El sueño del padre y del pibe. A los 47 años, el basquetbolista rosarino Roberto López se dio el gusto de su vida: jugar en el equipo junto a su hijo Lautaro, de 20, en la primera del Club San Telmo, de Funes, la ciudad donde viven hace 12 años.
El pivot Roberto Pollo López volvió a jugar al básquet en la primera de San Telmo, de Funes, para hacerlo con su hijo, el perimetral Lautaro, de 20 años. Una historia de película
Por Miguel Pisano
Leo Vincenti / La Capital
En el nombre del padre. El perimetral Lautaro López y su papá, el pivot Roberto López, en el Club San Telmo, de Funes
El sueño del padre y del pibe. A los 47 años, el basquetbolista rosarino Roberto López se dio el gusto de su vida: jugar en el equipo junto a su hijo Lautaro, de 20, en la primera del Club San Telmo, de Funes, la ciudad donde viven hace 12 años.
El Pollo López, de 48 años recién cumplidos el martes 22 de octubre, es el pivote y técnico del plantel rojiblanco, con la camiseta número 12, y dirige y comparte el equipo con su hijo, el perimetral Lautaro o Lolo, quien juega con la número 4, en una historia similar a la de LeBron James, el alero de Los Angeles Lakers de 40 años, que juega con su hijo Bronny en la NBA.
Cabello cortito y canoso, físico de deportista y dos metros de altura, el Pollo lleva 42 años dentro de una cancha de básquet, desde los lejanos días de los infantiles del Club Sportivo América, en el macrocentro rosarino. Sonrisa tímida, cabello enrulado y corte rapado a cero en los costados –como usan los pibes– el Lolo nació el 15 de abril de 2004 en Sunchales, cuando su padre jugaba en Libertad, en la Liga Nacional.
Nacido el 22 de octubre de 1976 en la casa chorizo de la abuela Alba, a una cuadra de Sportivo América, Roberto Sebastián López es hijo de Roberto López, un trabajador de Somisa –la emblemática planta siderúrgica de San Nicolás– y del ama de casa Miriam.
–¿Cómo fue tu infancia en el barrio de Sportivo América?
–Hermosa. Me la pasaba todo el día ahí, vivía en el club. Cuando estaba cerrado muchas veces nos subíamos, nos trepábamos y nos comíamos una cagada a pedos porque queríamos jugar todos los días en el club. En la primaria yo iba a la Manuel Belgrano a la tarde, terminábamos a las cinco y media y de ahí nos íbamos rápido al club hasta que nos iban a buscar a las 10 de la noche. Así nos entrenábamos de chiquitos y después, cuando llegamos a primera, estábamos más tiempo.
–¿Empezaste a jugar al básquet por tu altura?
–No, porque no era tan alto. Después pegué el estirón, cuando tenía 17 años di el gran estirón, pero el básquet me gustó de chiquito. A los seis años empecé a jugar en Sportivo América hasta los 18, cuando me fui. Hice todas las inferiores ahí. Me crié ahí, viví siempre y todos mis amigos y amigas, con los que todavía nos juntamos, son de Sportivo América.
–¿Cómo fue llegar a primera?
–A los 18 jugábamos en la B y ascendimos a primera y me quedé un año en Sportivo América. Uno va explotando y siempre quiere ir un poco más arriba. De América me fui a Central porque iban a comprar una plaza para jugar en la Liga Nacional o en el TNA, pero no compraron nada, así que estuve poco tiempo porque al final me llevó (el entrenador Pablo) D’Angelo, que estaba en Newell’s, a la selección de Santa Fe.
–¿Ibas a jugar en la Liga Nacional en Central y terminaste en el TNA en Newell’s?
–Sí, jugué un año en Newell’s con D’Angelo, en el que salimos subcampeones en el TNA. Con D’Angelo salimos campeones con la selección santafesina Sub 22 y de primera en La Rioja. Ahí arranqué y me fui a Newell’s. Yo quería jugar al básquet, pero en la ciudad, porque tuve otras ofertas. Además Newell’s estaba en esos años en el TNA, hicimos un buen año, perdimos en semifinales, y viste cómo es Rosario, que no le dan mucha bola al básquet.
–¿El básquet en Rosario es uno de los deportes que tiene más seguidores después del fútbol?
–No sé si cantidad de seguidores, en Rosario creo que hay una gran cantidad de clubes y de chicos que juegan al básquet y es número uno con respecto a otras ciudades, pero a nivel país hay ciudades mucho más chicas que tienen equipos en la Liga Nacional, y acá siempre se pelean y nunca terminan de consolidar una plaza.
–¿Por qué pasa eso?
–¿Vos sabés que no sé? A lo mejor estaban jugando la Liga Nacional con los mejores jugadores, pero te ponían una fecha de la final de la Rosarina y se llenaba la final de la Rosarina. Eso ha pasado.
–¿Quién te puso Pollo?
–Un compañero de la selección de Santa Fe, por cómo corría. “Pollo, Pollo” y me quedó. Acá me conocen más por Pollo que por el nombre. En Santa Fe todos me dicen Pollo, pero cuando estuve en La Plata me pusieron Bebe.
–¿Cómo siguió tu carrera?
–Estaba en sexto año en la Técnica Gregoria Matorras y me anoté en la carrera de Contador, pero me tomé un año porque estaba en Newell’s y en la selección de Santa Fe. Yo quería jugar al básquet, pero a la Liga Nacional la veía como algo lejano. Me acuerdo que una vez había venido Comodoro a Sportivo América y justo le faltaba un jugador porque se había lesionado y el técnico me hizo practicar con ellos. Yo me veía chiquito y los veía a ellos unos monstruos y me parecía imposible llegar a jugar a ese nivel.
–¿Te veías chiquito con dos metros?
–Sí, a lo mejor yo medía 1,95 en ese momento, pero los veía imposible de alcanzar. Yo quería jugar al básquet, pero no me imaginaba llegar a la Liga Nacional.
–¿Qué pasó después de Newell’s?
–En Newell’s ese año en el TNA perdimos la semifinal por el ascenso. Eliminamos al candidato número uno, que era Gimnasia y Esgrima La Plata, y después perdimos en la semifinal con Siderca, de Campana. Y viste cómo es Newell’s, era la época de (el extinto presidente Eduardo) López. D’Angelo seguía, me habían llamado de otros clubes y yo quería seguir jugando al básquet, pero si Newell’s desaparecía del TNA y desaparecía el básquet.
–¿López había invertido en el básquet?
–Antes compraban la plaza. Era cara, pero López la compró, jugó un año, perdimos la final y después siguió jugando. Siempre lo cerraba a último momento. El libro de pases arrancaba, todos los equipos se armaban y Newell’s no armaba nada, no sabíamos si íbamos a jugar, pero a último momento ponía la plata y jugábamos. Un día le pregunté a Pablo (D’Angelo) si íbamos a jugar y me dijo: “No te puedo prometer nada, viste cómo es esto”. Y tenía la oferta y me fui a Gimnasia de La Plata, en la misma categoría, en el TNA.
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–¿Cómo te fue en Gimnasia?
–Estuve seis años: tres en el ascenso, perdimos la final en el segundo y en el tercero ascendimos. Y ahí arrancamos y debuté en la Liga Nacional en Gimnasia, donde estuve otros tres años. Tengo recuerdos hermosos, Gimnasia es un club lindo, la gente me trató muy bien, nos hicimos muy compañeros y cuando te va bien es todo más fácil. Estaban Boca y algunos otros equipos con mayor presupuesto y a nosotros y a otros nos catalogaban como para estar de mitad de tabla para abajo, pero terminamos jugando la final con Boca, que la perdimos, pero anduve muy bien. Jugamos a cancha llena, íbamos ganando y después nos ganaron porque tenían un equipazo. En Gimnasia el club andaba medio mal: llenábamos la cancha y nuestras recaudaciones servían para tapar los huecos del fútbol. Hacíamos la pretemporada en Estancia Chica.
–¿Lo conociste a Griguol?
–Griguol iba a ver los partidos porque sacaba muchas jugadas del básquet para los córners y la defensa, cómo se marca, cómo se cortina. Y tenía al preparador físico que venía del básquet, así que estaba siempre metido en el básquet.
–¿Cómo siguió tu carrera?
–Perdimos la final con Gimnasia, había salido mejor jugador de la Liga y me fui a Libertad de Sunchales. Esos fueron mis mejores años. En Gimnasia querían que me quedara, pero Libertad andaba muy bien porque estaba bancado por Sancor Seguros, que ponía la plata, y armaba un equipo para pelear arriba, así que nos fuimos. Mi señora estaba embarazada cuando estábamos en Gimnasia y Lautaro nació en Sunchales.
–¿Cómo te fue en Sunchales?
–Bien porque estuve dos años: ganamos un Top 8 y en el segundo año perdimos la final de la Liga (Nacional) con Comodoro. Ahora desapareció, pero Sancor andaba muy bien. Sancor bancaba a Libertad de Sunchales e Ilolay a Rafaela. Y también salió campeón.
–¿Cómo llegaste a Corrientes?
–De Libertad de Sunchales me fui a Regatas de Corrientes. Me gustaba quedarme en Libertad, pero empezaron las negociaciones por el pase, Regatas Corrientes había ascendido a la Liga, el gobierno ponía la plata. Era un club sobre el que yo tenía mis dudas porque no conocía Corrientes, pero la verdad que es una ciudad hermosa. En ese momento era sólo Regatas, pero ahora apareció San Martín de Corrientes, se ve que los gobiernos se repartieron el apoyo a los clubes. Y ahí estuve cinco años y nos fue muy bien: ganamos la Liga Sudamericana, la Liga de las Américas, el Top 4, llevaron buenos jugadores y armaron un buen equipo.
–¿Ahí jugaste con Alejandro Montecchia?
–Cuando caí, medio como figura con el paraguayo Martínez, Fede Kamerick, que es de Goya, Silvio Santander y buenos americanos, ya habían cerrado el plantel y volvió el Puma Montecchia, campeón olímpico, y lo llevaron también. Jugábamos siempre a cancha llena, algo que ya me había llamado la atención cuando íbamos como rivales. Ya los habíamos eliminado en play offs y llevaban mucha gente.
–¿Por qué elegiste Funes para vivir?
–Conocía Funes de chico porque mis abuelos tenían una casa quinta y veníamos seguido, así que cuando pudimos compramos un terreno. En 2012 no renové en Corrientes, ya había nacido mi segundo hijo y habíamos hecho la casa en Funes, así que nos vinimos. En Corrientes hubo una posibilidad de ir al club rival, pero no se dio, y apareció Central con una propuesta de comprar una plaza en el TNA, con esa locura, y el técnico era D’Angelo de nuevo. Pablo me dijo: “Mirá que te queremos. Central compró la plaza, está enchufado, queremos ascender”. Y te ilusionás con tu ciudad, Todo empezó bárbaro, me contrataron junto con otro par de jugadores, pero se quedaron sin plata, empezaron todos los problemas y no teníamos ni para la pretemporada. Era un proyecto que empezó bárbaro, después lo acomodamos, pero terminó el año, nos quedaron debiendo una plata y si hubieran sido vivos podrían haber vendido la plaza y pagado la deuda, pero perdieron la plaza, quedaron ihabilitados varios años hasta en la Rosarina, y después tuvieron que pagar igual.
-¿Cómo surgió lo de Sport de Cañada de Gómez?
-Ya estabamos aquí y no quería mover más a la familia, así que me fui a Cañada de Gómez, donde iba y venía tres o cuatro veces por semana o algún día me quedaba a dormir. Sport es un equipo histórico, donde la gente entiende de básquet, así que me contrataron y me fui a jugar en el TNA. Justo volvió de Italia el Dany Farabello y vino a jugar en un equipo dentro de todo barato, pero un buen equipo, empezamos a ganar, la gente llenaba la cancha y después no ascendimos. Estaban contentos y en Sport estuve tres años hasta que uUn día el presidente nos dijo: “No ganen más porque no podemos jugar la Liga”. En el TNA viajás en el día cuatro horas, podés ir a la mañana, comés, dormís la siesta y jugás, en cambio si tenés que ir a Comodoro o a Corrientes tenés que tener otra billetera.
–¿Ahí una lesión casi termina con tu carrera?
–Sí, en el útlimo año en Sport jugamos el Argentino de Mayores, en Corrientes, y me rompí el tendón de Aquiles. Tenía una molestia, pero como era la final jugué igual. Sentí como si me hubiesen pateado de atrás. Se me había acalambrado la pantorrilla, pero lo que pasa es que en los Argentinos se juega siete días seguidos. Jugás de domingo a domingo. Fui porque era en Corrientes, donde fui a saludar a gente amiga, y si perdíamos la semifinal ni iba a jugar porque sentía una molestia. Me habían dicho que “no se te rompe: si te avisa es porque no pasa nada”. Pero jugamos la final y se me rompió, así que tuve que recuperarme y a esa edad es complicado. No me queria retirar asi, aunque sera quería jugar algún otro partido, así que me operaron, me empecé a recuperar en Rosario y en Sport jugué el último mes de mi tercera temporada en el TNA.
–¿Ese fue el primer fin de tu carrera?
–Sí, ya estaba consciente. Me quería recuperar para jugar un partido más, jugué un mes y justo me llamaron de Regatas de Rosario y me dijeron si quería ir a jugar con todos chicos del club. Así que jugué unos cuatro meses, jugamos una final y la pasamos muy bien. Después me llamó de nuevo Sport porque no tenían guita y vendieron la plaza del TNA, pero querían jugar la Liga Provincial, que sería la tercera categoría de ahora. Ahí ascendimos y me quedé dos años más. Ya superé la lesión y no me dolía más,.
–¿Fue una locura jugar siete días seguidos?
–Y sí, pero no iba a ir porque a esa edad ya sabía cómo era. Fui porque era en Corrientes, donde estuve cinco años. Si el torneo hubiera sido en otra ciudad no habría ido. Era un torneo para que se mostraran los chicos, pero no es fácil jugar siete días seguidos.
–¿Cómo surgió la idea de jugar con tu hijo?
–En 2018 ya vivía acá, ellos (por sus hijos) estaban en el club, que recién arrancaba con el básquet y todavía tenía el piso de mosaicos. Cuando vinimos a vivir a Funes en 2012 ellos arrancaron con básquet y los venía a ver cuando jugaban en la Rosarina. Era otro club: no teníamos el piso, el básquet les daba pérdidas, no sabían si iban a seguir jugando, pero después pusieron el piso nuevo y arrancaron.
Lautaro López, de 20 años, es un perimetral de la primera de San Telmo, donde juega con su papá, quien además ahora dirige el equipo.
–¿Querías jugar con tu papá?
–Sí, yo le insistía que podíamos jugar bien y armar una buena dupla. Además el técnico, Alejandro Fernández, el Choca, también me decía que viniera mi viejo.
–¿El técnico anterior tiró la idea de que jugaran juntos?
–El año pasado, a principios de la temporada, él me había dicho si quería jugar, pero le dije que no quería saber más nada (Roberto).
–¿El fue el primero que planteó la idea del retorno?
–Y, cuando te ven ahí y falta gente grande, te piden. Ahora a todos les gusta tirar al aro, nadie se quiere raspar ni agarrar rebotes, entonces quieren gente grande.
–¿Ahora todos quieren ser Messi?
–Claro, ahora el que no hace puntos se va triste. Antes el básquet era distinto: tenía roles, había gente que hacía el trabajo sucio de defender y agarrar rebotes, que es tan importante como hacer goles, pero ahora el que no hace goles se siente mal y dice que jugó mal, cuando se pueden hacer un montón de cosas en la cancha.
–¿Cómo decidiste volver?
–El técnico me había dicho a principios de este año que probara, yo tenía mis dudas, pero quería jugar a lo mejor con él. El año pasado dije que no, pero este año se metió en la comisión Germán Tessandori, un chico con el que fuimos compañeros en la secundaria y también trae al nene acá. Conozco a todos los de la comisión y a los padres de los chicos de básquet. Justo el profe se había ido, yo había empezado el curso y este año empecé a dirigir a los 17 y 21, así que lo dirijo a él también. El se entrenaba con su categoría y después se quedaba a entrenarse con la primera. Me fui quedando, al principio me sentía duro, no me podía mover. Estábamos jugando en la B de la Rosarina y me dijeron que viniera a jugar algunos partidos importantes. Y al final jugué todos los partidos. Jugué más que él porque se lesionó y se fue de vacaciones. Y a mitad de año ascendimos. Los chicos que andan bien por ahí se te van a jugar en la Superliga. A final del año pasado se fueron dos chicos y este año también, uno se fue a Rosario y otro a otro equipo. Ahora armaron otro torneo en la B, a muchos equipos que estaban en la Superliga les ganamos, así que andamos bien y ahora tenemos que jugar por el ascenso.
–¿Hubo un día en el que dijiste que ibas a volver?
–Me queria sentir bien, entrenarme y si me sentía bien para aportarle al equipo podía volver, pero tenía una molestia de un esguince viejo. Hicieron un amistoso y no quería jugar por las dudas. Pero me dijeron “cambiate”, jugué unos minutos con Regatas, sacaron una foto y la vio el periodista (David) Ferrara, y ya me preguntaron si iba a jugar y dije: “Ya está”.




Por Javier Felcaro