La dinámica del fútbol hace que cosas que parecen estar del todo mal pueden mejorar en un abrir y cerrar de ojos. Lo mismo a la inversa. Y generalmente eso ocurre por el dictamen que establecen los resultados, lo que no suele ser lo más aconsejable. ¿En Central estaba todo mal antes de Arsenal? No, pero las sensaciones dominantes estaban más cerca de la crítica que de los elogios y con justa razón. ¿En Central está todo bien después de aquel triunfo ante el equipo del Viaducto y tras el empate frente al líder Colón? Tampoco, pero de la misma forma es inevitable abrirle paso a esas sensaciones que apuntan, claramente, en sentido contrario. Para muestra basta con imaginar el escenario que se presentaría frente a un resultado positivo contra Central Córdoba de Santiago del Estero. El canalla se ubicaría, dependiendo de algunos otros resultados, entre los cuatro mejores de la zona A cumplida ya la mitad de la fase regular. Un traspié indudablemente volvería a complicar las cosas, pero nadie trabaja (en este caso el Kily y sus jugadores) pensando en lo peor. Por eso, lo que se jugará el canalla el próximo sábado es ni más ni menos que el fortalecimiento de sus ambiciones.
Antes del inicio de la competencia cualquier protagonista en Central le hubiese puesto la firma a un contrato que estableciera que a mitad de campeonato el equipo iba a estar metido en la zona de clasificación. Mirado desde ese lado es imposible no abrir crédito, al menos para estrechar la mano con ese primer objetivo, el de terminar esta primera etapa del campeonato entre los cuatro primeros.
No está de más resaltar que un paso en falso cambiaría la ecuación y pondría al equipo ya en medio de una situación de una complejidad absoluta, pero el vaso medio lleno por estos días tienta más que el medio vacío.
Central está demasiado lejos de haber resuelto sus problemas futbolísticos, que no son pocos por cierto. Porque aún arrastrando un par de buenos resultados (se toma como positivo el empate en Santa Fe por el tipo de rival que tuvo en frente) hay remiendos que se tornan indispensables. El Kily lo sabe mejor que nadie y de hecho lo hizo público después del último partido. Pero lo que sufrió cierta mutación, por leve que haya sido, es la sensación de que el equipo puede.
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Central necesita que Vecchio eleve su nivel.
Héctor Rio / La Capital
El Kily trabajó sobre táctica, estrategia y todas esas cuestiones después de aquel cachetazo en cancha de Racing, pero acá no hay línea de tres, de cuatro, de cinco, uno o dos delanteros, lo que hubo fue un par de resultados cómplices que no hicieron otra cosa que entablar una mediación entre lo urgente y lo posible.
Si para Central el partido ante los santiagueños no es de los “ganables” directamente habría que cerrar el Gigante para siempre. Claro, está demostrado que en este fútbol argentino todo puede pasar y que a Central nada le resulta sencillo, pero si le dieran a elegir a cualquiera en Arroyito optaría por enfrentar a Central Córdoba y no a River, Colón, Banfield, Estudiantes y hasta el propio Racing.
Ahora, si el canalla suma de a tres lo que logrará es un salto cuantitativo (el cualitativo lo determinará la forma en la que juegue) importante. Porque hoy tres puntos más lo pondrían inexorablemente en ese lote de privilegio, por ahí no entre los cuatro, pero sí en una posición muchísimo más expectante.
¿Y si lo logra? Habrá avanzado un casillero más en este loco camino en el que sufren y gozan no sólo Central sino el resto de los equipos. Y otra con vez el resultado como estandarte. Porque puede ocurrir que gane jugando de manera defectuosa como lo hizo ante Arsenal, pero ello no menguará las otras sensaciones.
No era tan malo antes, si es tan bueno ahora. Sí se puede hacer mención, sin temor a equivocaciones, que hace un par de semanas, cuando el equipo no reaccionaba, las incertidumbres sobre el futuro del Kily sobrevolaron Arroyito y que ahora, después de sumar cuatro de seis, los ánimos se aplacaron.
Por eso, lo del próximo sábado es un desafío futbolístico en sí mismo, pero también la posibilidad de ampliar cimientos. Que al cumplirse la mitad del torneo el equipo pueda tener las narices metidas donde desea no es para menospreciar. Pero es un paso que está obligado a dar.