“Sólo una tercera guerra mundial puede impedir la suspensión de los Juegos Olímpicos”. La frase, contundente y vigente pese a que fue declarada hace 40 años, le pertenece al entonces presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el irlandés Michael Morris, quien le respondió así a EEUU cuando intentó el boicot definitivo a la edición de Moscú 1980. Los yanquis hicieron todo lo posible para que los rusos no pudiesen llevar a cabo los Juegos, pero se realizaron igual. Aunque con particularidades. Sin embargo, aquella máxima no puede perderse en el contexto 2020. Tokio, que debía ser este año, pasó la edición para próximo, aunque conservará el mismo nombre, sólo que no hay certezas de que en verdad se puedan llevar a cabo. Es que entonces, como tantos lo creen, ¿el Covid 19 es la tercera guerra mundial? Si no aparece de manera inminente una vacuna no habrá Juegos tampoco en 2021, por lo que habrá que ir pensando en París 2024.
Los Juegos representan uno de los mayores atractivos del deporte a nivel global. Solamente el fútbol, para el que un Mundial tiene más valor que unos Juegos Olímpicos, puede jactarse de ponerlos en segundo lugar. Los Juegos son el sitial al que quieren llegar todos los atletas, desde el más amateur hasta el más consagrado. Para muchos es ni más ni menos que el sueño de toda una vida y por el que trabajan años y años. Para el COI, los comités organizadores y los sponsors es un negocio multimillonario imposible de objetar. Postergarlos o suspenderlos es, en este contexto, una medida extrema. La primera ya se determinó y la cita que iba a ser en julio-agosto (en septiembre los paralímpicos) de este año pasó para la misma fecha de 2021.
Pese a ello, si no se encuentra una solución o un poco de certidumbre respecto de la pandemia, no habrá Juegos. Lo dicen voces allegadas al olimpismo nacional, tanto como que sería una locura que el COI diga hoy que los Juegos de Tokio no sucederán. Pero puertas adentro saben que es absolutamente plausible. La medida definitiva podría tardar hasta cerca de un año en anunciarse. Y amén de las vacunas, la economía global cayéndose a pedazos también sería determinante. De hecho el comité organizador ya empezó a sufrir todo esto, mientras se caen contratos de alquiler de sitios, sponsors y pese a tener “todo listo” para los “Juegos del Futuro”, como se los denominó, la pandemia hace estragos. Ante la crisis, las federaciones, incluso las más grandes e imponentes del mundo, ya están lidiando con el derrumbe del poder adquisitivo. Tener que enfrentar a las grandes figuras del deporte mundial, especialmente a las que Tokio podía representarles el final de sus carreras, es una idea aún menos feliz para el máximo organismo internacional que rige esta cita.
De manera que el Covid-19 se puede erigir como esa tercera guerra mundial de la que tanto se habla. De hecho las únicas veces que los Juegos no pudieron realizarse fueron justamente en Berlín 1916 (se pasó de Estocolmo 1912 a Amberes 1920, sin la participación de Alemania, que no fue invitada), en Japón 1940 y en Londres 1944 (se pasó de Berlín 1936 a Londres 1948, de nuevo sin invitar a Alemania por considerarla la gran responsable del conflicto bélico). Aquella vez el país del Sol Naciente, como ahora, entró en escena ante la posibilidad de que se les “cayeran” los Juegos. Sólo que un tiempo antes el propio país avisó que no los podría hacer por las cuestiones que iba implicando la Segunda Guerra. Estocolmo volvió a ofrecerse aunque tampoco pudo organizarlos. Los hechos hablaron por sí solos. En 1944, pese a que las hostilidades empezaban a bajar, Londres tampoco pudo hacerlo. Incluso la cita de 1948 es considerada la de los “Juegos de la Austeridad”, producto de una crisis global de otra dimensión que igualmente en algún punto se roza con la actual y tiene puntos en común.
Hace 40 años entonces, Moscú fue la prueba de que, “pase lo que pase”, los Juegos se llevan a cabo. Vivió el mayor boicot olímpico de la historia. Participaron 80 naciones, se bajaron 64 ante el empuje de EEUU que promovía la caída de esa edición argumentando el rechazo a la invasión soviética en Afganistán (1979). Una vez que logró la adhesión de tantos países, el presidente norteamericano Jimmy Carter pidió al COI la suspensión definitiva. Fue ahí cuando Morris contestó lo que se contó más arriba: “Sólo una tercera guerra mundial lo puede impedir” y trató, dicen, de “incompetente” a Carter, además de acusarlo de “no tener noción de lo que es el deporte”.
¿Se estará ante un escenario parecido aunque también diferente? La postergación y la pandemia, hasta acá, otorgan indicios. La cancelación de Tokio 2020 (en 2021) podría volver a sacudir la historia olímpica.
Una particularidad
Fue en aquellos Juegos de 1920, a los que se volvía tras la Primera Guerra Mundial, que Pierre de Coubertein, el fundador de los Juegos Modernos, anunció que pese a no poder celebrarse aquellos que fuesen cancelados igualmente contarían como ediciones. Es por eso que Berlín 1916, Tokio 1940 y Londres 1944 figuran igual. Lo haría Tokio 2020 aún si no sucediera. Los japoneses, pese a esto que hoy suena hasta a karma, tuvieron su celebración en 1964 desarrollando unos Juegos que gozaron de alto prestigio y que posibilitaron verlos de pie (mucho se escucha acerca de la fortaleza y el espíritu de los asiáticos) a poco más de una década de esa Segunda Guerra. Un dato de color pinta ese carácter y filosofía de vida: la antorcha de ese entonces la prendió un chico nacido en Hiroshima, donde la bomba atómica (que se repitió luego en Nagasaki, con tres días de diferencia) demostró cuán inhumano puede ser el ser humano.
De realizarse Tokio 2020 los Juegos de Tokio 1964 volverán a tomar vida, ya que parte de esa historia será revalorizada en la utilización de mismos sitios o sedes. La Tierra del Sol Naciente espera que así sea. Y el mundo del deporte también.