Dos construcciones representativas del estallido de violencia de los últimos dos años en Empalme Graneros y Ludueña comenzaron a ser derribadas este lunes en el marco de la nueva ley de narcomenudeo. Se trata de viviendas que pertenecieron a Francisco “Fran” Riquelme, preso como jefe de una banda de extorsiones y venta de drogas a quien la semana pasada un fiscal vinculó con amenazas recientes al gobernador Maximiliano Pullaro. Con estos, suman cinco los inmuebles que serán arrasados por la topadora. Una medida de alto impacto visual en barrios castigados pero cuya eficacia a largo plazo dependerá de otras acciones en los territorios.
Las casas que este mediodía empezaron a convertirse en escombros son las de Felipe Moré 612 bis, en la que vivía Francisco antes de ser detenido en abril de 2020, y otra ubicada justo enfrente al 600 bis, atribuida a su hermano prófugo. A diferencia de otras edificaciones usadas como aguantaderos o puestos de venta o reserva de drogas, éstas eran viviendas habitables y en buen estado. Al solicitar la medida de derrumbe la semana pasada, el fiscal Franco Carbone indicó que no eran usadas como búnkers o puesto de expendio sino para el almacenamiento de drogas que luego se vendían en otros puntos.
“Las incidencias en esa esquina son muy violentas. Hay personas que viven ahí a merced de que los agarren a tiros. No es una casa más. Es un emblema de Ludueña”, había argumentado ante la jueza Silvia Castelli, quien autorizó el derribo de cinco puntos ligados a bandas criminales y a una reiteración de ataques con armas. La medida se enmarca en la ley que faculta a la provincia a intervenir en el microtráfico de drogas, enviada por Pullaro a la legislatura apenas asumió y aprobada en diciembre.
Las dos casas de la calle Felipe Moré a esa altura, epicentro de los Riquelme, guardan especial significación ante el voltaje que cobró en los últimos años la disputa entre esa organización con el grupo rival de Mauro Gerez y Andy Benítez. El primer grupo ligado a Esteban Alvarado y el segundo cercano a Los Monos. Una guerra que se expresó en balaceras, extorsiones y asesinatos. En torno a las viviendas que comenzaron a desvanecerse este mediodía hubo al menos cuatro homicidios.
La topadora amarilla entró en esa cuadra seis días después de que Riquelme fuera acusado de una balacera de fines de diciembre a la comisaría 19ª. Ataque que, según el fiscal Carbone, se motivó en un destrato hacia su visita en la cárcel federal de Ezeiza, donde estaba alojado antes de que lo trasladaran a Marcos Paz. Conectado por videoconferencia a la audiencia, el preso denunció entonces que está en huelga de hambre porque lo tienen encerrado sin siquiera un colchón. El fiscal lo vinculó con amenazas a Pullaro porque un “soldadito” a sus órdenes, detenido tras un tiroteo con la policía, llevaba carteles dirigidas al gobernador.
En ese contexto convulsionado empezó a ceder la casa de Francisco, de dos plantas, pintada de amarillo y con un balcón de columnas blancas. Al cabo de unas horas había desaparecido el frente. Lo que dejaba apreciar, al fondo, un patio con el césped cortado. Quedaron en pie los cimientos y la planta alta, con dos focos colgando de los cables y una antena de Direct TV.
También perdió la fachada la casa de enfrente, la del 600 bis, que había sido de color gris plomizo. Cuando los operarios se retiraron quedó en la planta baja una montaña de escombros entre los que se distinguían dos colchones. Sobre un estante asomaban registros de la presencia reciente de personas allí: un equipo de mate, una lata de cerveza y un toallón de Rosario Central.
“La semana pasada las viviendas todavía estaban montadas con jacuzzis y otros elementos de lujo. Evidentemente funcionaban como aguantadero de los líderes o eslabones de importancia. Cuando llegamos habían retirado varios de esos elementos y parte de los techos de chapa”, dijo en el lugar el secretario de seguridad pública, Omar Pereyra, quien remarcó que “tiene mucha simbología el derribo de estos lugares altamente conocidos y denunciados por los vecinos, pero también es efectivo dejarlos fuera de funcionamiento”. Según indicó, en esta primera jornada se trabajó para dejarlos inhabitables y en el transcurso de la semana se procederá a la demolición total.
“Está bien que los tiren abajo. Pero no te puedo decir mucho porque hay uno de ellos ahí”, dijo y se interrumpió enseguida un vecino, a unos cien metros de las casas demolidas, para quien la presencia momentánea de cinco gendarmes y dos patrulleros no amortiguó el temor a represalias. El operativo se cortó pasadas las 13 y la cuadra del 600 bis se llenó de adultos y niños contemplando la escena del derrumbe.
Para quienes residen en esa cuadra las impresiones fueron otras: “Una locura lo que hicieron. Ahí vive una señora con criaturas, hay perros y está lleno de cosas”, dijeron vecinos que miraban hacia la casa del 600 bis, donde una mujer recorría la planta alta tratando de recuperar una pava y un televisor.
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En la audiencia de la semana pasada, cuando se avaló el derribo, el director del Registro de la Propiedad, Fernando Sirk, planteó que esos domicilios figuraban a nombre de una persona ya fallecida. El pedido de demolición se enmarcó en las “21 incidencias muy violentas” que enumeró el fiscal en esa esquina. El 20 de abril de 2022 fue asesinado Joel Ariel Bulnette, un amigo de Riquelme de 31 años a quien persiguieron y acribillaron desde una camioneta en un conflicto por drogas.
Un día después fue asesinado a balazos en el mismo lugar David Paredes, un hombre de 40 años ajeno a conflictos entre bandas que trabajaba en mantenimiento en el Colegio San José y llegaba a buscar a su hija de 15 años a un cumpleaños en la cuadra. En ese ataque de tiradores en moto hubo además dos personas heridas. Se incautaron catorce vainas de 9 y 45 milímetros.
Dos años antes, el 17 de septiembre de 2020, un sicario mató a tiros a Franco Nahuel Graseano cuando el joven de 22 años estaba sentado con amigos en la boca de un pasillo de Felipe Moré y French que llega hasta las vías. Tiraron desde un Chevrolet Onix “a cualquiera que estuviera en ese lugar”, dijo un testigo.
Se sumó a la lista oficial el crimen de Elvira Susana Velázquez, una mujer de 75 años que resultó baleada dentro de su casa de Felipe Moré entre De La Salle el 31 de diciembre pasado, salió a la calle y murió sentada en una silla. Una hora después mataron a su nieto Emanuel "Camote" Velázquez, de 35 años, en Ybarlucea. Las dos muertes fueron ligadas a disputas con la banda de Fran Riquelme.
Además de ser blanco de balaceras, las viviendas en proceso de demolición fueron allanadas más de una vez. Tras la balacera del 23 de mayo pasado a la escuela Rosa Ziperovich —un atentado asignado a Riquelme— se incautaron celulares, 24 bolsitas con cocaína, 20 con marihuana y 80 mil pesos en la casa azul. Tras el crimen de Velázquez se allanó la misma casa, donde se encontraron 400 mil pesos y en las cámaras de la propiedad se observó la partida de una mujer con bolsas al llegar la policía.