Hablar de "escenario de guerra" ya no es una rareza. Lo hicieron esta semana las organizaciones de barrio Ludueña para reclamar acciones en un sector de la ciudad donde solo en los primeros cinco meses del año murieron 14 personas y lo repite María de los Ángeles Menna, antropóloga, docente e integrante de los equipos socioeducativos del Ministerio de Educación de la provincia desde su creación hace más de una década. No parece una exageración mirando los hechos de apenas esta última semana: una beba de un año muerta en una balacera del otro lado de la Circunvalación, en el noroeste de Villa Gobernador Gálvez; cuatro escuelas sin clases en barrio Las Flores por robos, balaceras en la puerta de uno de los establecimientos; una situación de extrema violencia entre padres y docentes ante un caso de presunto abuso sobre una niña; y una movilización en en el centro de la ciudad que advierte que los consumos problemáticos y la presencia de las redes delictivas en los barrios rompen sobre lo ya roto.
Solo en las cuatro barriadas consideradas de mayor violencia en la ciudad, Ludueña, Empalme Graneros, Tablada y Las Flores, viven algo más de 31 mil niños de entre 0 y 14 años, de acuerdo a las estimaciones de población publicadas para 2021 y tomadas de acuerdo a las jurisdicciones de las seccionales policiales.
Ludueña y Empalme son, sin dudas, los más populosos, incluso casi duplican la población infantil de Las Flores. No hay edades para quienes son potenciales víctimas fatales de las balas perdidas de los enfrentamientos que cotidianamente se producen en esos territorios, como fue el caso de Geraldine esta semana en Villa Gobernador Gálvez y de otros tres niños en lo que va de este año; sin embargo, hay otros 10.600 chicos más de entre 10 y 14 años que habitan estos barrios y que con la baja en la edad que se empieza a ver en las estadísticas de homicidios, se convierten en potenciales víctimas.
La contracara de ese escenario es una ciudad que hace dos décadas supo hacer gala de sus políticas de infancia y ser referencia a nivel nacional e internacional en iniciativas que tuvieron a niños como protagonistas. Ejemplo de eso son La Ciudad de los Niños (que alcanzó desde Rosario a otras 44 ciudades iberoamericanas) y el tejido de una red territorial de centros de salud que alcanzaron a las infancias y se fortaleció allí junto a a la experiencia de los 33 centros Crecer que pusieron la mirada en la primera infancia.
Mientras los territorios se fragmentaban, se empobrecían y las violencias se acrecentaban y sobre todo se complejizaban las situaciones a atender, hubo cambios de denominaciones de los espacios de asistencia, pasaron a ser centros territoriales de referencia, luego centros de Convivencia Barrial y, actualmente, reconvertidos centros Cuidar.
La estructura actual es de 35 centros en la ciudad por los que pasaron a lo largo de 2021, tras una pandemia que dejó fortísimos coletazos, casi 3 mil niños entre bebés y adolescentes de hasta15 años, a lo que se sumaría la estructura provincial con los Centros de Asistencia Familiar (CAF).
Hay referentes territoriales y trabajadores que sostienen que al tiempo que la situación se complejizó, la estructura se debilitó. Para la actual directora de Infancias del municipio, Sonia Colacelli, "más que achicamiento de propuestas lo que cambió fue el voltaje de la violencia y las características de los adultos referentes de los niños que complejizan todo".
A través de las escuelas
Ya en la previa de la pandemia, hace tres años, cuando Carolina, una nena de 10 años murió quemada mientras dormía en una casilla de Las Flores prendida fuego por la pareja de su padre, la antropóloga Menna hablaba de un "trabajo de prevención en las escuelas" que parecía no alcanzar y de la "falta de organismos del Estado que aborden las problemáticas de los consumos".
Tres años más tarde, afirma que ese proceso se profundizó en ese y en otros barrios. Y dice además que "nadie parece estar pensando en la centralidad de las infancias y en fortalecer las acciones en ese sentido".
"Uno lo que ve y habla con los compañeros es que se siguieron quitando recursos de los territorios, algo incomprensible", expresa Menna y agrega que "se siguieron diluyendo las políticas y esos dispositivos que a través de presupuestos entrecruzados, siempre con aportes de Nación, provincia y municipio, permitían sostener en los territorios espacios abiertos".
Menna, cuando habla de acciones que fortalezcan las infancias, no piensa "solo en los nichos de pobreza", pero además y sobre todo habla de buscar espacios donde "dar voz".
"Todo implica ante todo mayor inversión", aclara de antemano y agrega: "Hay que comprender los procesos de largo y de corto tiempo que producen estallidos como los que estamos viviendo y sobre todo construir espacios como escuelas, aulas en ellas, centros de salud y de acceso a la Justicia, centros culturales y deportivos, clubes barriales y bibliotecas como espacios que le den voz a niñas y niños".
Considera que al tiempo que las políticas de infancia "se salieron de foco", los territorios "las situaciones se complejizaron cada vez más, se sufrieron los efectos de cuatro años de vaciamiento de las políticas nacionales y la problemática de los consumos que impacta en todos los sectores y, en la mayoría de los espacios que atendemos estas situaciones, somos pocos para atender la demanda".
"Ni para comer"
Erica Pereyra desembarcó en Ludueña en 2002, comenzó siendo parte de espacios con jóvenes en talleres de comunicación, desde entonces está en el barrio y ya hace tiempo es parte del Bodegón Cultural Casa de Pocho, que si bien trabaja más con jóvenes y adolescentes en proyectos productivos, conoce el territorio al dedillo.
Explica que en el último tiempo en el barrio la violencia "mete a la gente para adentro", pero pese a eso "se sostienen proyectos"; así y todo, reconoce que tanto las organizaciones como los espacios estatales como institucionales del barrio "trabajan en la urgencia porque la situación que se vive es muy fuerte y se sabe que las intervenciones tienen un techo".
Si bien señala "momentos de mayores propuestas" en el barrio, no deja de remarcar la coyuntura de lo que sucede: "A veces estamos frente a situaciones de extrema violencia y vulnerabilidad, y no hablo solo de lo que se conoce respecto a las mafias que operan y de las que la mayoría que estamos siendo víctimas, sino de la violencia estructural, la gente no está teniendo para comer y eso no se puede desatar las cuestiones de salud y educación, y eso se vienen profundizando cada vez más".
La militante no deja de preguntarse "hasta dónde no tienen techo las políticas públicas de infancia en un proceso largo de fragmentación que se terminó de dar con la pandemia y donde los lazos comunitarios se rompieron y sí, se pierden de vista las infancias".
Y en ese contexto señala que más de una vez "son trabajadores precarizados, en formas de contratación del Estado que son históricas, los que llevan adelante esas políticas que son muchas veces un trabajo de articulación artesanal, tejiendo redes con las organizaciones para salir adelante en situaciones".