Con el corazón en la mano, Las Leonas rescataron un punto que parecía casi inalcanzable contra Nueva Zelanda en la apertura del Champions Trophy de Rosario y que deja cuestiones para analizar y corregir. Es que se reiteraron los errores y rendimientos de las últimas presentaciones previas al torneo que empezó ayer, ratificando que el equipo sigue en la búsqueda de amalgamar a las experimentadas con las que aparecieron en los últimos tiempos.
Se repite con frecuencia y no es en vano hacerlo una vez más. El Champions Trophy es un torneo exigente y cada partido debe ser asumido como tal. Otra cuestión a considerar. Nueva Zelanda terminó tercero en la edición del año pasado en Amsterdam.
Contra ese rival, al que superó en dos ocasiones en el reciente Cuatro Naciones de Córdoba, Las Leonas casi sufren un duro traspié. Porque era en el debut y porque se necesitan resultados auspiciosos para convencerse que están por el camino correcto.
Lo positivo de una actuación discreta fue la capacidad de no bajar los brazos y de sumar una unidad en esta etapa en la que sólo se definen las posiciones del grupo y los cruces de cuartos (1º v. 4º y 2º v. 3º).
Con escasas acciones colectivas, Argentina dependió para inquietar de la endiablada velocidad de Carla Rebecchi, como en esa jugada en la que realizó una diagonal de izquierda hacia el medio y su tiro salió cerca del palo.
Nueva Zelanda encontró la manera de salir beneficiada. Contrarrestó bien parada los intentos de Las Leonas y le imprimió velocidad a sus ataques para desnudar las falencias de la selección argentina en la recuperación y defensa.
El gol de Stacey Michelsen fue un fiel reflejo de esos inconvenientes. Se aproximó al círculo y se filtró por el medio casi sin obstáculos hasta enfrentar a Succi para desnivelar.
Nada mejor para exponer también la falta de fluidez y las complicaciones de circulación que exhibieron anoche Las Leonas que los arrestos individuales de Aymar. Una muestra de una destreza que siempre maravilla, pero que de tan repetida resulta poco eficaz. No por culpa de ella sino por no encontrar descarga.
Casi que no se alteró el juego anodino de Las Leonas en la segunda etapa. Sin lucidez, Nueva Zelanda inquieto más y puso a prueba a Belén Succi con un giro de Gemma Flynn que la arquera desvió bárbaro. Igual nada pudo hacer en la segunda conquista rival, al desviar un primer tiro, pero no alcanzó a tapar el toque posterior de Samantha Harrison. Fue un impacto tremendo. Y la conmoción no fue mayor porque Cavallero descontó enseguida.
El gol revitalizó a Las Leonas y con amor propio se paró con mayor decisión. Tuvieron vergüenza para merodear el arco rival y llegó el premio: corto de Silvina D’Elía (¿desvío en Delfina Merino?) y el empate que un rato antes parecía improbable.
El celo táctico para cubrir espacios y marcar de Macarena Rodríguez, las corridas a puro talento de Aymar y el desequilibrio en espacios chicos de Rebecchi mantuvieron en alto a Las Leonas. Sirvió para igualar. Queda mucho por mejorar.