“¿Podés creer que este año celebramos los 50 años de egresados del Superior de Comercio y nos viene a agarrar esta pandemia? ¡Qué puntería!”. Norma Hernández cuenta detalles de todos los planes que tenían con sus compañeros y compañeras de la secundaria con los que sigue plenamente en contacto, y al final reflexiona con una mezcla de resignación y sabiduría: “Y bué, será el año que viene, ¡pero se hace!”.
Tiene 67 años y desde hace 20 maneja un remís en Funes. No está en pareja en este momento. Admite que sabe lidiar con la soledad y que no le pesa porque entre el trabajo (le dedica muchas horas al día), los hijos, los nietos, los amigos no se aburre casi nunca.
La aparición de los primeros casos de Covid-19 en la Argentina y la decisión oficial del aislamiento preventivo y obligatorio la desacomodaron en un primer momento. “Te diría que durante los primeros 20 días estuve particularmente sensible, lloraba por todo, pero me fui recuperando, encontrando la manera de no caerme”, cuenta.
Norma trabajó hasta el 18 de marzo y después se bajó del auto para estar dos meses sin salir de su casa. Desde hace una semana volvió al remís, pero de a poco, y con todos los cuidados del caso. “Soy pensionada y necesito generar otros ingresos porque si no, no hay manera de que pueda cubrir ni los gastos fijos”, razona.
Con todas esas horas en su hogar y sin la ayuda de la persona que habitualmente colabora con ella en las tareas de la casa, se vio, de repente, haciendo cosas de las que no se ocupaba hacía rato: “Me puse a arreglar placares, a pintar algunos objetos, a ocuparme de las plantas y ¡a cocinar!”.
“Nunca puedo dedicarle energías y tiempo a la cocina y se me dio por ahí. ¡Me hice hasta una paella! y también postres, flanes, hasta amasé pan”, comenta con una sonrisa. “La cuarentena me dejó de regalo unos kilos de más que ya estoy bajando porque dejé de comer tanto y además me puse a hacer unas clases por YouTube de un método japonés que estimula el movimiento”.
En los días de encierro total Norma se la pasó haciendo videollamadas con los hijos, los nietos (tiene cinco de entre 20 y 8 años) y los amigos: “Los más grandes me pudieron hacer algunas compras y algunos días los vi, con todas las medidas de seguridad, y esto me alivió bastante”.
Norma adora charlar. “Escucho mucho la radio, leo, me informo. Soy re tuitera, me copa la política, entonces, aunque no veo casi tele, en esta cuarentena me iba enterando de todo”, relata.
“No tengo miedo de contagiarme —dice respecto del virus—. Estoy preocupada por mi familia, lógicamente, pero yo tomo todos los recaudos y entiendo que ellos también”.
“¿Qué extraño? Salir, encontrarme con mis afectos, el abrazo, el moverme cuando y quiero y para donde quiero. Obviamente que no es bueno lo que estamos viviendo, pero lo tomo como una experiencia más y sé que vamos a salir de esto”.