Para bien o para mal, los resultados van marcando el rumbo de un equipo y en el caso de Central hoy está claro que, intenciones al margen, la cosecha de puntos no es la ideal, al menos dista bastante de las pretensiones del Kily González, a quien no se le quiebra la voz cada vez que le toca reconocer que su equipo no hizo un buen partido, pero que se ve en la obligación también de lograr un golpe de efecto rápido, para que la racha de malos resultados detenga su marcha y Central comience a transitar un camino con mayor sustento y credibilidad. ¿Qué marcan hoy los números? Que de los últimos siete partidos disputados el canalla perdió cinco, por supuesto algunos con mayor impacto emocional que otros.
En algunos aspectos suena raro el comportamiento del equipo, que pareció embanderarse en una levantada en la recta final de la fase Complementación de la Copa Diego Maradona, pero que rápidamente entró en un cono de sombras del cual le está resultando difícil apartarse.
Quedó allá lejos en el tiempo el golpazo que se dio Central en Copa Argentina, frente a Boca Unidos, que fue el partido a partir del cual el Kily sintió la necesidad no sólo de la autocrítica sino de tomar algunas decisiones drásticas.
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Central sufrió en Avellaneda la segunda caída en el torneo.
Leonardo Vincenti / La Capital
Ese traspié, importante por cierto, sufrido en San Nicolás frente a un equipo claramente inferior fue un eslabón en esta cadena de malos resultados. Sí fue el de mayor impacto emocional. Antes de eso se habían dado las derrotas frente a Lanús y Vélez, ambas por el torneo pasado. Con atenuantes por cierto. Porque al sur bonaerense el canalla fue con un equipo semialternativo porque tenía prácticamente asegurado el puesto en la final de la fase Complementación, final que también perdió, ante Vélez, un equipo de cierta jerarquía. Por eso, los dos primeros golpes no surtieron tanto efecto. Lo de Boca Unidos ya fue distinto.
Pero la seguidilla de partidos en los que los resultados fueron flacos se extendió en el tiempo. Llegó el actual torneo, en el que la única alegría plena fue en la primera fecha, frente a Argentinos Juniors (2-1 en el Gigante). Y dos fechas después el empate contra Godoy Cruz, que no generó tanto malestar, pero sí una alta cuota de angustia e impotencia.
A un equipo aún en formación como lo es este Central le cabe también la figura del atenuante lo sucedido ante River, por el simple hecho de la jerarquía del rival. Para cualquier equipo con River es “perdible” y Central no fue la excepción a la regla. Fue al Monumental y perdió.
Y ahora esto de Racing, con un rival que tiene nombres importantes, pero que llegó a este encuentro envuelto en dudas. Contra ese equipo sacudido futbolística y emocionalmente el canalla tampoco pudo. Tuvo razón el Kily cuando mencionó que Racing no le generó 15 situaciones de gol, también estuvo en lo cierto cuando habló de que el equipo de Pizzi quería que el partido se terminara lo más rápido posible. Pero de lo que nadie puede desentenderse, y mucho menos el entrenador, es del reconocimiento de que Central hizo un mal partido.
Y en esto de no jugar de la manera que el técnico pretende y que ello se repita a menudo es donde nacen todas y cada una de las explicaciones de por qué a Central le va como le va. Porque la realidad está en esos números que no generan el más mínimo grado de empatía, pero que describen una situación que amerita ser revertida. Es la realidad, cruda por cierto, de que de los últimos siete partidos que disputó, Central ganó solo uno, empató otro y perdió los cinco restantes.