Nunca se lo puede dar por resignado o conforme. No importa cuál sea la situación, cómo desarrolle su juego o si se encuentra abajo en el marcador, como en la tarde de ayer en Córdoba, y la mayoría lo da por perdido. Hasta la última pelota, hasta el instante decisivo, Newell's puede ser letal. Lo sufrió Talleres, que a esa altura pensaba que la victoria era suya. Grave error tratándose de un rival con resto hasta el final. Joel Amoroso se arrojó para impactar de cabeza en el descuento y enmudeció a todo el público en el estadio Mario Alberto Kempes. El único grito perdido entre tantos era el del puñado de futbolistas vestidos con la rojinegra, y los del banco visitante, todos ellos capaces de hacer lo que parecía imposible. Cómo no entender tal alegría.
El calificativo "suerte" se escuchó en boca de más de uno. No tiene sentido. Se explica. No es fortuito que Newell's acumule un par de victorias en el último suspiro, tales los casos de Central (1-0), con el gol de Maximiliano Rodríguez en el descuento, y de Colón (2-1), con el tanto de la propia Fiera en el penúltimo minuto. Una racha que se prolonga a la igualdad en el tiempo adicional de ayer, a la conquista de Scocco a 5' de la culminación del encuentro contra Quilmes (1-0). Y a lo que se le agregan los triunfos con goles en el último cuarto de hora de Formica frente a Tigre (1-0) y de Figueroa contra Gimnasia (1-0).
El repaso es para rebatir cualquier argumento referido con la fortuna. Siempre Newell's, con limitaciones, impedimentos y errores, tuvo la capacidad suficiente para acertar una pelota. Se esmeró, intentó y en las que se contaron, logró lo que fue a buscar.
Es cierto que costaba imaginar en el entretiempo frente a Talleres, de qué manera el equipo del Parque se las arreglaría para dar vuelta un trámite que le había resultado adverso. No la tenía nunca, lo arrinconaban y el campo adversario le resultaba casi desconocido.
Le pasó durante el torneo en más de una oportunidad no ofrecer respuestas en los 45' iniciales. Pero quizás no había quedado tan expuesto, tan vulnerable como lo exigió Talleres a partir de un ritmo intenso y mucha movilidad. Pero si en anteriores ocasiones modificó la imagen en los segundos tiempos, por qué no ayer. Y así sucedió. Volcó mayor cantidad de jugadores en ofensiva y la entrada de Facundo Quignon, sumado a Formica, le dieron más fútbol. Con más coraje, igual no le era suficiente. Los minutos pasaban y no aparecía la puntada final, la elaboración para dejar a un jugador de cara al gol.
Un par de acciones de Scocco que no culminó bien fueron un suspiro aliviado para Talleres equivocándose al replegarse y resolviendo mal algunas contras.
A segundos del quinto minuto que adicionó Rapallini, con el conjunto de Kudelka esperando con ansias el final para volver a la victoria, tras dos empates seguidos, y prolongar de la mejor manera un invicto de ocho partidos, el Newell's repleto de optimismo de siempre intentó por última vez. Joel Amoroso impactó con todo la pelota de cabeza y dejó a Herrera mirando inmóvil cómo se introducía sobre su palo derecho.
El Newell's incansable, el de intentar siempre hasta el pitazo final del árbitro, hizo posible lo que muchos imaginaban que no lo era. Como muchas otras veces. Vaya mérito.
El día que Amoroso esperaba
Tantas fueron las ocasiones en las que se fue en medio de los murmullos o la reprobación frente a su público, que para Joel Amoroso fue ayer una tarde distinta. Nunca como antes desde que recaló en el Parque se sintió tan protagonista. Fue el artífice del punto en Córdoba, con el gol que lo llevó a tener una sonrisa que no se le borró ni un instante.
Amoroso apareció por detrás de todos, sin marcas, para darle de lleno con la cabeza una habilitación por la misma vía de Formica. "Cuando vi que partió la pelota supe que entraba", manifestó el futbolista, en esa jugada que fue un desahogo, colectivo y personal. Era el gol del empate. Y el primero suyo en Newell's.
No había tenido una buena tarde. Y con Newell's atacando poco. Tampoco incidió con Ñuls más decidido en busca de la igualdad durante el segundo tiempo. Corrió mucho y no influyó. Hasta que se encontró con esa pelota que terminó en la red. Esa jugada sirvió para hacer olvidar todo lo otro. Y para que Amoroso tuviese un día feliz para recordar.