Uno de cada cuatro estudiantes que se inscriben en una carrera en la Universidad
Nacional de Rosario termina abandonando el cursado. Si bien este fenómeno suele mencionarse como
deserción universitaria, ésta no es equiparable a la escolar. Y aunque el porcentaje de abandono es
alto, los indicadores no dejan de ser relativos, ya que las estadísticas de la UNR no distinguen
entre quienes nunca retoman los estudios o sólo han cambiado de carrera.
"Estudiantes no reinscriptos" son quienes venían cursando alguna carrera pero,
por razones no especificadas, la interrumpen. El último boletín estadístico de la UNR, que analiza
datos de 2006, dice que del total de 72.398 alumnos que concurren a las 12 facultades, ese año se
reinscribieron 58.803 mientras que 14.903 no continuaron. Un abandono del 25 por ciento.
Antes de desglosar algunas causas de este fenómeno, el coordinador de la
Secretaría Académica de la UNR, Claudio López, pidió no confundirlo con la deserción escolar:
"Primero porque la escuela es obligatoria y segundo porque los universitarios son adultos con
autonomía de decisión para priorizar sus intereses".
No es gratis. Pero aunque no haya datos sobre ese 25 por ciento de "no
reinscriptos", el abandono de una carrera tiene varias explicaciones para López. "La mitad de los
alumnos de la UNR no es de Rosario. Y además de las dificultades naturales de comenzar un estudio
universitario pesan el trasplante a un medio que inicialmente puede resultar hostil, y exigencias
económicas adicionales en traslado y alquiler".
En este sentido, el especialista —investigador y docente de ciencias de la
educación— se refirió al esfuerzo económico que demanda una carrera aun sin aranceles.
"Estudiar en la universidad estatal no es gratis, porque el transporte, los libros y hasta las
fotocopias tienen costo", indicó López, y agregó: "Muchas carreras son incompatibles con un trabajo
de ocho horas, a veces hay que optar por una u otra cosa. Pero no todas las familias pueden costear
los estudios de sus hijos ni todos los alumnos resignar un sueldo hasta recibirse".
Dificultades. López también se refiere a la "dificultad de adaptación a la
cultura universitaria" como causa de la deserción. "En la universidad —explicó— el
alumno tiene libertad para cursar y rendir, pero a muchos chicos, moldeados en el régimen más
cerrado del nivel medio, les cuesta adaptarse a elegir horarios de cursado, manejar las faltas sin
quedar libre o seleccionar qué materias les conviene cursar en el año. Los adultos a veces no lo
perciben, pero hay alumnos con dificultades para administrar esas nuevas libertades".
Otra posible causa se refiere a lo complejo de la inserción académica para
alumnos "que vienen del vapuleado nivel medio, que tienen que hacer un esfuerzo comprensivo
mayúsculo para ir al día con los nuevos contenidos".
"Hay un gran abismo —añadió— entre los contenidos de biología del
nivel medio y de Medicina. O entre la matemática del secundario y la de Ingeniería. Lo mismo pasa
en carreras sociales y humanísticas: las categorías teóricas de las primeras materias de historia o
filosofía son ajenas para la mayoría de los ingresantes. Y todo esto dejando de lado las severas
dificultades de algunos alumnos para leer y escribir".
Más que un diploma. Más allá de relativizar algunas cifras sobre la deserción,
López no minimizó sus causas, al tiempo que resaltó "los esfuerzos" de la UNR para contener a sus
alumnos con "programas como el de articulación escuela media-universidad, becas, residencia,
comedor y asistencia médica".
Y fue más allá al decir que, "aun cuando miles de alumnos pasen por ella sin
obtener un diploma, el tránsito por la universidad transfiere un capital cultural que hace que una
persona, aunque no se reciba, no sea la misma que era antes de ingresar".