Durante el gobierno de Nicasio Oroño, Santa Fe fue pionera en la Argentina al dictar en septiembre de 1867 la primera ley de matrimonio civil, adelantándose dos décadas a la legislación nacional. En los fundamentos que presentó ante las Cámaras legislativas para impulsar la norma, fuertemente laica, el gobernador aseguró que por "los constantes esfuerzos que se han hecho hasta hoy por la provincia para traer la inmigración extranjera, los sacrificios que ha sido indispensable hacer para el establecimiento de colonias en su territorio serían infructuosos si no procurásemos hacer efectivas las garantías constitucionales, acabando con el absurdo de imponer a los extranjeros, de creencias diferentes a la nuestra, como condición para el ejercicio de los derechos civiles de casarse, la obligación de abjurar de su religión". La Iglesia Católica, que durante siglos ostentó el monopolio de consagración de las uniones, intentó frenar el proyecto de Oroño, a quien el obispo Gelabert y Crespo amenazó con la excomunión. Y puso en marcha una campaña para convencer a los vecinos de no casarse por civil como indicaba la nueva ley, invocando el perjurio que la práctica acarreaba para la religión. Pero cuenta la tradición que en Colonia Esperanza hubo un antecedente de facto cinco años antes, gracias a una historia de amor. Los protagonistas fueron el austríaco católico Alois Tabernig, viudo y con tres hijas, y la suiza y protestante Magdalena Moritz, quienes deseaban casarse. Pero por entonces sólo existía el matrimonio religioso y no se permitían los casamientos entre personas de distinta fe. Así, como el cura del pueblo se negó a celebrar la boda, los enamorados juraron su amor en la plaza pública, bajo un árbol al que rotularon como el "de la libertad". Poco después la ley de Oroño consagraría por ley los matrimonios interconfesionales.