Bastan pocos minutos de diálogo con Osvaldo Martínez y Víctor Morjosé para entender por qué ellos fueron dos de los quince amigos que el Negro Olmedo mantuvo desde su infancia hasta el 5 de marzo de 1988, cuando murió.
Bastan pocos minutos de diálogo con Osvaldo Martínez y Víctor Morjosé para entender por qué ellos fueron dos de los quince amigos que el Negro Olmedo mantuvo desde su infancia hasta el 5 de marzo de 1988, cuando murió.
Son tan histriónicos, ocurrentes, divertivos y cultores del doble sentido como él. Cuentan algo con caras serias y por lo bajo, y a los dos minutos lo desmienten a las carcajadas.
Así le aseguraron a La Capital, por ejemplo, que "el Negro era gay", "nunca fue de Central", "jugaba mal al fútbol", "no era peronista" y "no pagaba nunca un almuerzo". Creer o reventar.
Hoy, a dos décadas de la muerte del capocómico rosarino, la barra de amigos le rendirá homenaje: una misa a las 20, en la parroquia Inmaculada Concepción, de Catamarca y Riccheri. Y a las 21, colocarán una ofrenda floral en la escultura ubicada en Rivadavia y Pueyrredón. Luego, se sentarán en un bar para hablar de la vida.
Osvaldo conoció al Negro a los 7 años. "Fuimos a la escuela de Pichincha 350, la Nº 78 Juan Francisco Seguí", aclara antes de recitar un verso sobre el ministro santafesino que le dio nombre al colegio.
Todo eso sucede ante la perplejidad de su amigo Víctor (con gestos dice que Osvaldo está loco ) quien recuerda que conoció a Olmedo en Newell’s, donde practicaba gimnasia. "Era livianito. Una noche conmigo en Uruguay el público le pidió un chiste. Dijo que estaba con «un amigo de Rosario» y que íbamos a hacer una prueba; lo sostuve y paró una vertical en segundos".
Ambos cuentan que nunca dejaron de verse. Se reunían cuando Olmedo venía a Rosario "a cargar pilas", según decía, y también cuando ellos viajaban a Buenos Aires. "Nos mataba si se enteraba que comprábamos una entrada a un espectáculo. Era muy generoso, pero nosotros no abusábamos de su amistad. Nos presentaba a todos, nos llevó a comer a Fechoría y una vez me invitó al camarín, entró Porcel con dos botellas de champán y Susana con Monzón.
Susana era una diosa y él me decía que le toque el corpiño, yo me ponía todo colorado, me moría de vergüenza, pero él no dejaba de bromear", relata Osvaldo.
Víctor asegura que algunas cosas que Olmedo usó para componer sus personajes se las robó a ellos. "La frase «hay efectivo» y eso de apretar a Silvia, la Salomón o la Brodsky eran cosas que les hacíamos nosotros a nuestras mujeres.
Una vez Silvia Pérez nos preguntó si era cierto que lo hacíamos, nos levantamos y la arrinconamos a las carcajadas", recuerda Víctor antes de remarcar que "esa mujer lo amó en serio" .
Las anécdotas van y vienen y seguirán seguramente a ese ritmo esta noche. "Le dio la mano a Perón y si bien era más bien gorila dijo que nunca se la lavaría", aseguran por último. "Una vez nos dijo que si se moría nos iba a castigar, porque nos íbamos a tener que reunir seguido para recordarlo. Nunca dijo una broma tan seria", lamentaron sin dejar de sonreír.