El taco de Herrera, la soberbia definición de Zampedri, las expulsiones que abrieron el partido, el descuento de Torres sobre la hora, el festejo alocado inmediatamente después del pitazo de Patricio Loustau, la locura por el triunfo. Esos hechos puntuales que sucedieron en el clásico del pasado jueves en Sarandí ya son parte del pasado. Newell's ya es historia. Seguramente habrá un recordatorio de esa victoria hasta minutos antes de que comience el partido de esta tarde, pero cuando suene el silbato de Fernando Rapallini todo eso deberá ser bien guardado en el baúl de los recuerdos. No hay tiempos para relajaciones o sensaciones placenteras que desvíen el objetivo. No habrá pasado, por más reciente que sea, que oculte las necesidades del presente. Es probable que no resulte una tarea sencilla, pero es el único camino que Central deberá tomar para meter el prototipo de la Superliga para llevarlo nuevamente a pista. El que utiliza en Copa Argentina inexorablemente debe ser guardado en boxes. El presente lo requiere, el futuro así exige.
De aquella alegría inconmensurable a esta realidad que ya empieza muestra síntomas de dolor. Porque nadie escapará hoy en el Gigante a lo que fue la clasificación a semifinales de Copa Argentina, dejando en el camino nada menos que al rival de toda la vida, pero dejar que las revoluciones continúen a mil podría ser un arma de doble filo. Central está obligado a desacelerar un poco y enfocarse en lo que realmente importa. Y una vez logrado eso, sí pisar de una vez por todas el acelerador en la Superliga. Los motivos están a la vista. Demasiado atrás en el tiempo quedaron esas tres victorias en el inicio del torneo que pusieron al equipo en una situación de privilegio y lo cargaron de responsabilidades, quizá desmedidas, pero responsabilidades al fin. El tema es lo que vino después de eso, que fue no sólo una merma en el rendimiento, sino un desmejoramiento futbolístico que lo llevó a perder mucho más de lo que pudo ganar.
Hay una pequeño historia de seis partidos con resultados que están lejos de las pretensiones de base. En ese tramo del recorrido sólo dos veces Central pudo sentir que había hecho algo bueno (Boca y Gimnasia), pero los otros cuatro capítulos (Racing, Defensa y Justicia, Unión y Patronato) tuvieron un mismo sello distintivo: marchas lentas del campo de juego con la cabeza gacha, con una derrota a cuestas.
Central no está para tirar manteca al techo. Ni siquiera para ensayar algún tipo de relajación, por mínimo que sea. Los puestos de privilegio, que en el inicio parecían un hábitat natural del equipo, hoy quedaron lejos y abrazarlos nuevamente parece una quimera, al menos en el corto tiempo.
El decaimiento paulatino fue poniendo al canalla en una situación cuanto menos de alerta. No hay ninguna luz roja encendida ni sonidos que alerten peligro inminente, pero desviar la vista puede complicar aún más.
Lo de hoy será una situación similar a la que se vivió el pasado fin de semana en Paraná. Allí era necesario no pensar demasiado en el clásico que se venía para impedir que Patronato lo lastimara. El resultado es conocido por todos. Ahora es inversamente proporcional, pero con iguales coordenadas. Para qué pensar en eso que ya pasó si lo que está frente a sus narices es lo que realmente importa. Claro que el desafío corre para jugadores y cuerpo técnico, pero tranquilamente se puede hacer extensivo para los hinchas. Porque los huéspedes del Gigante en el mediodía de hoy también querrán disfrutar de lo vivido hace apenas horas y gastar los últimos cartuchos de alegría por el clásico ganado. Pero ellos también deberán entender que cuando los fuegos artificiales se apaguen comenzará otro partido, quizá no del relieve que tuvo el de Sarandí, pero sí importante.
¿Y Bauza? El peso que se sacó de encima es muy grande. Sentirá en carne propia que la caminata de la boca del túnel hacia el banco de suplentes será una de las más relajadas desde que es técnico de Central (de esta etapa e incluso de la anterior). Pero su condición de hombre de fútbol y conocedor mejor que nadie del mundo Central le harán saber que no hay margen para cerrar los ojos y disfrutar del pasado sin atender el presente.
El taco de Herrera, la soberbia definición de Zampedri... De aquella enorme alegría a este magro presente en la Superliga. De aquel momento que ya reservó un lugar en la historia a este intento de recuperación. De aquel Central a este hay diferencias. Y en el medio un robusto desafío en puerta.