Aguas turquesas, arenas blancas y el sonido del mar Caribe: el sueño de cualquier viajero. Ahora bien, quienes aterrizan por estos días en destinos como Cancún, Tulum o Playa del Carmen se topan con una postal muy distinta. Las playas están cubiertas de sargazo, un alga marrón y espinosa que se acumula en cantidades récord y convierte al paraíso en un paisaje poco tentador.
Este fenómeno, que afecta desde Puerto Rico hasta Guyana, ya interrumpe el turismo, pone en riesgo la fauna marina y hasta provoca cierres temporales de escuelas por los gases tóxicos que desprende.
Luego del máximo registrado en junio de 2022, con unas 22 millones de toneladas métricas, la nueva marca de 38 millones de toneladas métricas de algas es la mayor cantidad que se registró en el mar Caribe, en el Atlántico occidental y oriental y en el Golfo de México desde que los científicos comenzaron a estudiar el Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico en 2011. Así lo indicó Brian Barnes, profesor asistente de investigación en la Universidad del Sur de Florida, quien trabajó en el informe publicado este lunes por el Laboratorio de Oceanografía Óptica de la Universidad del Sur de Florida, quien también sostuvo que “los picos parecen seguir haciéndose más grandes año tras año”.
Qué es el sargazo
El sargazo es una acumulación natural de algas que, desde hace años, afecta al Caribe. Llega en masas a las orillas, forma bancos espumosos de color marrón, ensucia el paisaje y, además, despide un olor desagradable. Se trata de un fenómeno que ha tenido impacto directo sobre la actividad turística, ya que muchos viajeros optaron por evitar destinos donde el problema se volvió crónico.
Existen tres tipos diferentes de sargazo en el Caribe y áreas cercanas, que se reproducen asexualmente mientras flotan gracias a pequeñas bolsas de aire. Prosperan de diferentes maneras dependiendo de la luz solar, los nutrientes y la temperatura del agua, factores que los científicos están estudiando actualmente.
Dónde impacta más y qué destinos no se ven afectados
En los últimos años, las costas más afectadas por la llegada masiva de sargazo han sido las del Caribe mexicano, especialmente Playa del Carmen, Tulum, Cancún y la Riviera Maya. También se reportaron episodios en algunas zonas de República Dominicana, Jamaica, Belice, Puerto Rico y algunas islas del Caribe Oriental, como Barbados o Martinica.
Este fenómeno tiene un comportamiento estacional, y suele intensificarse entre los meses de abril y octubre, aunque su presencia puede variar de un año a otro según las condiciones climáticas, las corrientes marinas y el crecimiento de las algas en mar abierto.
En contraste, existen destinos del Caribe que no se ven afectados o lo están en muy baja medida. Algunas playas del Pacífico mexicano, como las de Los Cabos o Huatulco, están libres de sargazo, al igual que Miches y La Romana, en República Dominicana; Costa Mujeres, está muy cerca de Cancún y Playa del Carmen; el Caribe colombiano (como San Andrés), Aruba, Curazao y Bonaire, que gracias a su ubicación geográfica no reciben las corrientes cargadas con algas.
Ahora bien, frente a esta situación, distintos puntos del Caribe comenzaron a instalar barreras flotantes antisargazo, una solución que combina tecnología sencilla con planificación ambiental. ¿De qué se trata?
Cómo funcionan las barreras antisargazo
Se trata de sistemas flotantes diseñados para frenar, desviar o contener las grandes masas de algas que llegan desde mar abierto. Están compuestos por flotadores resistentes al sol y al agua salada, y por una especie de “falda” sumergida que se extiende entre 60 centímetros y dos metros bajo el agua. El objetivo es evitar que el sargazo se filtre por debajo de la barrera.
La estructura se ancla al lecho marino mediante tensores, lo que le permite un leve movimiento para adaptarse a las olas y las corrientes. Muchas barreras se instalan en curva o en ángulo para guiar las algas hacia un punto de recolección desde el cual se retiran con maquinaria especializada.
Ubicación y cuidado: los puntos críticos
El lugar de instalación es clave: estas barreras deben colocarse entre 200 metros y un kilómetro mar adentro, antes de que las algas lleguen a mezclarse con arena. También se requiere un estudio de las corrientes locales para orientar correctamente la estructura y garantizar que el sargazo no se filtre por los extremos.
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Otro punto fundamental es el mantenimiento. Si no se retiran las algas acumuladas, estas pueden hundirse, descomponerse y generar aún más olor. Además, la estructura debe revisarse periódicamente y, en caso de tormentas fuertes, puede ser desmontada para evitar daños.
Con estas soluciones flotantes, muchos destinos del Caribe se juegan una carta importante para recuperar visitantes y proteger sus costas. Una iniciativa que, si se sostiene, promete devolverle a la región el esplendor que la hizo famosa.
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