Sólo como ejemplos: en Rosario hoy ofrecen programas específicos de natación para bebés entidades física y socialmente tan diversas como el Círculo Católico de Obreros, los clubes Atlantic Sportsmen, Sportsmen Unidos, Remeros Alberdi, Atlético Fisherton, Náutico Avellaneda, Residentes Parquefield, Refinería y Newell's, el Centro de Ortopedia y Traumatología (COT), Escuela Rosarina de Natación, los gimnasios Alem Wellness, Dreams y Quam Semper.
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Califican la actividad como "recreativa" y "agradable".
Foto: Silvina Salinas / La Capital
En compañía
En general, un sitio acepta a un nene siempre que tenga entre tres y seis meses, haya recibido sus primeras vacunas y esté autorizado por el pediatra. Sí o sí debe ir con la mamá o el papá, o eventualmente un tío o abuelo.
Los objetivos apuntan a que el bebé tome conciencia de su cuerpo en un medio placentero como el agua, se vincule de un nuevo modo con su mamá o papá, enriquezca sus experiencias sensitivas y motoras, y progresivamente aprenda a compartir tiempos y juegos en un medio distinto de socialización.
En el COT, uno de los espacios que ofrece estos cursos con frecuente "lista de espera", aclaran que "en ningún momento se trata de inculcar o forzar un estilo de nado, ya que un nene de tan corta edad no tiene la madurez necesaria para un aprendizaje de esta naturaleza, sino de permitir al bebé y al niño, gracias a una ayuda estimulante y sin perjuicio, progresar y adquirir cierta autonomía en el agua".
De allí, la pregunta inevitable. ¿Sirve o no que un bebé o un nene de dos años vaya a natación para minimizar los riesgos de ahogamiento ante una caída?
Para la profesora que se ocupa de la actividad en el COT, Silvana Nowak, por cuya experiencia a lo largo de 30 años ya pasaron "miles de chicos y papás", la matronatación "no apunta al autosalvataje" (método que no comparte), sino a una "experiencia superrecreativa y superagradable" para sus protagonistas. Aun así, la paradoja es que en materia de seguridad "se termina logrando lo mismo, pero a lo largo del tiempo".
Por ejemplo, una de las cosas que más se trabaja "jugando y cantando" es el "reflejo de apnea", con el que nacen todos los niños tras la experiencia intrauterina y que "desaparece hacia los dos años". Es el que le permite al bebé "cerrar la glotis". Si el nene llega al curso pasada esa edad, a no tragar agua ya se le enseña de otro modo, "soplando, haciendo burbujas", grafica Nowak, pionera en Atenas.
En la pileta del Atlantic Sportsmen, el centenario club de Lavalle al 900, durante el año reciben a unos 80 bebés (cuando el pediatra considera que tiene las "condiciones madurativas necesarias") y en otros cursos a nenes desde los tres años", cuenta el profesor Ricardo Pérez.
El docente está convencido de que esa "estimulación acuática", con todos los aspectos emocionales que involucra y el proceso que cada nene transita, sí apunta a la "seguridad" porque en forma muy progresiva "trabaja con cosas naturales que le pueden pasar a un niño: el miedo, una caída en la pileta (incluso vestido), un empujón de otro chico, un dejar de hacer pie...".
Entonces, los objetivos de esos cursos, aun no siendo prioridad, incluyen "prevenir un ahogamiento" y "generar actitudes de supervivencia". Con todo, el consejo de Pérez es simple: "A los padres, tomar conciencia", y mientras "un nene está en el agua, no perderlo de vista".
Desacuerdo
El dueño del gimnasio Dreams, de San Juan al 3600, Javier Cuffaro, también profesor con un cuarto de siglo al frente de la actividad, no está tan de acuerdo en que la experiencia apunte a la seguridad en el agua.
"Hay una corriente que llevará cuatro años en Argentina y que trabaja con un tipo de estimulación sobre bebés para tratar de generar flotabilidad, pero nosotros no abordamos la experiencia de ese modo, sino que apuntamos a respetar los tiempos de cada bebé, haciendo eje en el estímulo de su vínculo con la mamá o el papá, con presencia de otros nenes y el medio acuático como ámbito de socialización", cuenta el docente.
Sin mentiras
En ese transcurso, "entre los dos y tres años se puede dar un punto de inflexión" y, de acuerdo a cada caso, "trabajar a partir de movimientos aprendidos". Pero antes, aunque haya nenes que puedan lograr flotabilidad por su maduración del sistema nervioso central, "no se puede garantizar nada, lo contrario sería mentir a los papás".
"Trabajamos desde el concepto de competencia: un saber puesto en acción, trasladable a otras situaciones", cuenta Cuffaro. Eso implica, por ejemplo, que si la criatura "se asusta no entre en pánico", o hasta que, si en un momento "deja de hacer pie, pueda flotar un tiempito determinado hasta recibir ayuda".
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La resistencia y los reflejos del bebé son fundamentales.
Foto: Silvina Salinas / La Capital
Cómo aprender a partir del susto
Evelin tiene dos nenes. El mayor, de 5, se llama Joaquín, y aún casi no sabe nadar. Ambos se pegaron un susto de película en la pileta, pero lo interesante fue cómo pudieron aprender del episodio. El chico, contó su mamá, se encontraba en la parte playa, con el agua a nivel del pecho, cuando sin darse cuenta se deslizó a un sector más hondo y súbitamente dejó de hacer pie. En cuestión de "dos segundos", Joaquín se hundió, chapoteó, tragó agua. Su primera reacción fue intentar salir de la pileta, pero la familia lo contuvo y hasta pudo sacar provecho de la situación.
"Lo tranquilizamos; sin forzarlo lo convencimos de que se quedara con nosotros en el agua y le dijimos: «En un caso así no te desesperes, antes de asustarte mirá y nadá como vos sabés, por abajo del agua, y buscó lo playito o tratá de acercate al borde de la pile». Inmediatamente empezó a hacerlo, se le pasó el miedo y pudo flotar, por lo menos unos diez segundos, lo necesario como para que alguien lo ayude", contó Evelin. Ahora, claro, llegará el momento de que Joaquín aprenda cabalmente a nadar. Mientras tanto, se trata de que disfrute, sin miedo, del agua.
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Ya se puede ir a las colonias a partir de los tres años.
Foto: Silvina Salinas / La Capital
En busca de las capacidades de supervivencia
Que los chicos aprendan a nadar no es el objetivo prioritario de las colonias de vacaciones municipales (entre otras cosas, porque no pueden garantizarlo), pero sí figura como una meta en el sentido de que puedan desarrollar "capacidades de supervivencia" en el medio acuático. "No apuntamos a que aprendan un estilo, como mariposa o crol, sino a que puedan manejar habilidades motoras para defenderse en el agua", señala el director de Deporte Comunitario, Jorge Nidd. De los miles de inscriptos para este verano a las colonias de vacaciones muchos lo lograrán o llegarán a las piscinas ya nadando. Y aunque "históricamente" las escuelas de natación municipales inscribían a chicos de 6 u 8 años en adelante, este año, por primera vez, las colonias anotarán a chiquitos de 3 a 5, siempre que sean derivados por un centro de convivencia barrial (CCB).
En rigor, durante los últimos años la Municipalidad había intentado, a pedido de la Dirección de Infancias y también por derivación de los CCB, que los más chiquitos llegaran a las piletas junto a sus padres y eventualmente aprendieran a nadar. Por las edades que involucraba, el proyecto se bautizó como 2.5.
Más difícil
Sin embargo, la realidad social jugó en contra de la iniciativa, ya que, a diferencia de lo que suele ocurrir en sectores medios y altos, en los barrios más humildes las familias encuentran con frecuencia severas dificultades a la hora de acompañar a un nenito a la pileta.
"Muchas veces son mamás jóvenes, que tienen 5, 6, 8 hijos, y no pueden dejar solos a los otros chicos para acompañar a uno de ellos en la experiencia de pileta", grafica Nidd.
"Al inicio de cada temporada a todos los chicos se les realiza una evaluación en el medio acuático" La dificultad empezó a volverse "limitante" y, como con frecuencia eso terminaba en una asistencia discontinua, este año la experiencia de 2.5 se reemplazó por la inclusión, también por derivación de los CCB, de nenes de 3 a 5 años en las colonias de vacaciones (y no sólo en las escuelas de natación).
En términos más generales, Nidd aclaró que los objetivos a que apuntará la llegada de los chicos a las piletas municipales nada tendrá que ver con que "aprendan un estilo de natación, sino con que adquieran una familiarización y un manejo del cuerpo en el agua, incluso abajo del agua, que puedan desenvolverse de espaldas y de cúbito ventral, y que, en una palabra, puedan desarrollar capacidades motoras que les signifiquen supervivencia". Aparte, obviamente, del abanico de metas de inclusión, socialización y recreación.
El funcionario contó que al inicio de cada temporada a todos los chicos se les realiza una "evaluación en el medio acuático" y, según su desempeño, más allá de la edad, se los ubica en un grupo "inicial, intermedio o avanzado". Siempre "fortaleciendo el concepto del desarrollo de destrezas para sobrevivir en el agua".