Los Leones le hicieron honor al apodo y arrasaron a una Alemania que quedó en estado de shock ante la voracidad, la contundencia y el hambre de triunfo argentinos.
Los Leones le hicieron honor al apodo y arrasaron a una Alemania que quedó en estado de shock ante la voracidad, la contundencia y el hambre de triunfo argentinos.
Fue una exhibición de principio a fin en un estadio pintado de celeste y blanco que rugió ante cada gol y vivió una auténtica fiesta en la cálida jornada en Deodoro.
A través de su gran arma en Río, el córner corto, y de su letal ejecutor, el goleador Gonzalo Peillat, Argentina le propinó a Alemania dos duros golpes en los primeros minutos de juego. Ni en los mejores sueños podría haber imaginado un inicio así, pero lo mejor aún estaba por llegar.
Alemania casi no atinó reacción alguna y cuando lo hizo se topó con Juan Vivaldi, el arquero argentino que respondió magistralmente en cada acción que afrontó.
En cambio, Los Leones castigaban cada vez que llegaban al arco rival y antes del descanso vino otro gol de Peillat, con la tercera arrastrada venenosa de la jornada.
Joaquín Menini anotó el cuarto gol y entonces sí se desató definitivamente la fiesta albiceleste.
Alemania estaba paralizada y desesperada, viviendo una especie de "Maracanazo", y así llegó el quinto, obra de Lucas Vila. Y el partido estaba para más, pero Argentina puso entonces un freno y Alemania reaccionó y descontó con un penal de Moritz Furste y un tanto de Christopher Ruhr.
La final será mañana y Bélgica es el escollo. "Estoy orgulloso y contento por los chicos, pero hay que seguir: nos queda un partido más, porque vinimos a jugar ocho, y yo sé que este equipo nunca va a aflojar", dijo el Chapa Retegui. Hace falta agregar más.