“Soy actriz, no me imagino conduciendo un programa propio”, dijo Natalia Oreiro, quien desde hoy, a las 22.30, por Telefe, conducirá “¿Quién es la máscara?”, un formato probado con éxito en muchos países, un nuevo reality, en este caso no competitivo, que jugará muy fuerte en la pantalla abierta, con cinco entregas semanales, de domingos a jueves. Secundando a la uruguaya, califica un cuarteto de “investigadores”, aplicados a tratar de revelar la identidad de los famosos; Wanda Nara, Roberto Moldavsky, Karina La Princesita y Lizy Tagliani, quienes con intuición e imaginación intentarán develar el secreto mejor guardado: quiénes son las celebridades detrás de los trajes.
“Tengo una gran ilusión con este proyecto, es como si me hubieran dejado en un cuarto, sola, con un montón de juguetes. Hace un año me llamaron, y dije que no; no me veía como conductora. «No soy conductora, no me preparé», pensaba”, contó quien fuera protagonista de “Muñeca brava”, entre otras exitosas telenovelas. Y agregó: “Es difícil componer personajes como actriz, y a la vez, ser una misma en la conducción; ante la mirada del público me parece algo complejo. Si me ves todas las noches en tu casa conduciendo un programa de entretenimiento, y a la vez, me ves como Santa Evita, o Gilda? es raro”, confesó.
—Sin embargo, finalmente tomaste la propuesta.
—Sí claro, me insistieron, me enviaron el formato a mi casa para que lo mire, y vea si me gustaba. Entonces lo pongo en la computadora y viene mi hijo (Merlín Atahualpa, 10 años), y se pone a mirar conmigo. Se quedó atrapado, y me dice “lo vas a hacer”, afirmando. Ya había deducido que yo iba a hacer ese trabajo, aunque en realidad no le había contado nada todavía. “¿Querés que lo haga?”, le pregunté, y me contestó: “Lo tenés que hacer”. Ahí sentí que era una oportunidad, un programa en la televisión abierta, el lugar donde yo arranqué, y que me hijo lo pueda ver.
—¿Y qué te propuso el trabajo en “¿Quién es la máscara?”
—Un nivel de realización muy importante, que me llena de gusto estar ahí. Los detalles están muy resueltos, la verdad para nuestro país es una adaptación al formato muy valiosa. Con todo, desde que di el sí, pasó bastante tiempo, porque tenía otros proyectos y hubo que esperar el momento. Se trata de un proyecto familiar, en un sitio como Telefe, donde me siento parte, y percibo que hay un ida y vuelta, que todos acá se ríen y disfrutan. La música es clave y la curiosidad por saber quién está detrás de la máscara es muy grande.
—El atractivo para el público parece asegurado.
—Será difícil aburrirse, porque todos los días cambia. Además, en nuestro país, a diferencia de otros lugares, será un programa diario de domingos a jueves.
—¿Cómo es la realización, la confidencialidad?
—La Máscara sale grabado, porque operativamente es impracticable hacerlo en vivo. La duración del proyecto al aire no superará las cinco o seis semanas. La confidencialidad es total, solo un grupo muy reducido de cuatro o cinco productores saben del personaje de que se trata. Y mantener el secreto sobre el personaje es clave, por eso vamos grabando sólo cuatro programas adelantados, no queremos que se filtre.
—¿Cómo es la dinámica de la propuesta?
—Los personajes se presentan cada día tras La Máscara, y contestan algunas preguntas con sus voces distorsionadas, tiran algunas cositas sutiles, luego cantan. Incluso buscan cambiar sus voces para no ser reconocidos, algunos son cantantes, muchos no. Son seis personajes por día, duetos. El público (presente en el estudio) elige quién le gusta más a través de una aplicación, y quedan tres.
—¿Puede haber luego de “Quién es la máscara” una Natalia conductora?
—En principio digo que no, me atajo. Yo respeto este rol, como tantos otros, por caso, como la comedia musical, hay personas que hacen eso maravillosamente. De todos modos, este formato me gustó, y acepté hacerlo. Pero yo no me veo teniendo un programa propio, ejerciendo la conducción televisiva. No quiero ser protagonista en una conducción, en todo caso, acepto incluirme en determinado formato, pero corriéndome del centro. Lo que funciona en este caso es el formato, lo que yo hago es ir y venir y dar los pases. Y no es porque me haga la humilde. Me gusta así, participo en este formato, luego vendrá una película, otra serie y demás. Al menos es lo que siento hoy.
—¿Una actitud versátil, para lo que vaya surgiendo?
—Claro, si no fuera por la pandemia, no hubiera conducido nunca. Pero el parate de 2020 dejó en suspenso varios proyectos que tenía, y ahí me proponen en Uruguay la posibilidad de conducir y lo hice, y me encantó, me empecé a divertir. Pero no soy conductora, no me encamino hacia esa profesión, aunque estoy permeable a lo que vaya sucediendo.
—La conducción implica el ejercicio de mostrar las características de Natalia Oreiro sin mediar, sin componer personajes, ¿hay algo de eso que no te convence demasiado?
—Acá se trata de despojarme de los personajes, en ¿”Quién es La Máscara”? soy yo. El público me verá a mí, tal cual soy, y eso me generaba cierta reticencia por mi trabajo de actriz. Este proyecto lo hago con muchas ganas, para que el público lo reciba muy bien. Y después, ¿quién sabe?
—¿Cómo analizás esta etapa de producción de ficción, donde la televisión tradicional cede y comparte con las plataformas?
—Todo va cambiando, me gustaría que se mantenga la producción nacional, de alta calidad, ya sea en la televisión abierta o en plataformas. La Argentina tiene una industria que es un orgullo.
—Como actriz y cantante de público masivo, popular, y posiblemente conductora también a partir de ahora, ¿sentís interés en dar tu parecer sobre el hecho de violencia del 1º de septiembre en la Recoleta, intento de magnicidio contra la vicepresidenta?
—En eso estamos todos pensando en lo mismo, queremos vivir en un mundo sano, de paz y sin violencia. Desde cada lugar, todos tenemos que bregar para que eso suceda, es lo que le enseño a mi hijo.
—¿La interpretación de “Santa Evita” fue el punto más alto de tu carrera?
—Fue el personaje que sentí mayor dificultad en abordar, que me generó más temor, por mi propia calidad interpretativa, y por el respeto enorme a la historia de la Argentina. Cada personaje es un desafío muy grande; por caso, en “Iosi, el espía arrepentido”, que hice de nazi también fue difícil. Tengo una relación enorme con la comunidad judía.
—Al cumplir 30 años de trayectoria desde que viniste a Buenos Aires a buscar un sitio en el mundo de la actuación, ¿cómo querrías sintetizar ese recorrido?
—El recuerdo de niña, cuando veníamos con mi familia a la calle Corrientes, una vez al año. Caminábamos por la zona del Obelisco, y del hotelito a comer pizza, ni al cine íbamos. Me reconozco ahí, soy esa, aun con todos los cambios que me posibilitó la vida.