La comunidad de Sastre homenajeó a Dominga Elvira Muccillo de Cinquini, una enfermera que entregó 40 años de su vida laboral en el hospital local y capacitó a gran cantidad de jóvenes para que se convirtieran en sus pares, en un contexto de cariño y cuidados humanizados que dejó inmensas huellas afectivas en la cabecera del departamento San Martín. En ese contexto, Elvira, de 96 años, fue declarada “Ciudadana Ilustre” por el Concejo Municipal y reconocida en una jornada intensa en emociones por el reencuentro con quienes compartieron sus labores, vecinos, familiares y amigos.
El homenaje surgió como resultado del proyecto “Oficios”, que desarrolla la Municipalidad desde el Museo Histórico “Rodolfo Doval Fermi” y en el que se rescatan las historias de personajes que apuntalaron desde sus oficios el crecimiento de la ciudad. Fue en ese marco que se identificó la labor de Elvira -como todos la llaman- y la necesidad de reconocer su trayectoria.
“Ella vive ahora en un hogar en Landeta”, contó Elisa Oitana, la directora del museo de Sastre, cuando planteó la idea de viajar hasta allí para conocer más sobre su historia. La visitó junto a una ex compañera de tareas, Alicia Frandino, quien se ocupó de repasar detalles y recordar vivencias junto a Elvira.
En ese contexto se valoró en profundidad el aporte que Elvira hizo durante tantos años y surgió la idea del reconocimiento que culminó con el nombramiento de “Ciudadana Ilustre”.
“Elvira de Cinquini fue una excelente profesional que se convirtió en jefa de enfermería y transmitió desinteresadamente sus conocimientos a quienes tenía a su alrededor. Muchas de las compañeras del Hospital Sastre iniciaron su labor como mucamas y luego, gracias a las enseñanzas de Elvira, aprendían el oficio y comenzaban a desempeñarse como enfermeras”, expresa el texto de la ordenanza de reconocimiento y añade que “es un ejemplo de vocación, profesionalidad, dedicación y empeño en su labor. Que fue y es una mujer que dio valor a las mujeres en el mundo del trabajo visibilizando las tareas de cuidado y acompañamiento, dejando una huella imborrable para la comunidad".
Jefa de equipo
Elvira nació en San Antonio y de muy pequeña vivió en El Fortín, en la provincia de Córdoba. A los 17 años se trasladó a San Francisco para estudiar enfermería. Una vez graduada y luego de un tiempo de trabajo en su pueblo natal, llegó a Sastre en 1955 convocada por el director del hospital, Eduardo Sosa.
Allí desarrolló su vocación durante 40 años que comenzaron alternando horas con otras enfermeras y luego, como única graduada, se convirtió en jefa de equipo. A la vez, fue maestra de jóvenes que compartían su vocación y tras un período de aprendizaje se sumaban al plantel de personal del hospital.
En el marco de la visita que Oitana y Frandino hicieron a su hogar de Landeta, Elvira desgranó lentamente su historia, recordó momentos compartidos con otras enfermeras y médicos que pasaron por el hospital y experiencias que reflejan los valores, el entusiasmo y el cariño que transmitió a sus contemporáneos y que hoy le agradecen.
Con mirada contemplativa y una sutil sonrisa, dibujó con palabras cómo era la vida en el hospital a donde, incluso se alojó, antes de casarse y comprar una vivienda junto a su esposo Enzo Francisco.
Parto en la jardinera
También describió uno de los pasajes que quedaron grabados en su memoria. Contó que tuvo que atender un parto arriba de una jardinera. “La parturienta era muy joven y estaba aterrada. Tenía mucho miedo y no quería bajar del carro. Así que decidí que éramos nosotros quienes debíamos acercamos para atenderla. Así lo hicimos y recibimos al bebé en la jardinera”.
Confió que, en general, la vida en el hospital la hizo feliz, “aunque hubo momentos difíciles por enfermedades como el tifus que nos obligaba a aislar pacientes o crisis económicas que nos obligaban a ahorrar guantes”.
Aunque reconoció que los nacimientos fueron momentos especiales que quedaron grabados a fuego. Recordó con alegría cuando recibió un bebé en el pasillo del hospital: “La mujer estaba parada, descalza y en camisón. Sucedió que la enfermera de turno me vino a despertar porque teníamos que atender el parto. Pero la señora se asustó y la siguió por el pasillo. Cuando salí el bebé estaba naciendo y lo recibimos con la madre de pie y nosotras arrodilladas”.
“Tengo muy buenos recuerdos, quiero mucha a Sastre, a su gente y en especial a mis compañeras y compañeros de trabajo”, concluyó.
La historia de Elvira se está recopilando en un trabajo audiovisual que se presentará en breve como conclusión de la muestra “Silencio hospital. Crónicas de pasillo” que permanecerá abierta hasta el 4 de agosto en la sede del Museo Histórico Municipal “Dr. Rodolfo Doval Fermi”, en Sarmiento 1986 de 8 a 13.
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