Las arenas blancas de Copacabana están acostumbradas a ser visitadas por millones de personas seducidas por sus playas, ansiosas por participar en los festejos del Año Nuevo o de asistir a conciertos gratuitos de artistas como Stevie Wonder o los Rolling Stones.
Esta semana, el espectáculo lo dará una figura mucho menos extravagante que Mick Jagger, pero que promete generar grandes emociones.
El Papa Francisco, el argentino de 76 años que en marzo pasó a la historia como el primer Santo Padre de las Américas, transformará la costa carioca en un gigantesco escenario de su primer viaje internacional como pontífice para presidir los festejos del Día Mundial de la Juventud.
Irá al corazón de una ciudad conocida por los altos precios de sus propiedades inmobiliarias y su sexy samba con un mensaje de humildad, simplicidad y apoyo a los pobres, las prioridades de su papado que ha delineado en sus cuatro meses en el trono.
Conoce bien la Iglesia católica de Brasil y sabe que está perdiendo miembros a manos de Iglesias pentecostales y del secularismo.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, dijo ayer que la visita "está revestida de una importancia histórica para América latina".
Se cree que más de un millón de personas acudirán a Río para ver al nuevo Papa. Bajo la mirada de la estatua del Cristo Redentor, la municipalidad ha movilizado a miles de soldados y policías para que mantengan el orden.
Luego de reunirse con Rousseff a poco de su llegada el lunes, Francisco se tomará un descanso el martes y al día siguiente comenzará sus actividades públicas en las colinas del estado rural de Sao Paulo.
En Río recorrerá a pie las Estaciones de la Cruz rodeado de más de un millón de jóvenes devotos en la playa de Copacabana como parte de los festejos del Día Mundial de la Juventud.
En uno de los eventos más importantes de su viaje, el primer líder jesuita de la Iglesia visitará una favela ubicada a lo largo de una carretera donde abunda la violencia, que la gente de la zona llama la Franja de Gaza.
Los residentes de Río se han preparado y construyeron imágenes del Papa en arena en Copacabana, un sitio donde habitualmente se ven estatuas de mujeres en malla.
"Francisco me ha cautivado, totalmente", comentó el muchacho de 23 años, del estado de Minas Gerais. "Ha acercado la Iglesia a la gente y especialmente a los jóvenes. Es creativo, moderno, no cambiará la doctrina, pero parece más flexible y abierto".
A pesar del optimismo, estos son tiempos duros para la Iglesia, incluso en Brasil.
El 89 por ciento de esta gigantesca nación era católico cuando Juan Pablo II fue el primer pontífice que visitó Brasil en 1980. Según el censo nacional, en el 2010 sólo el 65 por ciento se describió como católico. El mismo fenómeno se registra en toda América Latina, uno de los bastiones del catolicismo a medida que gana terreno el secularismo en Europa y Estados Unidos.
La respuesta de Francisco a todos estos desafíos ha sido buscar "una forma totalmente nueva de relacionarse con el mundo", expresó el cardenal de Sao Paulo Odilo Scherer.
"La Iglesia, la cristiandad, la fe católica no pueden separarse del mundo", dijo el religioso. "Deben ser parte del mundo, estar dentro y relacionarse con la sociedad moderna si desea sostener influencia".
Francisco se ha esmerado por actuar como una persona ordinaria pese a ser Papa.
Al mismo tiempo, no ha dudado en hacer sentir su autoridad papal. Su audaz decisión de canonizar a Juan XXIII indica que sabe cómo usar el poder. Ignoró las reglas del Vaticano que exigen la confirmación de un segundo milagro antes de que Juan pueda ser declarado santo. Pasó por alto esa formalidad para que el "padre" liberal del Segundo Concilio Vaticano y el conservador Juan Pablo fuesen canonizados juntos. Esa actitud fue vista como una medida que busca mantener contentos a los distintos sectores de la Iglesia.
Las decisiones tomadas hasta ahora por Francisco parecen haber tenido éxito y las encuestas indican que es muy popular.
Un estudio reciente en Italia reveló que el 96 por ciento de los católicos le tiene "mucha" confianza a Francisco, un nivel que no se veía desde los mejores momentos del papado de Juan Pablo.
"Creo que el «efecto de Francisco» es real, que echó a volar la imaginación. Es visto como alguien más auténtico porque lleva a la práctica lo que predica", comentó David Gibson, autor de una biografía sobre Benedicto XVI. "Parece un cura de parroquia y la gente se relaciona con eso". "Pero la gente desde Estados Unidos a Africa y Asia observa y se pregunta cómo le irá. ¿Tendrá en Río el mismo impacto que en Roma?", agregó.
Francisco tendrá muchas oportunidades de demostrar su sencillez en Brasil, el país católico más grande del mundo, especialmente comparado con Benedicto XVI.