Hacía una pila de años que no tenía noticias de Cristian "Pampa" Guglielmett. La última vez que tuve oportunidad de conversar con él fue cuando celebramos los 25 años de egresados del Normal 3. Ese viernes de finales de 2011 compartimos un acto en el legendario gimnasio de la escuela de Entre Ríos al 2300 y después fuimos a cenar a un restaurante de Pasco y Entre Ríos. En esa oportunidad nos pusimos al día y me contó de su trabajo en la Biblioteca Estrada y de cómo marchaba su vida. Lo vi bárbaro, alegre de volver a encontrarse con muchos de sus compañeros de la promoción 1986, irradiaba la misma luz que tenía aquel pibe que andaba de aquí para allá en las enormes instalaciones de la querida escuela.
Todos los que estuvimos cerca de él de diferentes formas sabíamos que había salido adelante frente a semejante adversidad, que se había recibido de abogado en la Universidad Católica Argentina y que empujaba para adelante, tratando de llevar una vida mejor. Pero ver al Pampa convertido en noticia nacional e internacional por su trabajo y esfuerzo y por el enorme gesto que recibió de Lionel Messi, me sacudió como esos rayos que caen sin avisar y te hacen saltar de la cama en medio de una noche de tormenta.
Pero no fue algo atemorizante como una tormenta. Fue un “flashback” que me tiró casi 36 años para atrás y me hizo revivir aquellos años de la escuela secundaria, cuando nuestro héroe era un personaje anónimo, que llamaba un poco la atención por ser delgado, medio desgarbado y alto. Por lo que recuerdo, era un estudiante aplicado, pero lejos de ser un “olfa”, más bien le gustaba gastar alguna que otra broma y hacer un poco de bardo. Me llega a la memoria haber visitado su casa en calle Corrientes entre Virasoro y Rueda, donde después de hacer algunas tareas escolares tomamos una merienda.
Fuimos compañeros de curso hasta tercer año. En cuarto y quinto, se separaron todas las divisiones, como solía ocurrir -y ocurre, creo-, aún en las escuelas secundarias. Cristian fue al bachillerato con orientación en biología y yo al que apuntaba a la pedagogía. “Pampa” siempre fue deportista. Sus condiciones físicas y talento le abrieron la puerta a la práctica del vóley, lamentablemente en el Club Provincial. Y digo “lamentablemente”, porque yo en esa época tuve una incursión en ese deporte (sin cosechar grandes elogios y con muy “bajo “perfil”) en el equipo de Normal 3. Una aclaración para gente no aficionada a ese deporte: a pesar de ser una escuela, Normal 3 compite desde hace muchísimos años en torneos con clubes (caso único en la ciudad) y tiene una importante historia.
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Decía que “lamentablemente” Cristian había ingresado a Provincial, porque muy rápido se convirtió en el crack de un club competidor directo del Normal 3 en aquellos años. “El Pampa te caga a pelotazos”, solíamos decir cuando nos confirmaban que se venía una fecha para enfrentar a “Provin”. Y era así. Un jugador notable y sí, el Pampa te mataba a pelotazos. Sus progresos en el deporte fueron notables y fue un impacto para todos cuando nos enteramos de que había sido convocado para integrar la selección de Rosario y de la provincia de Santa Fe. En ese tiempo circuló un rumor. Se decía que lo habían llamado para el equipo nacional y que prácticamente lo bajaron del avión porque desde Buenos Aires “acomodaron” a otro jugador. Nunca pude preguntarle si eso fue realmente así, pero el Pampa ya tenía chapa de estrella y ya era un héroe para todos.
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Cristian Guglielmett tiene 52 años, es abogado y quedó ciego a los 17 por un accidente. Lionel Messi pudo cumplirle el sueño de volver a ver.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Su vida, como ya se ha contado en otras notas, cambió para siempre en aquel noviembre de 1986. Estábamos en quinto año, ya habíamos regresado de Bariloche, todos nos preparábamos para fiestas de graduación y para enfrentar planes más concretos para nuestras vidas. Y la noticia del accidente que sufrió cayó como una bomba atómica. Nadie podía creer que un compañero, uno de nosotros, estuviera al borde la muerte. Sus amigos más cercanos, divididos en grupos pequeños, estaban al pie del cañón cada vez que había un parte de novedades en la sala de terapia intensiva del Sanatorio Centro.
Un recuerdo imborrable también fue el acto de colación que se hizo en el mismo gimnasio que nos volvió a reencontrar 25 años después. Cuando se pronunció su nombre a través del sistema de sonido, y sus papás se levantaron para subir al escenario y recibir el diploma, la escuela estalló. El Pampa luchaba por su vida y en el Normal 3 todos tratábamos de estar más cerca de él. Nuestro héroe se convirtió en noticia 35 años después y es un canto a la esperanza.