El fenómeno popular de la sanadora Leda Bergonzi es cada vez más grande. Este martes en Pichincha la convocatoria que hizo a sus fieles superó nuevamente a la anterior y las personas munidas de mate y reposera hicieron hasta nueve cuadras de cola, que daban vuelta a las manzanas cercanas a la parroquia de Riccheri al 200, solo para verla y recibir sus bendiciones. Tanto, que el municipio tuvo que intervenir con un operativo para ordenar el tránsito y las personas que se congregaron.
Es un mediodía de sol y en la esquina de Catamarca y Riccheri se cruzan dos filas distintas. Una es para enfermos terminales y discapacitados. Tiene unos 100 metros. Otra es de los que van a pedir pero no están graves. Esa tiene ochos cuadras de largo. Hay gente con chicos, jóvenes, ancianos. Personas sentadas en sillas plegables, en cajones, con revistas, con el termo bajo el brazo, con tazas de té o botellas de agua. Algunos están almorzando un sándwich o una vianda que se trajeron en un tupper. A todos los une un hilo invisible de necesidad. Todos esperan irse sin el peso emocional con el que llegaron.
En la fila para individuos con padecimientos de salud hay gente con bastones, en sillas de ruedas y personas sanas que vienen a guardar el lugar de un familiar enfermo que no puede tolerar la espera. Camila y Manuel tienen 33 años, son pareja y recorrieron 300 kilómetros desde San Fernando, provincia de Buenos Aires, para custodiar el turno para una prima. Llegaron a las 9. La mujer de 40 años tiene cáncer de útero y de intestinos bastante avanzado.
Dicen que acuden a "recibir la palabra". Son parte de una familia católica muy creyente. "Es todo un sacrificio venir para la persona enferma. Ella no puede estar ni sentada ni parada, solo puede caminar porque tiene una bolsa de colostomía, el tumor está justo en la parte del cuerpo que se dobla. Viaja acostada en el auto en el asiento de atrás, y llega a último momento para la ceremonia", cuenta Camila.
Manuel afirma que la chica está haciendo quimioterapia y la visita a la sanadora acompaña el tratamiento médico. "Nunca hay que dejar la medicina, pero la palabra siempre alivia. La esperanza de que ocurra algo milagroso nunca se pierde", admite. Y señala que lo importante es "la fe que trae cada uno. Hay que creer en esa palabra. Si no venís convencido, no funciona. Leda deja en claro que ella no es la cura, sino un intermediario de Dios", sostiene.
Yamila (41) tiene cáncer de mama y se enteró de la sanadora por la televisión. "Cuando tenés un problema de salud, buscás eso que te anime". Llegó a las 12, en auto con su marido, desde Morón, en el conurbano bonaerense. Si le ayuda, cree que va a volver. Tiene dos hijos que quedaron al cuidado de su familia. La próxima vez los quiere traer.
Marisa (54) viene a cuidar el lugar para su madre de 74 años, que está haciendo quimioterapia por un tumor. Llegaron al mediodía con una amiga y están sentadas tejiendo para pasar el rato. "Al tener una dificultad uno se aferra a lo que sea, en este caso es la fe. Hay otro poder que es el de Dios. Buscamos sanadores para las cosas a las que la medicina no llega", confiesa.
Desde Córdoba y Buenos Aires
Hay colectivos que llegaron desde Córdoba y autos de creyentes que arribaron desde la provincia de Buenos Aires. El primero de la cola de los sanos llegó el lunes a la tarde. Casi a mitad de camino, a cuatro cuadras de la puerta, Edgardo, de 57, años apunta que se animó a ir "para ver cómo es la experiencia". Dice que ya vio algo parecido con el cura sanador Ignacio Peries. "Me dio curiosidad, vine por una cuestión emocional y espiritual más que por una dolencia física", cuenta.
Cerca está Mirta, de 72 años, que vive en barrio Jardín. Relata que tiene un problema emocional que la tuvo dos años sin caminar. "Pasé por muchos médicos y no saben lo que tengo. Vengo a probar con la fe, a ver si Dios me puede ayudar. Conozco gente que ha venido y se ha sentido muy bien", indica. Y agrega que padece una alergia cuya picazón no la deja dormir de noche. "Parece que tengo espinas en el cuerpo. Pero me dicen que no es una enfermedad", lamenta.
Ninguno de los que dieron testimonio a La Capital había visitado antes los encuentros de Bergonzi. Todos se enteraron por los medios, o algunos tienen un conocido que concurrió y se los recomendó. El fenómeno es similar al que tuvo en sus comienzos el padre Ignacio pero potenciado, además de la cobertura mediática, esta vez también por las redes sociales.
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El fenómeno popular de la sanadora Leda Bergonzi es cada vez más grande.
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Un fenómeno que crece
Al frente de su grupo espiritual Soplo de Dios Viviente, la mujer de 44 años a la que sus seguidores le atribuyen capacidades de sanación viene escalando en la magnitud de las reuniones que preside. Primero en la Catedral, donde tuvo alguna polémica con las autoridades que terminó con su alejamiento, y después en la capilla de Sagrado Corazón de 3 de Febrero al 1900. Allí, pese al frío, el mes pasado se juntaron casi mil personas en la puerta. Todos los lugares le quedaron chicos, y finalmente recaló en la parroquia Inmaculada Concepción, de Riccheri 280.
El Arzobispado apoya la labor de Leda, una mujer laica, casada y con hijos, a la que le destinó ese espacio más grande, macrocéntrico y que permite mayor comodidad. "Luego de la experiencia de Leda en la Catedral, empezó a crecer ampliamente la participación de la gente en estos encuentros. De ser un grupo de oración de 70 personas, pasaron a congregarse miles. Por eso se buscó que esté en el Sagrado Corazón transitoriamente, y ahora por cuestiones de logística se mudó a la Inmaculada Concepción, que tiene otra capacidad y disponibilidad", dijo Javier Bilbao, vocero de la arquidiócesis.
Pero el martes de la semana pasada se juntaron más de tres mil personas en ese templo, y hubo desmanes. La extensa espera, que en algunos casos se extendió desde el mediodía hasta la noche, provocó roces entre las personas que hacían la fila, con colados y hasta golpes de puño, y se dice que también aparecieron algunos aprovechadores que querían vender turnos. En el edificio solo entran 500 personas, y otras 500 en un gimnasio contiguo. Por el desborde, Leda terminó dando bendiciones en la calle.
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Por eso, este martes el municipio intervino a través de distintas reparticiones del área de Control para dar un ordenamiento y evitar cruces. Esta vez, en lugar de comenzar a las 20, Leda adelantó la apertura de puertas a las 16 para poder recibir a todos. El municipio envió duplas de agentes municipales que dieron indicaciones y cortaron el tránsito cuando la cola empezó a avanzar. En la puerta por Catamarca se instalaron cuatro baños químicos. Y todo discurrió, hasta ahora, de manera más tranquila. Como debe ser en un evento de estas características. Un fenómeno que solo parece tener chances de crecer.
"Mandamos 20 agentes de Control Urbano y Defensa Civil, porque cuando no hay una autoridad no se respeta la fila, hay gente que se quiere meter adelante de otro, y nos enteramos de que había algunos vivos que querían vender los lugares", dijo la secretaria de Control Carolina, Labayru. De hecho, se identificó a una de estas personas y se la hizo retirar del lugar, y también se dispersó a vendedores ambulantes que querían instalarse en la calle. "Es la primera vez que intervenimos, porque esto está excedido de gente y el lugar no está preparado. Estuvimos reunidos con los organizadores y ya lo saben. Por eso están pensando en otro sitio más grande", cerró.