Si se puede, intentará dar vuelta el resultado, pero, si no se puede, buscará quedarse como el jefe de la oposición. "Posmacrismo, las pelotas", dice Mauricio Macri en la intimidad.
Por Mauricio Maronna
Si se puede, intentará dar vuelta el resultado, pero, si no se puede, buscará quedarse como el jefe de la oposición. "Posmacrismo, las pelotas", dice Mauricio Macri en la intimidad.
El presidente ha encontrado en las marchas y en los actos callejeros un bonus track inesperado en el camino hacia las elecciones generales de 27 de octubre. Renegando de lo que fue el decálogo peñista-duranbarbista de campaña segmentada y multifacética, regido por las leyes de la "nueva comunicación política", Macri se desgañita en los actos como los viejos caudillos populistas, y hasta besa los pies de una militante como un demagogo sin antecedente.
Con este tipo de campaña, Juntos por el Cambio no busca quitarle votos a la fórmula Fernández-Fernández, lo que pretende es consolidar el núcleo duro, el más antiperonista, el que no tolera un regreso de Cristina Kirchner al poder. Macri sabe que la única manera de pelear por su libertad ambulatoria será consolidándose, luego de una eventual derrota, como líder opositor. Y más lo quiere lograr el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Sin Macri no hay Peña que valga en el posmacrismo. Es el motivo de odio del ala política. La propia, la cambiemita.
Correrse o no correrse
Peña puja para que Macri mantenga el liderazgo interno en Juntos por el Cambio, algo que no desea ni el ala política oficialista ni el radicalismo. "Lo más razonable es que Macri se corra de cualquier intento de liderar el espacio después de las elecciones", se le escuchó decir al gobernador y presidente del radicalismo, Alfredo Cornejo.
Eso que Cornejo sostiene en la intimidad fue verbalizado, con otras palabras, por el eterno saltarín Martín Lousteau, quien pidió que el posmacrismo sea conducido por un grupo de personas, entras las que se encuentra él mismo. Quiere sumar para esa causa al intendente electo de Rosario, Pablo Javkin, quien prefiere la prudencia, aunque próximamente compartiría la presentación de un evento con el ex ministro del kirchnerismo.
Ese duelo de posibilidades va camino a generar fricciones y divisiones adentro del macrismo. Elisa Carrió, con su estilo brutal, es la primera que marca las diferencias. No conforme con sus epítetos contra el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, a quien acusó de "entregar" al oficialismo, la eterna diputada dijo que también quieren entregar "la cabeza de Macri".
Claramente, no hay futuro común entre ella y el ala política cambiemita. Al margen de esa certeza, Horacio Rodríguez Larreta teme que no haya posmacrismo si es que el actual presidente encabeza luego una oposición "a la venezolana". También teme el jefe de Gobierno un escenario de ingobernabilidad que pueda pensar cierto entorno respecto de "cuanto peor, mejor".
A copar el Obelisco
En cada una de sus presentaciones de campaña el presidente redobla la apuesta buscando mantener el voto propio, tan lejos de la microsegmentación que proponía Peña como del tono moderado que alguna vez tuvo. Ahora, todo se redirecciona hacia el final de la tarea proselitista, y el jefe del Estado estimula a un gran acto en el Obelisco, que sea un antes y un después de la campaña.
Dicen en el comando de campaña que a Macri "lo energiza" estar al lado de la gente, y que esa es la más pulimentada demostración de un deseo íntimo de mantenerse como jefe de la oposición. Para que el futuro tenga correlato con esa aseveración, Macri necesita perder por poco el 27 de octubre. Si el resultado es muy amplio, no habrá forma de mantenerse en forma ni en pie.
El ejemplo más cercano que citan los que no quieren a Macri conduciendo a la oposición es el de Daniel Scioli, quien cosechó el 49 por ciento de los votos, pero hoy no ocupa ningún lugar, ni siquiera lateral, del escenario. Antes de las elecciones de 2011, Macri comentó que si él participaba en política era para ser presidente. "Si me presento es para ganar. Y si no gano, me voy a vivir a Italia", dijo aquella vez en un hotel céntrico de Rosario. Finalmente, por consejo de Durán Barba, no fue de la partida y Cristina sacó el 54 por ciento de los votos.
Hoy, Macri no suelta prenda por su destino, se pone a la cabeza de la campaña y estudia sus ponencias para el debate. "Van a estar todos los candidatos contra Mauricio. Esa aparente debilidad puede constituirse en sorpresa, si es que va bien preparado al debate", confió una fuente macrista a LaCapital.
Sorpresas
Mientras a nivel nacional la campaña inicia sus últimos días, Omar Perotti empieza a definir todos los lugares del gabinete provincial, pero haciendo algunas objeciones. Espera los nombres que integrarán el gabinete nacional, y observa la posibilidad de que Alberto Fernández incluya algunas modificaciones en el organigrama ministerial.
Según escribió el periodista Horacio Verbitsky, Fernández disolvería la AFI y el Ministerio de Seguridad, cuyas funciones serían absorbidas por un Consejo Nacional de Seguridad, del que formarían parte distintos sectores del oficialismo y de la oposición, y cuyo presidente reuniría las facultades ejecutivas y la conducción de las fuerzas federales. Esto implicaría una modificación profunda que impactaría de lleno en Santa Fe.
Sin embargo, este diario pudo saber que Fernández ordenó "no hacer comentarios públicos" sobre la posible disolución de la ex Side y el Ministerio de Seguridad. Una fuente muy cercana al ganador de las primarias dijo: "No se jueguen del todo con este tema, porque no está nada definido del todo".
Todo será después del 27 de octubre.
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