por haber ingresado el 31 de mayo de 2019 a la casa de Pedro Lino Funes 2055 donde vivía el jubilado de 72 años a quien según la sentencia apuñaló en el rostro, cuello y abdomen. Primero había sido acusado de sustraer un televisor y un secarropas o lavarropas de la víctima a fin de venderlos entre la noche y la tarde siguientes, por lo que al inicio fue imputado de homicidio en ocasión de robo.
Pero según los fiscales “en la investigación hubo discrepancias sobre la pertenencia de esos objetos” ya que la novia del imputado manifestó que estaban realizando una mudanza y tanto el lavarropas como el televisor le pertenecían. “Más allá de que en un primer momento se exploró la hipótesis de que el imputado haya intentado vender los bienes de Viu Gut, lo cierto es que la evidencia recolectada no es contundente y existe la posibilidad de que, en un debate, este aspecto no sea tenido por probado por el tribunal”, argumentaron.
Es por eso que la calificación viró a homicidio simple y se fijó la pena mínima al considerar como atenuantes la falta de instrucción y el contexto de marginalidad del acusado, quien no había logrado ser contenido en su paso previo por instituciones penales. Al momento en que ocurrió el crimen Taborda no tenía residencia fija y solía dormir en el patio de la casa de un familiar.
El crimen se descubrió el sábado 1º de junio cuando se registró un incendio en la vivienda y los vecinos detectaron el humo. Al entrar la policía encontró el cadáver del jubilado en lo que parecía ser la escena de un crimen cometido durante un robo. Según el informe forense, la víctima perdió gran cantidad de sangre y “el período de agonía fue extenso”.
Luego se determinó que el ataque había ocurrido entre la tarde y la noche del día anterior. A Taborda no se le imputó el incendio ante la falta de evidencias de que él lo haya cometido.
Quedó bajo sospecha desde el primer llamado al 911. Una mujer dijo que el autor del incendio y del crimen era “una persona llamada Ariel, que sería del barrio” y deslizó que “los vecinos sospechan que ingresó a robarle porque la víctima habría estado por cobrar un dinero”, al parecer su jubilación.
A eso se sumó el testimonio de una tía de Ariel que dijo que la noche del viernes cerca de las 21.15 su sobrino había pasado por su casa con “la mano derecha cortada y envuelta en sangre” y le pidió que le pegara la herida con “La Gotita”. Ella le preguntó qué había hecho. “Nada, me corté con esto”, contestó él, y le mostró una navaja.
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“Me pareció medio raro porque conociéndolo a él, es terrible”, dijo su tía. Reveló que desde su salida de prisión el joven había entrado a robar en la casa de un vecino e incluso de un tío que “lo terminó echando hace dos semanas de su casa, pero él seguía durmiendo en el patio”. La mujer, que vivía al lado de la casa de Viu Gut, también contó que el joven solía estar en un pasillo por el que se accede a la casa de la víctima. Y que “un vecino lo echaba a Ariel del pasillo, cansado de verlo que se metiera por allí”.
“Era seguro que iba a volver a la casa de mi vecino y ahí lo prendió fuego”, aportó otra vecina que dijo haberlo visto el viernes a la noche vendiendo un televisor envuelto en una frazada y a las 15.30 del sábado con “un lavarropas o un secarropas blanco y azul”.
“Conozco a Ariel. Conozco lo que hace. Es un delincuente que se cree impune. Me tuve que ir de mi casa por los hechos que realiza con total impunidad hace unos años. Desde los 12 años consume droga. La familia y los vecinos le tenemos miedo”, expresó su madre, quien aquel sábado guió a la policía hacia Jorge Newbery al 7700 donde fue detenido cuando iba en un remís trucho. Llevaba encima una navaja y tenía un corte en el meñique derecho y dos ampollas en la mano izquierda.