"En Rosario se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregación, exclusión, restricción o menoscabo por razones o con pretexto de raza, etnia, género, orientación sexual, identidad de género, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que implique distinción". El artículo 1º de la ordenanza aprobada en 1996 fue una de las primeras conquistas del Colectivo Arco Iris a dos años de su creación. Así y todo, el clima era hostil aún ya en democracia: moralidad pública funcionaba, los códigos contravencionales estaban vigentes y travestis y trans eran sistemáticamente coimeadas, perseguidas, apresadas y abusadas por la policía. No cualquiera podía poner la cara porque el vuelto iba desde la pérdida del trabajo hasta la violencia. "Para muches la democracia llegó después", dijo Pedro Paradiso Sottile, referente junto a Guillermo Lovagnini de ese espacio.
Para Lovagnini, el colectivo "marcó hitos en la historia del movimiento a nivel nacional, aunque la historiografía porteña lo minimice", ya que fue el primero en reunir en un mismo espacio a gays, lesbianas, travestis y transexuales. "En ese momento todo era revolución", afirmó Lovagnini sobre el colectivo que desde este martes tiene en Rosario una calle con nombre.
La imposición del nuevo nombre a la arteria es parte de la iniciativa Memoria en la Calle que lleva adelante la Dirección de Derechos Humanos y Memoria de la Municipalidad y que determinó que a partir de ahora el Pasaje 736 de la zona norte, justo en la intersección de la avenida Luis Cándido Carballo, pase a llamarse Colectivo Arco Iris.
Ahí estuvieron algunos de los tantos y tantas que fueron parte de esa historia desde 1994. "Ver que una calle está con el cartel y el nombre de Colectivo Arco Iris es fuerte porque eso pasaba hace ya 30 años, que no es tanto, pero al mismo tiempo el contexto era totalmente diferente y adverso, donde la lucha era más difícil y donde hoy este reconocimiento llega como un acto de Justicia", señaló el activista, hoy radicado en Buenos Aires.
En el 94 Paradiso Sottile tenía apenas 19 años y así y todo fue la cara más pública del colectivo. "Yo tenía ciertos privilegios, era gay, pero entraba dentro de los estereotipos de la masculinidad: era hombre, no tenía el estereotipo del mariquita, venía de una familia de clase media y trabajaba de guardavidas. Y esa visibilidad me salvó la vida y me permitió más de una vez ir a golpear los portones de moralidad pública para que liberaran a las travestis", recordó.
Para Lovagnini, el riesgo de ser visible era su trabajo. "Yo era empleado en la Obra Social del Ejército, estaba rodeado de milicos y vivía de eso, no la tenía fácil porque vivía de eso", contó tres décadas después y destacó que "en ese momento todo era revolución".
"Apenas si se hablaba de los putos, de las tortas y capaz alguna trans, pero no existía el resto. Todo eso lo sacamos y se lo pusimos en la cara a la ciudad, y le dijimos que queríamos tener derechos e igualdad y fue un cachetazo grande", aseguró.
Ser y parecer, en diversidad
Sin dudas fue la Semana Santa de 1996 la que marcó uno de los hitos de la historia del movimiento, y fue en Rosario: el primer encuentro nacional de gays, lesbianas, travestis y transexuales. "Fue histórico porque reunió por primera vez a la diversidad que hoy llamamos LGBTIQ+ y que por entonces estaban organizadas en espacio separados", recordó Paradiso Sottile, convencido de que esa diversidad lograda hacia adentro del colectivo "fue revolucionaria para todo el movimiento".
"Para nosotros la diversidad fue un emblema, en el decir y en el hacer, en el discurso y en la acción, y de hecho fue la primera organización que tuvo una presidenta travesti, Tatiana Ortega, cuando las organizaciones tenían siempre a la cabeza a varones y persistía cierta transfobia", recordó.
"Para muchos la democracia llegó después, desde la libertad de caminar hasta la posibilidad de ser travesti, trans o marica y que no te lleven detenido por tu expresión de género, porque todo el que no respondía al mandato masculino iba preso y era violentado en sus derechos: físicos, sexuales, psicológicos y sociales", afirmó.
A las violencias y discriminaciones, aún en los 90 y durante las primeras décadas del siglo XXI el sida siguió siendo una realidad a la que había que dar batalla para garantizar el acceso a la salud para todas y todos, llevar preservativos donde no había, sensibilizar y concientizar, reclamar al Estado y al mismo tiempo enfrentar los fantasmas de cada uno.
"Ser puto era ser sidoso y eso era morirte, así sin más remedio", dijo Paradiso Sottile sobre sus años de adolescente y sobre la batalla que significó el virus del sida.
Ese "mandato de oscuridad" de aquellos tiempos los contrastó con el presente. "Con mi familia, con mis dos hijes a quienes pudimos adoptar, a los dibujos que me hicieron con la calle que ahora se llama Colectivo Arco Iris y que me hacen pensar que la revolución es posible, pero que para eso las herramientas fundamentales son la educación, la educación sexual integral (ESI) desde el nivel inicial", remarcó sin dejar de lado las deudas pendientes.
Sobre todo, la modificación de la ley nacional antidiscriminatoria que está vigente desde 1988. "Allí aún no se inscribe la orientación sexual y por identidad de género y esa es una verdadera herramienta para erradicar el estigma y la discriminación por odio", detalló convencido que "esa reforma sería el mejor homenaje al movimiento".