"Que se pongan las pilas y vengan a ver cómo vivimos", fue el grito desgarrador de Antonia, la tía de Máximo Jerez, en el velatorio de su sobrino de 11 años, asesinado por balas de vendedores de droga. La mujer pedía así la presencia de autoridades y más seguridad en el barrio Los Pumitas, donde vive la comunidad qom desde 1995. Pero ahora, poco más de diez días después del crimen de Máximo el pedido es otro y suena casi como súplica. "Los dos nenes y la nena baleados evolucionan bien, pero tienen mucho miedo, pánico, y necesitan volver a su vida: su casa, sus amigos, la escuela, el comedor, el club. Apenas hablan, y lo que menos necesitan es el acoso mediático. Tenemos que cuidarlos".
Las palabras son de la médica Mónica Jurado, directora del hospital Zona Norte, donde Salomón y Alexis, de 13 años, y Naira, de 2, fueron trasladados de urgencia la madrugada del 5 de marzo.
La médica detalló a La Capital cómo es el estado de salud de cada uno. Dijo que a Naira una bala le fracturó un brazo y está con un yeso, pero fuera de peligro. Que a Salomón se le comenzó una reconstrucción del maxilar inferior luego que un proyectil entrara en su boca. Y que Alexis, el más perjudicado, fue operado dos veces porque la balacera afectó el lado derecho de su cuerpo: hígado, pulmón y riñón, además de cargar con una costilla fracturada.
"No puedo olvidar la actitud de la mamá de Maxi la noche en que había perdido a su hijo: no se movió de al lado de la terapia donde estaba Alexis, quien no tiene ni mamá ni papá que lo críen. Si ella en esa situación pudo cuidar a este nene, cómo no vamos a cuidarlos nosotros", reflexionó la médica.
Es más, Alexis aún tiene la bala en su cuerpo y deberán sacársela antes de que se vaya del hospital. Eso sí: tanto a él como Salomón, hinchas de Rosario Central, los entusiasma una idea que alguien sugirió, pedirle a Angel Di María que les mande una camiseta para seguir peleándola y olvidar el mal recuerdo de la noche de las balas, del que apenas hablan porque sueñan "feo" y tienen miedo.
Fideo sabe cómo los nenes y nenas viven en la zona norte esta ciudad. De hecho vivió allí de pequeño y lleva en su brazo grabado ese orgullo. "Nacer en la Perdriel fue y será lo mejor que me pasó en la vida" se lee en su brazo. Es cierto que su barrio y los alrededores ya no son lo que eran cuando su mamá lo llevaba en bici a entrenar. Pero el centralista y jugadorazo campeón del mundo no se desconecta de su gente. Desde Italia, desde la Juventus, sabe como se vive hoy por acá.
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Jurado dejó en claro que estos cuatro casos se dieron juntos y ganaron todas las pantallas del país, pero dice que desde 2020 a hoy, entre el Hospital Vilela y el que ella dirige llevan contabilizados 72 casos de menores de 18 años baleados.
"Por suerte la tasa de mortalidad es baja, pero debemos tener en cuenta que son chicos fundamentalmente de entre 1 año y 12 o 13 años, edad en que andan más sueltos por la calle o con la bici".
Miedo a las 12 cuadras
Desde la escuela Nº 1344 donde este jueves por la tarde tendrían que estar con sus compañeros y la "seño" Silvia Spinoza, tanto Maxi como Salomón y Alexis, también el director Manuel Moure pidió "cuidar a los chicos".
"No tienen miedo a lo que pase en la escuela, temen recorrer las 12 cuadras de acá a su barrio", dijo el maestro y cuando remarcó "acá" refirió al trayecto desde la avenida Sabin y Juan B. Justo al oeste, al barrio Los Pumitas, ahora atestado de policías y gendarmes. Gente armada, una foto poco habitual para los chicos de otros barrios, pero que miran con naturalidad los que viven en la zona de Empalme Graneros, al norte de Rosario.
Este maestro tiene 51 años y 26 de docente. Desde 2007 trabaja en la escuela bilingüe Taigoré, donde actualmente asisten 335 pibitos y pibitas desde nivel inicial a séptimo grado. Conoce a los alumnos heridos y a sus padres, sus primos y tíos, porque también fueron sus alumnos. Dijo que Salomón es más retraído que Alexis, a quien le gusta jugar a la pelota.
"Estas familias son pobres, calladas, los matrimonios suelen cartonear juntos y los varones, en caso de conseguir un trabajo, lo hacen de manera informal y como albañiles. Las mujeres cuidan la casa y a los niños. Son familias presentes, con lo que pueden acompañan a sus hijos", contó el director antes de asegurar que con el equipo directivo, el Ministerio y el personal del hospital miran para adelante, tratando de cuidar como será el regreso de estos chicos a su territorio, hoy lleno de gente asustada, escondida y armada.
"Con esta tragedia todo sale a la luz, pero hace tiempo que estos chicos viven con miedo. Para ellos ver o escuchar sobre balas y violencia no es algo raro", señaló.
Se le preguntó al maestro qué necesita la comunidad y dijo: "De todo".
"Acá (en Sabin 1199) son bien recibidos los útiles escolares, pero ropa y comida preferimos que la lleven a Cabal al 1400 (cerca de donde fue la balacera). Allí está el Centro de la Comunidad que tiene una FM".
De este modo se refirió al Centro Qadhuoqtex (que en qom significa base o cimiento), a cargo de Oscar Talero, un referente qom desde 2004 en el mismo territorio donde evangelizaba desde una década antes la monja María Jordán.
Desde esa época a hoy mucha agua pasó bajo el puente, pero las carencias y la violencia no se agotaron. Por el contrario se agravaron. "Que se pongan las pilas y vengan a ver cómo vivimos" sigue siendo una invitación para quien quiera oír.