A partir de la sorpresa que me generaron algunas notas periodísticas negativas vinculadas al desarrollo del proyecto de Puerto Norte, siento la obligación de poner en valor todo el proceso de recuperación de la costa rosarina, algo de lo cual debemos sentirnos orgullosos como ciudadanos.
Particularmente llama la atención que, a sólo diez años de haber leído numerosas notas en diarios locales de ese entonces anunciando día a día las sucesivas trasformacionesque se iban dando en el lugar como producto de la gestión de un plan (valoradas positivamente), hoy se visualicen las mismas trasformaciones con una carga negativa.
Recordaba, como deben hacerlo muchos rosarinos, la manga de una de las empresas cerealeras atravesando la calle e impidiendo el desarrollo continuo de la avenida costanera y del parque público recostado sobre la barranca; también los importantes reclamos de los vecinos de los barrios Malvinas Argentinas y Refinería, afectados por la polución ambiental generada por el manejo de cereales; las dificultades y complicaciones circulatorias para acceder al norte de la ciudad por la existencia de una sola arteria común para hacerlo (la calle Vélez Sarsfield); la presencia de instalaciones portuarias y ferroviarias abandonadas; el deterioro de los edificios de valor patrimonial en desuso con riesgo serio de derrumbe; la imposibilidad de llegar a la barranca y disfrutar de la vista al río.
Poco a poco se fueron registrando, a pasos ininterrumpidos, importantísimos cambios: se construyó la avenida ribereña que, por primera vez en la historia de la ciudad, uniría la zona norte con el centro rosarino; se abrieron calles colectoras; se dio continuidad al sistema de parques públicos, sorprendiendo a los ciudadanos de nuestra ciudad con la posibilidad de llegar desde el Monumento a la Bandera hasta Puerto Norte, apropiándose con el uso público de los terrenos que eran privados; surgió una enorme plaza (de 170 por 200 metros) y sucesivas placitas de menor tamaño que permitían llegar y recorrer el borde de la barranca disfrutando con la vista las fachadas de los magníficos y añejos edificios, objeto de una impecable restauración, que rememoran los tiempos del puerto y del transporte ferroviario.
Hoy un recorrido continuo de 1900 metros lineales vincula a Puerto Norte con Parque Sunchales. Grandes parques, generosas ramblas, importantes paseos, nuevas calles (2.500 metros lineales) y avenidas, muchos aún sin iniciar o en construcción, distinguen especialmente a este proyecto que permite dar continuidad al sistema ribereño. Los 10 nuevos parques y plazas que se incorporan a la ciudad se realizan en su totalidad con inversión privada, abarcando una superficie aproximada de 420.000 m² (42 manzanas).
Nada de esto fue objeto de la casualidad, todo surgió como resultado de la aplicación y gestión de un plan: el "Plan Especial 2ª Fase del Centro de Renovación Urbana Raúl Scalabrini Ortiz— Puerto Norte"—Ordenanza Básica (Ordenanza Nº 7.892/05). Reglamentación (Decreto Nº 3.429/05). Un plan detallado en más de diez ordenanzas municipales, fácilmente accesibles en internet, que explicitan los planes de detalle y los convenios urbanísticos aprobados con total transparencia y participación de todos los bloques políticos en el Concejo Municipal de la ciudad.
La ciudad toda recuperó un área abandonada, que significaba una gran fractura urbana que dividía el centro del norte. Y fue posible gracias a un trabajo sistemático y sostenido en el tiempo de un equipo importante de profesionales (arquitectos, ingenieros, agrimensores, abogados, contadores y personal administrativo, de las secretarías municipales de Planeamiento, Obras Públicas y Gobierno), los cuales en forma mancomunada y a capa y espada defendieron los intereses públicos por sobre los privados, los intereses colectivos por sobre los individuales.
Esa participación del Estado explica que Puerto Norte sea un proyecto que nace y se instrumenta en el marco de un Plan Urbano y de un Plan Estratégico, a diferencia de Puerto Madero, que se construye como un proyecto en sí mismo. En Puerto Madero se comercializan terrenos públicos sin obtener beneficios para el resto de la ciudad. En Puerto Norte, de las 100 hectáreas privadas el municipio logra apropiarse de 40 hectáreas para uso público, construidas en su totalidad con recursos privados. En Puerto Madero la entrega de las tierras públicas sólo reportó un parque para la misma urbanización y la apertura de algunas calles. En Puerto Norte, en cambio, la ciudad recibirá, al concluir el proceso, en concepto de recuperación de plusvalías (como único ejemplo en el país y en Latinoamérica) un monto total estimado al día de hoy en 852.772.658 de pesos.
La actuación en Puerto Norte aporta además de la inversión en el lugar, otra inversión importante orientada a la adquisición de tierra y/o concreción de infraestructura para vivienda social en otros sitios de la ciudad.
Sin duda, falta mucho por hacer: parquizar y forestar canteros, construir el tramo faltante de avenida, abrir nuevas calles, construir el barrio de viviendas sociales (previsto en continuidad con la planta de Trechel), duplicar la superficie del Parque Scalabrini Ortiz extendiéndolo hasta el río.
Se puede debatir,para mejorar y aprender en función de lo realizado, reflexionar sobre los proyectos de espacio público y las arquitecturas, diseñados por arquitectos, ingenieros, rosarinos y porteños, que intervinieron desde los sectores públicos o contratados por los inversores privados. Se puede exigir mejor calidad y celeridad en los procesos constructivos y en el cumplimiento en término de las exigencias fijadas en los convenios. Lo que no se puede ni debe hacer es ignorar lo realizado y omitir en el relato los importantes logros alcanzados, porque eso significa faltar a la memoria y despreciar una construcción colectiva.
Es tan malo no recapacitar sobre posibles errores cometidos para poder mejorarlos, como criticar y descalificar sistemáticamente todo lo efectuado. No basta sacar una foto actual del lugar, es muy importante conocer el proceso que significó ganar un nuevo frente costero para la ciudad en ese lugar.
La crítica infundada, y basada muchas veces en el desconocimiento, no ayuda a consolidar nuestra débil democracia. Nos detiene en el crecimiento como sociedad y cada día a día sus aún frágiles cimientos.