"Estamos ante la certeza de que se trata del acontecimiento de violencia política más previsible y explicable de la historia reciente", escribió y publicó a pocas horas del atentado a la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, el sociólogo e investigador del Conicet Ezequiel Ipar. Doctor en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y en Filosofía por la Universidad de San Pablo, Ipar lleva una década investigando desde Grupo de Estudios Críticos sobre Ideología y Democracia del Instituto de Investigaciones Gino Germani las nuevas modalidades del autoritarismo social y los discursos de odio. En diálogo con La Capital el investigador afirmó que "este es un hecho de extremismo político gravísimo" que comparó que con la violencia sucedida en Estados Unidos durante la toma del Capitolio. Advierte que en los últimos meses se asiste a una violencia sin metáfora. "Cuando en los discursos ni siquiera hay necesidad de una metáfora, donde se reconoce un límite moral y jurídico, cuando la violencia es directa como la estamos viendo y escuchando, es mucho más peligrosa", señala.
Definidos los discursos de odio como "cualquier tipo de discurso pronunciado en la esfera pública que procure promover, incitar o legitimar la discriminación, la deshumanización y la violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de la pertenencia de las mismas a un grupo religioso, étnico, nacional, político, racial, de género o cualquier otra identidad social”, el sociólogo no disocia entre quienes se creen con plena libertad de agredir y discriminar por razones raciales y religiosos con quienes sostienen un discurso antipolítico y antidemocrático. E incluso en el caso de la coyuntura argentina en general y del caso de la vicepresidenta en particular apunta a un fuerte rasgo de "misoginia".
"Cuando sucede lo que viene pasando en la Argentina, que crece el discurso del autoritarismo social, lo que hace es preparar las bases para dar lugar a los discursos de odio que sustentan estas violencias políticas", señala.
- Si se mira el recrudecimiento de estos discursos en la historia, lleva a momentos que resultan tan obvios como trágicos. El nazismo, por ejemplo...
- Mirando los antecedentes de la historia larga, está bien orientado pensar en esa tragedia y ese agujero de la historia moderna, así como en la violencia política que terminó en el genocidio de la última dictadura cívico militar. Sí, los discursos de odio en la historia larga, conducen a las grandes tragedias. También hay una historia corta y tiene que ver con algo que sucede a nivel global y no solo en Argentina. En el 2019, el director de Naciones Unidas alertó sobre el crecimiento de los discursos de odio, con especial señalamiento de lo que sucede en la esfera pública digital, donde de manera medio desapercibida venía creciendo allí el antisemitismo y el racismo de grupos supremacistas que convocaban a actos de violencia.
- Ahí aparece el rol de las redes sociales y los discursos, e incluso convocatorias, que se producen a través de esos espacios.
- Si tengo que hacer una analogía de esto que sucedió en las últimas horas con otros hechos, se me ocurre pensar en la toma del Capitolio, en Estados Unidos. Creo que es el mismo tipo de violencia que justamente circula en redes sociales, donde además hay comunicadores que normalizan esa violencia. Lo que sucedió en el caso de Estados Unidos es que supuestamente se había dado una situación de "robo" de una elección y un grupo convocó a volver a "tomar el país", incluso con la legitimación de algunos dirigentes y del propio (Donald) Trump. Eso terminó en un episodio con cinco muertos y gente armada a metros del Parlamento, sin dudas el hecho de extremismo político más grave de los últimos tiempos en Estados Unidos. Este es en el país también un hecho de extremismo político gravísimo, donde alguien llega a poner un arma a pocos metros de una autoridad política y encuentra el camino de legitimación para llegar hasta allí.
- ¿Cómo es ese camino de legitimación al que te referís?
- Hay un circuito y un juego de autorización que viene de figuras de prestigio y comunicadores que abren el camino a estos discursos que luego se completan en los anónimos, en quienes no tienen un peso público. Ese proceso de autorización es el que por arriba desinhibe la violencia y que permite que, por abajo, aparezcan hechos de este tipo, incluso como gestos desesperados.
- ¿Se puede explicar lo que pasó como un hecho desesperado y no como un emergente de un sistema?
- El lado político de este episodio es claro y no hay lugar a dudas, ahora habrá que seguirlo y analizarlo. Lo que además está claro es que aunque este fuera un gesto desesperado, incluso de una persona con un desorden psiquiátrico, el hecho de que aparezca la idea de que tiene que resolver el problema matando a alguien que es una autoridad pública o integrante de determinado partido político, es una idea que se genera a partir de una estructura política y mediática.
- ¿Cómo analiza que el blanco del ataque haya sido la figura de la vicepresidenta y no otra?
- Cristina Fernández de Kirchner es objeto de múltiples modos de estigmatización y escarnio público, más en el último tiempo en el contexto del juicio de Vialidad y sobre todo durante el alegato del fiscal (Diego) Luciani. Un contexto en el que incluso un legislador (del PRO, Francisco Sánchez) llegó a pedir la pena de muerte para la vicepresidenta. Hay un ensañamiento con ella y donde no descarto la cuestión de la misoginia que aparece clarísimo en las redes sociales.
- En ese punto, la vicepresidenta no es el único blanco de violencia ...
- Hicimos estudios y llevamos más de un año y medio relevando discursos de odio y lo que aparece claramente es el sesgo hacia las mujeres y es generalizado. Si uno analiza los discursos de violencia política, de diez, nueve son contra mujeres y solo uno contra un varón. Si uno se hace una pregunta intuitiva sobre qué cantidad e intensidad de discursos agresivos hay contra dirigentes políticos varones y mujeres, se va a encontrar que las figuras odiadas son mujeres. Aparece Cristina, pero también otras como es Ofelia Fernández (legisladora por la Ciudad de Buenos Aires). Eso aparece mucho en las redes sociales, donde los prejuicios y los insultos están habilitados, hay como un acostumbramiento, y no puedo dejar de ver una revancha contra el feminismo. Puede parecer un detalle, pero que el comete el acto contra Cristina es un varón y creo que hay que buscar también por ese lado, por el lugar que ocuparon las mujeres, que aparece muy fuerte en las redes sociales. Y Cristina es la máxima exponente de este proceso.
- Quienes hablan desde la grieta dirían que los discursos de odio vienen de uno y otro lado. ¿Cuál es la diferencia entre los discursos de la grieta y los de odio?
- Hay una distinción clara. Hay que separar la grieta como metáfora del juego político competitivo de ganar y perder, donde yo quiero hacer un gol pasando por arriba de la defensa del rival. Ahí la grieta es la lucha política, que puede ser agresiva, pero acá estamos hablando de romper las reglas básicas de la democracia y del juego político. Cuando alguien dice "yo quiero que el rival desaparezca", cuando alguien habla de la pena de muerte se plantea como solución la desaparición del rival, su eliminación y esos son los discursos a los que tenemos que prestar atención, a los que hablan desde la furia y el exterminio del otro.
- Y eso aparece claramente desde lo que tradicionalmente llamamos la derecha.
- Cuando se analizan los discursos de odio no aparecen equitativamente distribuidos en el campo ideológico, es fundamentalmente una radicalización de la derecha, la consolidación de una derecha radical. En nuestro país, así como Estados Unidos hizo un proceso de radicación con Trump y Brasil con Jair Bolsonaro, eso se desinhibió en los últimos dos años y no es toda la oposición. Son esos grupos que anteriormente necesitaban la metáfora para decir la violencia y ya no lo necesitan. Ahora escuchamos discursos que abiertamente justifican la violencia, sin velo y eso es grave. Se confunde y se habla de violencia en general, pero lo cierto es que es mucho más grave cuando la violencia ni siquiera tiene la necesidad de una metáfora, porque en la metáfora se reconoce un límite, moral y jurídico; la necesidad de un desvío. Cuando la violencia es directa, como la estamos viendo y escuchando en los últimos seis meses, es una cosa mucho más peligrosa.