Si de los laberintos se sale por arriba, como escribió Leopoldo Marechal, la cumbre entre Mauricio Macri y Miguel Lifschitz le debe servir al gobernador para acomodar la relación con el presidente de la Nación y a la provincia de Santa Fe para lograr de una buena vez una respuesta acorde al gravísimo problema de seguridad que la corroe desde hace tiempo.
Macri y Lifschitz se pasaron facturas, y de las grandes, durante el momento en que estuvieron a solas. Una muy alta fuente con despacho en el primer piso de la Casa Rosada lo describió a LaCapital sin ambages: "Quedamos muy conformes con el encuentro. Fue una buena charla. Franca, pero dura también".
Ese mismo contenido es relatado en la Casa Gris, aunque recuerdan que la cita del plunes pasado fue el primer cara a cara, el primer contacto personal con el presidente de la Nación "sin intermediarios".
La relativa tranquilidad después de la paliza que se generó en los dos ámbitos del poder, deberá ahora traducirse en el trabajo de campo que las fuerzas federales y provinciales tendrán que compatibilizar. Pero nada podría haberse hecho sin un acuerdo político que baje las tensiones.
Terapia y catarsis. La "dureza" que existió en la reunión entre Macri y Lifschitz estuvo serpenteada por los dichos que en su momento pronunció el presidente respecto de la supuesta falta de colaboración del gobernador a la hora de trabajar en equipo. "Eso fue así", admite la fuente.
Sostienen en Balcarce 50 que la prioridad del presidente es "construir confianza", y que lo "más importante para resaltar es que no se le dio un cheque en blanco, se le dio una oportunidad pensando en los santafesinos. Pero vamos a estar muy atentos a que se construya confianza".
Para Lifschitz la firma del convenio es también una oportunidad para poder resolver la cuestión principal que atraviesa como un rayo a la provincia: la inseguridad. Por primera vez habrá una división de responsabilidades y un compartimento conjunto entre Nación y provincia a la hora de encarar la lucha frontal contra el delito.
En lo que tenga que ver con narcotráfico, trata de personas o tráfico de armas, las directivas serán impartidas por el Ministerio de Seguridad de la Nación o por la fuerzas federales. Y en lo que es seguridad pública todo dependerá de la policía santafesina, aunque federales y policías locales deberán interactuar en acciones del día a día. Una prueba de laboratorio que luego podrá o no ser replicada en otras provincias.
Los antecedentes, las peleas infantiles y los desplantes mutuos ya sirven de poco. Lo que viene es una prueba de fuego y, a la vez, una enorme posibilidad.
En el gobierno santafesino respiran aliviados porque de estar en terapia intensiva, con marchas multitudinarias, amenazas de intervención a la policía y programas de televisión amplificando las heridas, pasaron a sala intermedia. No tienen ahora margen de error.
Si la cuestión de la seguridad es la principal preocupación de casi el 70 por ciento de los santafesinos, la resolución o no de la cuestión tendrá consecuencias directas en la política provincial. Lo sabe mejor que nadie Lifschitz, quien por primera vez desde que asumió pudo ser Lifschitz.
El ex intendente rosarino tuvo un rush movie inédito durante los últimos diez días, reuniéndose en forma personal con Marcos Peña, Patricia Bullrich, Rogelio Frigerio y otros funcionarios nacionales, al tiempo que encabezó encuentros con fiscales, jueces y legisladores provinciales. Despliegues similares a los que encabezaba en sus buenas épocas de jefe municipal rosarino.
De ahora en más no harán falta palabras ni demostraciones de buena voluntad: se verá en la calle el resultado del acuerdo con la Casa Rosada. Para la provincia, un resultado exitoso dependerá de la intensidad y cantidad de patrullajes y de una acción concreta de las fuerzas de seguridad que modifique la creencia colectiva de que es parte de los problemas y no de la solución. Hasta tal punto que Bullrich quiso intervenirlas.
Las idas y vueltas por lograr un punto de acuerdo y las movilizaciones contundentes les dieron al tema seguridad un rol excluyente en la agenda pero, sin mucho ruido, la política tuvo algunos ramalazos.
Interna amarilla. El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, ofició de cardenal Samoré conjetural para evitar que la pelea entre Nación y provincia se convierta en guerra pero, a la vez, bendijo en Rosario la aparición pública de un sector interno del PRO con la excusa del relanzamiento de la Fundación Pensar.
El crecimiento del macrismo santafesino —y rosarino en particular— termina visibilizando los primeros tambores de guerra. La aparición en el territorio de la Fundación Pensar trae como anexo el intento de posicionar a Luciano Laspina como candidato a diputado nacional, y eso quedó reflejando en el acto en el que también se dejaron ver como referencias Anita Martínez y Agapito Blanco, entre otros. Hubo saludo de Miguel Del Sel desde Panamá. Roy López Molina, Federico Angelini y otros dirigentes partidiarios ni se dejaron ver por los coquetos salones de un hotel cinco estrellas rosarino. "Me parece muy bien que queden claras las cosas", dijo un diputado provincial de este sector, con pedido de reserva de identidad.
El acto también generó críticas por lo bajo de radicales macristas, preocupados además por la dispersión que podría producirse a la hora de discutir las listas. Por estas horas, el intendente de Santa Fe, José Corral, empieza a evaluar si, finalmente ,será o no candidato a diputado nacional, algo que resultará clave para definir si habrá alineamiento sin fisuras o si tomará fuerza la posibilidad de dirimir postulaciones en las Paso.
Como para demostrar fortaleza de gestión, pero también como un mensaje al inédito escenario político, Lifschitz reunirá hoy a casi 150 intendentes del Frente Progresista.
Las elecciones de 2017 en Santa Fe representan para el gobierno nacional la segunda madre de todas las batallas, inmediatamente después de la provincia de Buenos Aires.
Tras la cumbre Macri-Lifschitz, empieza otra historia.
(twitter: @MauricioMaronna / [email protected])