Cuando Ignacio Brofft, Manuel Costello, Santiago Fernández, José Orselli y Lucio Sultano arrancaron en San Agustín Rugby Inclusivo nadie imaginó que poco tiempo después podían tener una experiencia mundialista. Y sin embargo la tuvieron, apoyados por Germán Candini, Alejandro Poza, Agustín Pozzo, Ariel Puignero y Sebastián Bosch quienes también la vivieron de una manera muy especial. Todos ellos, jugadores y facilitadores, integraron el equipo de Maras (Mixed Ability Rugby Argentina) junto a chicos de Mendoza, San Juan, Neuquén, Santa Fe y Buenos Aires, en el Mundial de Cork, Irlanda, que se disputó del 7 al 12 de junio, en lo que fue una experiencia altamente enriquecedora.
Ya desde la misma partida en la esquina de 3 de Febrero y Oroño, los altos niveles de la adrenalina y la ansiedad se hicieron presentes no solamente en los chicos, sino también en sus entrenadores quienes no pudieron liberarse de esa telaraña de emociones.
Si vale el término, viajaron tranquilos, porque todo estuvo perfectamente organizado, al detalle, desde los pasaportes hasta los certificados de vacunación. No hubo nada librado al azar.
Las expectativas eran grandísimas y eso se podía percibir en el aire, como la incertidumbre de las personas de apoyo. La mayor, obviamente, pasaba por iniciar un viaje de quince días con chicos que no sabían si se iban a bancar semejante travesía, pero los chicos demostraron que podían hacerlo.
La convivencia fue otra experiencia única. El hecho de estar las 24 horas del día juntos hizo que las relaciones se afianzaran, al punto tal que los entrenadores los trataban como si fueran sus hijos.
El hecho de estar solos y lejos de casa les permitió a los entrenadores tener otro tipo de charla con sus dirigidos, mucho más profundas y que iban más allá del juego en sí. Les permitió conocerlos más y tener esas charlas del corazón, que son las que quedan marcadas a fuego.
IMG-20220704-WA0045.jpg
En Dublín. El grupo, siempre unido, tuvo tiempo para los momentos de recreación en la capital irlandesa.
Durante la preparación al torneo los entrenadores habían tenido una serie de zooms. La idea era que el cupo mínimo de chicos con certificados sean cinco y existía la posibilidad de que si algunos de los facilitadores quería hacer un try podía. Las reglas del mundial eran claras pero había algunos puntos que ellos no compartían. La gente de San Agustín (y todo Maras) miraba eso como algo utópico porque sostenían que los protagonistas tenían que ser los chicos. Pero grande fue la sorpresa cuando vieron que varios equipos presentaban a menos de cinco chicos con certificados y que los facilitadores se cansaban de hacer tries. No obstante ellos siguieron fiel a su filosofía durante todo el torneo, porque el objetivo era que los chicos crezcan y los demás estaban para acompañarlos en ese crecimiento.
Priorizaron la esencia de juego de lo que es mixed ability. Los jugadores la pasaron bien y se divirtieron, que es en definitiva lo que fueron a buscar. Los resultados son anecdóticos.
En ese sentido nunca perdieron el norte de que los protagonistas eran los chicos, que habían ido a Irlanda por ellos, y que ellos eran los que tenían que crecer, romper sus barreras y seguir creciendo como jugadores.
Por eso, mucho antes de que se jueguen las instancias finales ellos ya sabían que habían ganado. Como escribieron en sus redes sociales, “ganamos en experiencia, hemos ganado amigos, hemos logrado que nuestros jugadores ganen en independencia. Han ganado en determinación, han ganado seguridad en sí mismos. Han vivido en carne propia lo que es la verdadera inclusión, en fin de eso se trata todo esto. Damos gracias lugar a Dios que ha hecho todo esto posible (hasta lo imposible) y nos ha acompañado en todo este largo camino a Cork, Irlanda”.
El objetivo fue cumplido y la vara quedó alta, pero eso es algo que no los asusta. De hecho volvieron de Cork con muchas fuerzas como para “ir metiendo esa semilla de inclusión en todos los clubes para que a partir de ahí se pueda transmitir a la sociedad”.