A continuación, se reproduce una nota publicada el 6 de junio de 2021 en el diario La Capital, en ocasión del cierre de Falabella, que funcionaba en el edificio de La Favorita.
Por Carina Bazzoni
Foto: Virginia Benedetto
Foto: Virginia Benedetto
Foto: Virginia Benedetto
Foto: Virginia Benedetto
Foto: Virginia Benedetto
Foto: Virginia Benedetto
A continuación, se reproduce una nota publicada el 6 de junio de 2021 en el diario La Capital, en ocasión del cierre de Falabella, que funcionaba en el edificio de La Favorita.
Un corte de raso color fucsia comprado en una liquidación que no llegó a la manos de ninguna modista, aún guardado y con la etiqueta del precio. Bolsas con el logo azul y blanco donde se habían guardado cartas viejas. Y fotos, postales, publicidades, bolsitas y hasta un disco con un fox trot. Todos esos objetos salieron esta semana del fondo de roperos y bibliotecas para viajar sin escala a las redes sociales después de que Falabella bajara definitivamente las persianas del edificio de Sarmiento y Córdoba, donde funcionó la tradicional tienda La Favorita. Chucherías domésticas, pequeñas herencias que sostienen historias que permanecen en la memoria colectiva de los rosarinos.
"¿Qué recuerdos guardan de la tienda La Favorita?", preguntó hace tres semanas La Capital a los integrantes del grupo Basta de Demoliciones, un colectivo que desde el 2000 se dedica a divulgar el valor del patrimonio arquitectónico rosarino y bregar por políticas de resguardo y preservación frente al avance de la especulación inmobiliaria.
Las respuestas no se hicieron esperar y alentaron esta nota. Historias mínimas, colectivas, que tienen como escenario los colores de inmensos rollos de tela y la música de fondo del ronroneo de las escaleras mecánicas. Pasen, vean y sumen las propias.
"La tienda La Favorita está íntimamente ligada a la historia de la ciudad. Por alguna razón recordamos a La Favorita y no a Falabella. Hay diferencias: los García llegaron de Asturias, se quedaron y ayudaron a crecer a la ciudad. La empresa chilena fue una de las representantes de las políticas neoliberales que nada tienen que ver con el patrimonio de la ciudad, su cultura y su gente", advierte Ana María Ferrini, licenciada en Letras y una de las referentes de Basta de Demoliciones.
Pero antes de todo esto, Ana María fue una niña inquieta que solía acompañar a su mamá a comprar en la tienda. "Mi mamá siempre tuvo crédito en La Favorita. Sacaba dos veces al año un crédito por una determinada cantidad de dinero que iba renovando permanentemente porque siempre compraba. Aprovechaba las liquidaciones, nos vestía y vestía la casa", señala.
Tal fidelidad tenía premio. En los días previos a las fiestas de fin de año o para conmemorar aniversarios de La Favorita, la tienda fundada por inmigrantes asturianos se encargaba de repartir a su clientela una botella de sidra de cinco litros. "La recibían todos los clientes que tenían cuenta", recuerda.
Mirta Sosic se recibió de técnica en comercialización después de terminar la secundaria. Por esos días, "era hija de una familia de obreros de la zona sur y soñaba con trabajar en La Favorita", recuerda ahora, con 66 años y al frente de un puesto en el Mercado Retro donde, antes de las restricciones impuestas por la pandemia, se exhibían algunos souvenirs relacionados con la tienda. Platos de porcelana, de esos que decoraban las casas en la década del 70, con la estampa del edificio de Córdoba y Sarmiento. Y la publicidad de un juego, con importantes premios, lanzado para celebrar los 120 años del diario asLaCapitalxs y los 90 de la tienda.
Según explica Mirta, para las vendedoras de la época trabajar en La Favorita era no sólo acceder a un mejor salario, porque a los sueldos se agregaban las comisiones, "sino que tenía más estatus" entre las jóvenes trabajadoras de esos días. Sobre todo, si eran vendedoras del primer piso, la sección de telas, el sofisticado reino de modistas y costureras.
Y si bien nunca llegó a trabajar en este lugar, sí conserva una colección de retazos comprados en liquidación, con la idea de convertirlos en blusas, camisas o polleras; pero que todavía esperan llegar a las manos indicadas. Hace poco, una diseñadora de indumentaria ofreció comprarlos, pero "no pude venderlos, porque básicamente no tienen precio", explica la mujer.
Hace pocos días y revisando cosas viejas, Elizabeth Fregoni encontró en su casa una bolsa blanca impresa en tinta azul. Rápidamente reconoció el logo de La Favorita en el plástico que había usado para envolver las cartas que intercambiaba con su familia cuando vivía en Canadá.
Elizabeth está en el último año de la licenciatura en Turismo de la Universidad Nacional de Rosario y es una de las autoras del blog "Turismo Pase Prioritario", creado por estudiantes de la carrera. Para la próxima edición están preparando una serie de notas sobre la historia de La Favorita.
La primera vez que entró en la tienda tenía apenas cuatro años y recién se mudaba a Rosario. "Recuerdo que en esa época era el único lugar donde encontraba los mismo juguetes que yo tenía en Canadá. Entrar a la tienda junto a mi hermana era maravilloso", apunta.
La Favorita, dice, "siempre estaba presente en la cotidianeidad de los rosarinos. No sólo por lo imponente de la arquitectura de su edificio, sino porque mucho de lo social pasaba por ese negocio. Se compraban telas para vestidos de fiesta, para los uniformes del colegio y la tienda era el lugar de encuentro donde empezaban las salidas en el centro o para reconfortarse un rato en una tarde de verano en pleno enero, cuando la humedad y el calor del suelo de la peatonal se hacían insoportables para transitar".
Patricia Maida entró a trabajar al edificio de Córdoba y Sarmiento en el 81 y se retiró en octubre del año pasado. Después de 40 años de trabajo en la tienda, le cuesta elegir sólo una anécdota para contar. La encontró entre sus primeros recuerdos como trabajadora de La Favorita, allá por el 83.
"Los dueños de la tienda hicieron una promoción para Navidad. Eligieron a uno de sus empleados, el señor Salvador Caltabiano ("un compañero muy querido con un perfil de hombre bueno, que dio perfectamente") lo llevaron a Buenos Aires, lo subieron a un avión de regreso a Rosario y promocionaron el viaje de Papa Noel.
Desde el aeropuerto a la tienda, la gente lo esperaba en su trayecto y saludaba al carro de bomberos que lo transportaba. Fue un evento multitudinario, en la tienda no entraba un alfiler. Tampoco en las inmediaciones de la peatonal", cuenta y recuerda que Caltabiano siguió en su papel durante muchos años más, incluso contestando las cartas que le enviaban los niños.
Como otros sitios emblemáticos de la ciudad, quizás La Favorita sume tantas anécdotas como personas que visitaron o trabajaron en la tienda. Sin embargo, una de las más compartidas es la forma elegida para promocionar la colección de otoño, realizada un 21 de marzo de 1970.
Al comenzar la temporada, un avión arrojó por toda la ciudad hojas de papel amarillas y verdes que anunciaban el comienzo de la nueva estación.
"Estaban impresas en cartulina y tenían el formato de las hojas de un tilo. Aún conservo algunas entre mis libros", afirma Ana María Ferrini.
Otros miembros de Basta de Demoliciones recuerdan haber estado en la escuela primaria, en el patio de la escuela Alberdi, esperando ver pasar la avioneta que tiraba las hojitas. Algunos ubican a la aeronave un domingo al mediodía, llenando de verde y amarillo la terrazas de sus casas.
Historias mínimas que permanecen bien guardadas en la memoria colectiva de los rosarinos.