Lola y su dueño, Christian Kuperbank, encararon juntos la búsqueda para hallar a las víctimas bajo los escombros del edificio que explotó en Rosario el 6 de agosto de 2013 por una fuga de gas, pero además prestó su olfato para dar con los sobrevivientes del alud ocurrido en Tartagal en 2009.
Lola también contribuyó en los terremotos ocurridos en Chile y Haití en 2010, entre otros hechos.