En las vísperas de lo que parece ser la instrumentación práctica del convenio de seguridad entre Nación y provincia, y en medio de un notorio cambio de gestualidades, Elisa Carrió descargó una gravísima tanda de acusaciones contra dirigentes del Frente Progresista, que volvió a poner en escena el menú de la desconfianza política.
El minué de la llegada de las fuerzas federales tendrá hoy un supuesto capítulo clave. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunciará el desembarco de gendarmes y prefectos, aunque en la letra fina aún quedan cuestiones por definir.
Créase o no, hasta anoche en la Gobernación no se habían recibido precisiones desde la Nación sobre la cantidad de efectivos, una muestra cabal de la falta de comunicación desde la cartera de Seguridad nacional hacia la Casa Gris, tal tez como espejo de la larga cadena de desconfianzas.
Al margen de estas tirrias costumbristas entre Bullrich y el gobierno santafesino, Lifschitz completó en las últimas horas una agenda cargada de encuentros con funcionarios nacionales. Claramente, desde lo más alto del poder santafesino se envió la orden de bajar los decibeles declarativos contra la política económica nacional, como una suerte de cumplimiento efectivo del acuerdo no escrito entre Mauricio Macri y el gobernador.
Tregua rota, Dos episodios rompieron esa etapa de amor y paz que ambos gobiernos se habían dado: la presentación en la Fiscalía General del diputado nacional Lucas Incicco y otros dirigentes de Cambiemos pidiendo investigar por vía judicial las acusaciones aparecidas en el programa televisivo de Jorge Lanata y, luego, el nuevo y ardoroso sobrevuelo de Carrió contra Antonio Bonfatti, Rubén Galassi y Julián Galdeano.
"Nosotros no tuvimos nada que ver con lo que dijo Lilita. Lo único que falta es que crean que la utilizamos a ella de mensajera, cuando no se reporta nunca. Así como nos critica a nosotros sin avisarnos no nos tiene al tanto sobre sus otros movimientos. La verdad es que quedamos muy sorprendidos con lo que dijo sobre Bonfatti", reveló anoche a LaCapital una fuente oficialista de las que tienen peso específico propio.
En verdad, la relación entre Lilita y el socialismo santafesino está atravesada por un amor fugaz, rayos y centellas. Pocos recuerdan a esta altura que, en 2007, Carrió fue la candidata a presidenta, con un socialista como postulante a vicepresidente: Rubén Giustiniani.
Aquella vez el socialismo orgánico le retaceó apoyo explícito. Desde ahí, la indómita diputada chaqueña no trepidó en descargar críticas periódicas, salvo cuando se reunió con el entonces gobernador Bonfatti, en 2014, y dijo haber encontrado "a un gobernador realmente comprometido con estas cuestiones (por la lucha contra el narcotráfico), rápido e inteligente". De esa reunión, además de Rubén Galassi (a quien Carrió pide que se investigue), participó Ernesto Sanz, hoy también en la mira de Lilita.
Los dichos de ahora, vinculando a Bonfatti y Galassi con los narcos, cayeron como una tormenta eléctrica en toda la clase política santafesina, y se trató de un preanuncio de lo picante que puede ponerse la campaña electoral. En su ofensiva dialéctica, Carrió también cruzó al presidente de la UCR provincial, Julián Galdeano, quien, a la vez, integra la mesa de Cambiemos. Explicarle la política santafesina a un politólogo sueco resultaría casi imposible.
Tras la sorpresa inicial, en el socialismo consideran que la graves acusaciones de Carrió tienen un objetivo electoral, "que no es otro que limar las posibilidades de Bonfatti como candidato a diputado nacional". El ex gobernador es hoy el único dirigente con chances serias que tiene el espacio progresista para ganar los comicios a diputado nacional.
Como si le faltara algo a la política santafesina, llegó la interna del PRO, como este diario anotició allá lejos y hace tiempo. A tal punto llegaron las diferencias que desde el sector que no se siente representado por la Fundación Pensar se despegaron de las denuncias de Incicco y calificaron de "político" el lanzamiento de la institución macrista.
El escenario político de Cambiemos mutará o no de acuerdo a quién sea el candidato a diputado nacional. Si José Corral da ese paso será apoyado explícitamente por el presidente de la Nación, quien será el verdadero gran elector.
El intendente de Santa Fe meritúa en su fuero íntimo que lo que importará a la hora de conformar una lista legislativa será la adhesión al proyecto presidencial. Cree que será como en 1985, cuando el radicalismo ganó las primeras elecciones legislativas pregonando: "No le ate las manos".
Plebiscito de gestión. Pero si esa creencia del presidente de la UCR nacional es la correcta también implica un riesgo para sus chances futuras como postulante a gobernador. Al ser Macri sí o Macri no, importando poco el nombre del candidato, el que gane las elecciones EM_DASHsi es que triunfa Cambiemos en Santa FeEM_DASH será el que más chances tenga para el 2019.
Lo están diciendo ya algunas referencias del radicalismo macrista, tal el caso del concejal Martín Rosúa: "Si Corral quiere ser postulante a gobernador tiene que presentarse primero a diputado nacional".
En ese punto se frotan las manos socialistas y peronistas. "La gestión en la capital no está bien y le podemos ganar con un candidato nuestro", dice un diputado provincial del PS, que cree ver en el senador-periodista Emilio Jatón una carta de triunfo.
Desde el peronismo, recuerdan que en caso de renuncia del intendente la ciudad pasa a ser conducida en forma interina por el presidente del Concejo Municipal. Y el bloque mayoritario es del PJ.
Por si Corral decide permanecer en la Municipalidad de Santa Fe, el gobierno nacional ya tiene su propio candidato amarillo: el rosarino Luciano Laspina. Una decisión de Macri terminará al instante con todas las internas en el PRO.
Entre gestión y política se consumirán los próximos meses. Y nadie quiere quedarse afuera.