El Papa Francisco decidió extender por un año una larga consulta global de católicos ordinarios sobre el futuro de la Iglesia católica, en medio de una participación limitada de los laicos y la resistencia de la jerarquía eclesiástica.

El Papa Francisco anunció su decisión frente a la plaza San Pedro. Sus enemigos internos rechazan la apertura al diálogo.
El Papa Francisco decidió extender por un año una larga consulta global de católicos ordinarios sobre el futuro de la Iglesia católica, en medio de una participación limitada de los laicos y la resistencia de la jerarquía eclesiástica.
Francisco anunció este domingo que la reunión de obispos (sínodo) planeada para 2023 ahora se llevará a cabo en dos etapas, una primera sesión en octubre de 2023 y una segunda en octubre de 2024, para dar más tiempo para encontrar un camino a seguir.
En 2021 Francisco abrió formalmente un proceso de consulta de dos años sobre el tema de la “sinodalidad’’, en procura de una estructura más descentralizada de la Iglesia donde los laicos tengan un papel más importante. El proceso es parte del objetivo a largo plazo del Papa para hacer que la Iglesia sea más inclusiva, participativa y receptiva a los problemas del mundo real que enfrentan los católicos comunes.
Como parte del proceso, el Vaticano pidió a las diócesis, órdenes religiosas y otros grupos católicos que se embarcaran en sesiones de escucha locales para que los católicos comunes pudieran hablar sobre sus necesidades y esperanzas para la Iglesia. Las conferencias de obispos en agosto informaron los resultados, y un comité organizador se reunió recientemente cerca de Roma y completó un documento de síntesis.
Pero varias diócesis y conferencias de obispos informaron de una participación mínima. La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, por ejemplo, informó que 700.000 personas participaron en la consulta, en un país de 66,8 millones de católicos. Muchos países europeos también informaron tasas de participación por debajo del 10%.
No es la primera vez que Francisco divide una reunión sinodal en dos sesiones, con un año de respiro entre ellas. Lo hizo para su sínodo sobre la familia, que tuvo lugar en el transcurso de dos sesiones en 2014 y 2015, y resultó en su documento de 2016 que abrió la puerta a permitir que los católicos divorciados y vueltos a casar civilmente reciban la comunión.
Además, muchos de los opositores de Francisco se han burlado de toda la iniciativa. Un destacado crítico y ex funcionario del Vaticano, el cardenal Gerhard Mueller de Alemania, advirtió recientemente que representaba una “toma hostil” de la iglesia. Otros han señalado un proceso de consulta similar en curso en Alemania que ha dividido gravemente a la Iglesia local, en medio del debate sobre temas candentes como la moralidad sexual, las mujeres en roles de liderazgo y el trato de la iglesia a los católicos LGBTQ.
Al anunciar la extensión de un año, Francisco dijo que los frutos de esta primera fase habían sido muchos “pero para alcanzar una madurez completa, es necesario que no apresuremos las cosas”. Agregar otro año, dijo, permitiría un “discernimiento más extendido. Confío en que esta decisión conduzca a una comprensión de la sinodalidad como una dimensión constitutiva de la iglesia, y a ayudar a todos a vivirla como un camino de hermanos y hermanas que dan testimonio de la alegría del Evangelio”, dijo Francisco en su bendición del mediodía con vista a la Plaza de San Pedro.
La oficina del Vaticano que organizó la reunión ya había extendido por varios meses el plazo para permitir que las diócesis ordinarias y las conferencias episcopales informaran. Esa oficina dijo ayer que la decisión de extender todo el proceso por un año más “fomentaría una reflexión más madura para el bien mayor de la Iglesia”.
Este domingo también se publicó un extracto del próximo libro del Papa Francisco, en el que considera que “nunca hay lugar para la barbarie de la guerra”, por lo que lanza un llamamiento a la humanidad: “Pido en nombre de Dios que se ponga fin a la cruel locura de la guerra”. “Pido en nombre de Dios. Diez oraciones para un futuro de esperanza”, es el título de la obra, en la que el pontífice reflexiona sobre la guerra, “el verdadero fracaso de la política”, al tiempo que dice “basta” a la producción y comercio de armas y pide la erradicación de las nucleares.
La guerra de Ucrania “ha puesto las conciencias de millones de personas de Occidente ante la cruda realidad de una tragedia humanitaria que ya existía desde hace tiempo en varios países” y “nos ha mostrado la maldad del horror de la guerra”. El Papa pide a las “autoridades locales, nacionales y mundiales”, de las que “dependen las iniciativas adecuadas para frenar la guerra”, a las que pide, “en nombre de Dios” que también digan “basta a la producción y al comercio internacional de armas” y erradiquen “las armas nucleares y atómicas” del planeta, pues su existencia “pone en peligro la supervivencia de la vida humana en la tierra”.

