Armados de un detector de metales, una pala y un bolso en bandolera un pequeño ejército de apasionados por los objetos perdidos y la historia recorre de vez en cuando plazas y playas de Rosario a la búsqueda de los rastros que la vida cotidiana deja en los lugares públicos muchas veces sin ni siquiera darse cuenta de ellos.
Anillos, cadenitas, monedas, llaves y pedazos de hierro están escondidos en la arena o enterrados bajo algunos centímetros de tierra hasta que un "detectorista" (así se autodenominan) escucha la señal sonora del detector que entregará la primera pista para encontrar lo invisible.
Esos objetos pueden ser verdaderos tesoros históricos cuando el sitio de investigación estuvo atravesado por algún hecho relevante del pasado. Será entonces el turno de encontrar balas de diferentes épocas, trozos de armas antiguas, partes de equipos de caballos o referencias militares que cuentan sobre viejas batallas.
"Hacemos un gran trabajo de investigación histórica porque cada vez que aparece algo aprendés cosas, antes o después. A veces te preparás si vas a ir a un lugar en especial, otras te sorprendés" señaló, para agregar que en la actualidad hay herramientas muy accesibles como el google earth y las redes sociales, donde los aficionados de todo el mundo pueden compartir conocimiento y datos útiles.
Como pasa con muchas otras actividades humanas, el detectorismo es una pasión: "salimos todos los fines de semana, es una adicción y si no salís te agarra el síndrome de abstinencia" contó.
En primera persona "Es como el que va a las máquinas del casino, siempre te parece que vas a sacar más. No te das nunca por satisfecho y pensás que la próxima va a ser mejor. Es una adicción". Así resume su pasión detectorista Chiaramonte, que hace tres años empezó a ejercer un hobby que siempre le había llamado la atención pero nunca había ejercido hasta diciembre de 2015.
"Empecé solo sin saber nada hace tres años, era una de esas cosas que siempre me gustaron pero sobre la cual no sabía ni dónde ir a comprar un equipo. Pero me gustaba la idea, me gusta buscar y descubrir historias y más si es algo antiguo o de valor". Entonces comenzó una búsqueda en internet que lo llevó hasta San Javier, donde alguien vendía equipos detectores de metales ya que no son aparatos que se encuentren usualmente en los negocios del ramo.
Tras escribirle al vendedor y concretar la compra de un equipo chico para principiantes comenzó una pasión que al día de hoy le insume casi cada minuto de su tiempo libre: "apenas me llegó empecé a detectar en mi vereda y enseguida encontré mis primeras monedas. Fue mi primera incursión sin ni siquiera saber manejar bien el equipo, pero igual me permitió encontrar varias piezas en mi primera salida" rememoró.
A partir de allí empezó a contactarse con otros apasionados de la detección de metales a través del Facebook sobre todo, lo que le permitió entrar en contacto con otras personas que hacían lo mismo tanto en Rosario como en localidades cercanas.
Tras juntarse en cuatro o cinco oportunidades empezaron a planificar salidas con la zona de la rambla como primer objetivo. El río bajo, la arena y el hecho de ser un lugar donde se junta gran cantidad de gente eran el marco ideal para los primeros pasos en el detectorismo.
"Sacamos cualquier cantidad de cosas, a la playa va mucha gente y aunque parezca mentira en todos lados la gente pierde cosas y a veces ni se da cuenta" explicó.
Monedas, llaves, medallitas y anillos son algunos de los objetos que más aparecen en los sitios de exploración urbanos que por el motivo que sea suelen reunir gran cantidad de gente para recreación o por alguno evento en especial.
Una vez consolidado el hobby Chiaramonte decidió ir por más y participar de la Primera Jornada de Detección de Metales que tuvo lugar en la provincia de Corrientes en julio de 2016.
Recuerdos de guerra
El encuentro de Corrientes fue algo así como un festival a cielo abierto para quienes practican este pasatiempo en Argentina. Fanáticos de todo el país e incluso de naciones vecinos pasaron tres días dando rienda suelta a su afición en un enorme campo en el cual funcionó un campamento de tropas durante la Guerra de la Triple Alianza, un conflicto militar que enfrentó durante 6 años (entre 1864 y 1870) a una coalición formada por el imperio de Brasil, Uruguay y Argentina contra Paraguay.
En ese predio estuvieron acampando soldados que participaron de esa contienda durante cinco años: un total de 70 mil personas con sus armas, ropas, medios de transporte y formas de vivienda que dejaron huellas que fueron más allá del tiempo y llegaron hasta la actualidad. Sólo hacía falta gente que buscara esos rastros del pasado, y esos fueron los detectoristas.
"Nos juntamos gente de muchos lugares del país y países vecinos durante dos días y encontramos de todo: monedas de plata de esa época, balas que se usaban en ese momento llamadas minié que reemplazaron a las bolitas de plomo, boquillas de trompetas, estribos. Era un lugar que no había sido investigado previamente porque no es un sitio arqueológico" explicó Chiaramonte.
En esa incursión otro colega encontró una libra esterlina de oro utilizada a finales del siglo XIX para pagarles a los oficiales: "les pagaban en oro y lo que importaba era el peso de la moneda. Como el oro no circulaba acá se usaban libras esterlinas inglesas, fue todo un evento ese hallazgo".
"Para mí la guerra del Paraguay era algo de los libros, cuando llegué al terreno y encontré balas de esas época empecé a imaginar que alguien la usó, a alguien se le cayó. Se trata de reconstruir toda una historia a partir de ese objeto" argumentó.
Plazas y playa
Los recorridos habituales de los buscadores de metales de Rosario es en el circuito de plazas y de playas. "Mi primera salida fue a una plaza, en los areneros está lleno de monedas, anillos, llaveros, y la arena es fácil porque no hay que excavar" recordó. Pero no solo en la arena se esconden cosas. El verde cesped también es albergue de objetos que se fueron perdiendo con los años y que allí están, esperando que alguien los encuentre.
Uno de los sitios que Chiaramonte suele investigar es la plaza José Hernández, que está cerca del Batallón. Allí suele encontrar balas y también monedas de décadas anteriores, inclusive de alrededor de 1940 cuando se construyó ese espacio verde.
También en la plaza Las Heras suelen "salir" muchas balas: "he encontrado muchísimas vainas de Mauser de 1912. Mi hipótesis es que a principios del siglo XX el 11 de infantería hacía prácticas de tiro ahí. Son balas fabricadas en Europa, eso era campo abierto en esos años e imagino que era zona de maniobras".
Los días de lluvia o cuando para de llover son días especialmente buenos para estos buscadores de tesoros urbanos, ya que la tierra queda húmeda y eso facilita mucho el trabajo de la excavación.
"Tras la lluvia el suelo está blandito y no hace falta llevar pala, entonces se usa otra técnica. Pasamos el pinpointer y usamos un cuchillo especial para cortar la tierra" relató.
La playa es otro buen lugar, sobre todo si el río está bajo y se puede acceder a franjas de arena usualmente cubiertas por el agua marrón del Paraná.
"En la playa siempre encuentro muchos anillos, a la mayoría los regalo. He sacado piezas de oro pero yo no vendo nada, para mi son trofeos. También salen muchas alianzas de matrimonio" contó.
El camino real
A veces no hace falta irse muy lejos de Rosario para encontrar rastros históricos. Eso pasa con un tramo del viejo Camino Real que unía el Alto Perú con Buenos Aires en la época colonial, que según el investigador local Eduardo Doroni atravesó zonas del sur santafesino cercanas a las localidades de Bigand, Chabás y Villada.
Se trata de un trayecto de 30 kilómetros que se disimula entre los cultivos y que según Doroni fue utilizado entre 1880 y 1920 en el cual había una serie de postas cada cinco leguas donde se cambiaban los caballos.
"En esos lugares se encuentran muchas cosas" dijo mientras señalaba una moneda "carolus" acuñada en Potosí en el siglo XVIII llamada así en homenaje a los reyes de España.