El primer debate presidencial de 2023 fue movido, pero sin sobresaltos, y con una particularidad que lo desmarcó de anteriores ediciones: proyectó a tres candidatos con chances parejas de llegar a la Casa Rosada. Y con manifiesta necesidad de potenciar la pelea. Hay que retroceder 20 años para dar con un escenario parecido, en el que se plantaron Néstor Kirchner, Carlos Menem y Ricardo López Murphy.
Tanto el duelo verbal de esta noche (que logró el gran encendido televisivo en esa franja horaria) como el del domingo próximo tienen un valor inédito y, posiblemente, el balance talle con más fuerza que en otras oportunidades en función de la paridad que vienen reflejando Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa.
Los cincos postulantes encararon su faena a sabiendas de que en estos debates suele imperar la pérdida por sobre la ganancia, sobre todo frente a un 25 por ciento del electorado que todavía no definió su voto en la Argentina. Evitar situaciones que terminen deteriorando su imagen, fue una misión clave.
Riesgo cero
Entonces, cada uno le habló a su propia tribuna y no eludió el libreto, actitud también condicionada por el formato de la convocatoria televisiva. Por eso no hubo patinadas dignas de torcer rumbos.
A priori, Massa y Bullrich pusieron más en juego en pos del segundo lugar en la puja presidencial. Detrás, Myriam Bregman y Juan Schiaretti buscaron capitalizar el debate para mostrarse ante una gran audiencia.
De arranque, la mayoría apuntó a Milei para sacarlo de una moderación esperable para un candidato presidencial, pero más necesaria para alguien que, dada la cosecha de votos de las Paso y su impronta impredecible, estaba obligado a evitar ese viejo dicho: “El que se calienta, pierde”.
Aunque le costó: si bien el líder de la LLA encorsetó su vehemencia —la motosierra quedó tras bambalinas— y se limitó a azuzar, casi como un mantra, a “la casta”, consumió en tiempo récord sus cinco chances de derecho a réplica (el segundo fue Massa) y subió el tono al momento de la modalidad de preguntas cruzadas entre los aspirantes.
El affaire de Martín Insaurralde también se coló en el debate: Bregman y Bullrich —quien sorprendió por su escasa contundencia, en especial por su declamada lucha contra la corrupción— utilizaron el caso del ex jefe de Gabinete bonaerense para cargar contra Massa. Pero el jefe del Palacio de Hacienda soportó el fuerte oleaje crítico. Además, la inflación fue otro tópico de interés general que no copó la agenda de la cita.
Por sus dichos sobre economía y derechos humanos, sus rivales llevaron a Milei hasta la vereda del miedo" Por sus dichos sobre economía y derechos humanos, sus rivales llevaron a Milei hasta la vereda del miedo"
En base a sus posicionamientos en economía, derechos humanos (con un controversial negacionismo del terrorismo de Estado) e Iglesia Católica, el ganador de las Paso logró que sus contendientes, con la mira centrada en ese 25 por ciento de votantes todavía indeciso, lo llevaran hasta la vereda del temor. A esta altura, los convencidos no van a mutar su sintonía con el ultraliberal, por eso imantar a los desorientados es vital para las chances de Massa y Bullrich.
En ese marco, Massa, al tratar de insuflar en la sociedad el miedo a Milei, también apostó a pescar esos votos que quedaron sueltos en Juntos por el Cambio (JxC) tras la caída de Horacio Rodríguez Larreta frente a Bullrich en las primarias.
Lo que vendrá
Apagadas las cámaras en Santiago del Estero, el protagonismo lo tendrán las redes sociales, donde las repercusiones y los recortes se amplificarán hasta el hartazgo por los equipos de campaña de los candidatos. Es que, más allá de la nada despreciable audiencia televisiva cosechada por el debate, el campo de batalla virtual multiplica la atención y altera voluntades las 24 horas.
A tres semanas de las elecciones presidenciales, las probabilidades de una segunda vuelta lucen firmes. Y que uno de los dos jugadores de la final sea Milei. Pero todavía queda mucho por dirimir y, desde esta noche, nada menos que el 25 por ciento de los habitantes del país ya evalúa lo que está en juego.