Consta entonces en la primera página del libro de muertos con fecha 27 de agosto de 1731 el nombre de Ambrosio Morales, “hijo legítimo del Cap. Joseph Morales y de Da. Juana López” que fue “sepultado con entierro menor”. Para esa época es la Iglesia parroquial y sus alrededores el lugar de depósito de los fieles difuntos, como se acostumbraba desde el Medioveo europeo. Será hasta el 15 de abril de 1810 que la autoridad religiosa, el Obispo de Buenos Aires Benito Lué y Riega, prohiba las inhumaciones en terreno parroquial “por privilegiado que fuese” el finado.
Presentación general (1).jpg
La fecha coincide con la bendición del segundo camposanto de la ciudad a manos del cura Julián Navarro ubicado en una manzana que hoy estaría contenida por las calles Jujuy, Brown, Corrientes y Paraguay, en parte de los actuales terrenos ferroviarios. Cuestionada su ubicación y atiborrada su capacidad, en 1854 el gobernador Domingo Crespo firma un decreto para su traslado.
El tercer cementerio
Los terrenos para el nuevo cementerio fueron donados por el “acaudalado vecino” don Manuel Tabares y estaban en el solar de Las Ánimas, se cree que entre las actuales calles Mendoza, 3 de Febrero, Moreno y Balcarce. Pero fueron considerados “muy céntricos” y permutados por otros propiedad de Don Mariano Basualdo.
Firma de don Manuel Tabares, quien fuera el donante de los terrenos para el cementerio El Salvador / Adaces.
El proyecto fue desarrollado por el arquitecto norteamericano Timoteo Guillón y las obras se iniciaron el 11 de diciembre de 1855 en un solar de unos 130 metros por lado en el vértice sudoeste de lo que luego serían las calles Suipacha y Riccheri, el bulevar Argentino (más tarde Pellegrini) y la avenida Godoy, con los años Presidente Perón.
El mismo cura Ildefonso García, quien había encabezado la suscripción junto a Dámaso Centeno y Domingo Correa, para levantar los muros de tres metros del cementerio, bendijo las instalaciones el 7 de julio de 1856.
Al principio sólo hubo tumbas en la tierra y desde 1856 también panteones, ya que en 1863 se construyeron los primeros nichos empotrados en el muro original del oeste y en 1870 en el del sur. Nada queda de aquellas construcciones y si bien todo el sector fue remozado entre 1932 y 1933 subsisten aún algunas tumbas que, de hecho, se transformaron en las más antiguas de El Salvador. Son las de dos personas muertas en 1859, la de un apellidado Avechuco en 1866 y de un López en 1868.
El registro de los muertos se realizó en el libro parroquial hasta 1860 que pasó a manos de la Municipalidad y recién en 1871 constan los datos de los fallecidos con su ubicación en la necrópolis.
cementeriosalvaantiguo07b.jpg
Primeras imágenes del cementerio El Salvador en la bisagra de los siglos XIX y XX / Escuela de Museología - Municipalidad de Rosario.
Recién en 1867 se organiza un servicio regular de capellanía y sepultura, y desde 1883 un inmenso paredón acompañará la traza del Ferrocarril del Oeste Santafesino, vía convertida en 1902 en avenida Godoy, luego Perón. De la mitad de los años 80 es la adquisición de los solares sobre la avenida Plata (después Ovidio Lagos), que significó una de las mayores ampliaciones de su capacidad.
La imponente fachada con aires de neoclasisismo griego, obra del arquitecto alemán Oswall Menzel, fue inaugurada en 1888 y se convirtió en el más simbólico pórtico de la relación que los rosarinos establecieron con la muerte. Con los años se agregaron terrenos al oeste y al norte conformando así la estructura actual del cementerio.
cementeriosalvaaintiguo08b.jpg
Masiva concurrencia al sepelio de los caídos en la Revolución Radical de 1893 / Colección Pusso - Escuela de Museología - Municipalidad de Rosario.
Nombre y popularidad
Conocido como el Cementerio del Rosario, será el intendente Gabriel Carrasco el encargado de nombrarlo como se lo conoce hasta el presente, es decir, Cementerio del Salvador o Cementerio El Salvador, durante su ejercicio entre 1890 y 1891.
En esa época y hasta la segunda mitad del siglo XX, los sepelios son masivos y sobre todo si el finado es una figura pública o popular. Son multitudinarias también las celebraciones del Día de los Muertos todos los 2 de noviembre.
Según el guión del paseo al Salvador del programa El parque explorado, hubo que moderar tanta devoción y los edictos municipales son rudos con algunos comportamientos sociales fuera y dentro del cementerio para el Día de los Santos Difuntos. Apelando al decoro, se prohibió la venta de alcohol, así como de refrescos y golosinas, ya que "miles de rosarinos se daban cita para sociabilizar graciosamente".
Una multitud visita el cementerio El Salvador el Día de los Muertos de 1949 / Archivo Diario la Capital.
Son de los años 30 del siglo XX los primeros panteones sociales y luego gremiales, que se diferencian muy bien del sector de los tan arquitectónicamente bellos y valiosos, como artísticamente trágicos, mausoleos y panteones de las familias adineradas de la ciudad.
cementeriosalvaestatua06b.jpg
Es inmenso el patrimonio arquitectónico y artístico del cementerio El Salvador / Leonardo Vincenti - La Capital.
Cultura y educación
En los años 90 comenzaron los relevamientos del patrimonio cultural del cementerio El Salvador en pos de valorizar la arquitectura, el arte funerario y la historia de ciudad, aunque también el diario La Capital archiva muchas notas acerca de la decadencia de algunos sectores y de los innumerables hurtos de piezas de los mausoleos, panteones y nichos.
Desde hace 12 años, el cementerio ha ido construyendo otra imagen de sí mismo gracias a intervenciones culturales y educativas promovidas por la Municipalidad de Rosario. El Museo de la Ciudad ofrece un servicio turístico en el cementerio en el marco del programa El parque explorado que se ocupa de contar la historia y poner valor las instituciones del parque Independencia. El cementerio El Salvador forma parte de esos recorridos. También son ya una tradición las visitas nocturnas a la necrópolis que se realizaran con el trabajo de investigación y la presentación del hoy secretario de Cultura municipal, Dante Taparelli.
Cementerio o museo
Para el arquitecto, arqueólogo y conservador de museos rosarino Gustavo Fernetti, el cementerio está acompañando las nuevas costumbres en relación a la muerte. “Hay un corrimiento hacia la ignorancia de la muerte. Por consiguiente, el cementerio ya no es un lugar sagrado y de allí a la patrimonialización hay un paso”. El especialista habla de “la ausencia de las imágenes del difunto” que antes estaba presente en una estatua o luego en una fotografía, y ahora se acota a un registro de fallecimientos. Tanto la muerte como el muerto “se han ido desdibujando”. Y sólo quedan los muertos ilustres y sus mausoleos. “Hoy parece que la muerte es individual, es la muerte del otro, y ya no es pública, es del muerto y sus familiares”, reflexiona.
cementeriosalvavisita50b.jpg
Las visitas guiadas al cementerio se han repetido tanto de día como de noche / Archivo Diario La Capital.
La crisis sanitaria ha anclado aún más el abandono que las personas han hecho de acendrados ritos funerarios. Sobre todo porque según Fernetti, “la pandemia nos ha enseñado que la muerte puede ser más cercana de lo que uno cree. Quizás por eso parezca que la muerte es menos sorprendente”.
Fernetti cree finalmente que el cementerio ha dejado de ser un espacio tabú para convertirse en otro de contrastes, sin olvidar que un lugar con semejante valor patrimonial, arquitectónico y artístico merece un intenso cuidado y abultado presupuesto: ”Estos factores favorecen la musealización del cementerio porque ya no vamos allí a ver los muertos, sino la parte gloriosa, artística de la muerte, desprovista de morbo y con rasgos de curiosidad o interés”.
Por su parte, el jefe del Servicio Educativo del Museo de la Ciudad, Ernesto Aguirre, parece menos esperanzado. "El futuro del cementerio no será diferente del futuro del centro de la ciudad. Será la sociedad la que decida si seguir haciendo edificios, empeorando el centro. La gestión del cementerio no escapará a esa lógica". Y se sincera: "Nuestro trabajo es conservar y rehabilitar, pero no tomamos las decisiones". Finalmente, "Negro" Aguirre cree que hoy es muy común "el hábito de cremar, pero Occidente viene cambiando los rituales funerarios constantemente". Ya que hace 25 años no lo era y hoy las iglesias católicas, que no aceptaban las cremaciones, tienen cenizarios para sus fieles difuntos.